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𝐂 𝐀 𝐏 𝐈́ 𝐓 𝐔 𝐋 𝐎 𝟏𝟗
"𝗧. 𝗦. 𝗥𝗬𝗗𝗗𝗟𝗘"

Harry y Ron se encontraban en los lavabos de Myrtle la llorana, la habían escuchado llorar y intentaron averiguar que pasaba

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Harry y Ron se encontraban en los lavabos de Myrtle la llorana, la habían escuchado llorar y intentaron averiguar que pasaba.

—¿Qué pasa, Myrtle? —inquirió Harry.

—¿Quién es? —preguntó Myrtle, con tristeza, —¿Vienes a arrojarme alguna otra cosa?

Harry fue hacia el retrete y le preguntó:

—¿Por qué tendría que hacerlo?

—No sé —gritó Myrtle, saliendo del retrete —. Aquí estoy, intentando sobrellevar mis propios problemas, y todavía hay quien piensa que es divertido arrojarme un libro...

—Pero si alguien te arroja algo, a ti no te puede doler —razonó Harry— Quiero decir, que simplemente te atravesará, ¿no?

Myrtle se sintió ofendida y chilló:

—¡Vamos a arrojarle libros a Myrtle, que no puede sentirlo! ¡Diez puntos al que se lo cuele por el estómago! ¡Cincuenta puntos al que le traspase la cabeza! ¡Bien, ja, ja, ja! ¡Qué juego tan divertido, pues para mí no lo es!

—Pero ¿quién te lo arrojó? —le preguntó Harry.

—No lo sé... Estaba sentada en el sifón, pensando en la muerte, y me dio en la cabeza —dijo Myrtle, mirándoles—. Está ahí, empapado.

Harry y Ron miraron debajo del lavabo, donde señalaba Myrtle. Había allí un libro pequeño y delgado. Tenía las tapas muy gastadas y de color negro. Harry se acercó para cogerlo, pero Ron lo detuvo con el brazo.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry.

—¿Estás loco? —dijo Ron— Podría resultar peligroso.

—¿Peligroso? —dijo Harry, riendo— ¿cómo va a resultar peligroso?

—Te sorprendería saber —dijo Ron, asustado, mirando el librito— que entre los libros que el Ministerio ha confiscado había uno que les quemó los ojos. Me lo dijo mi padre.

—Okey, ya lo he entendido —dijo Harry. El librito seguía en el suelo, empapado y misterioso— Bueno, pero si no lo vemos, no lo averiguaremos —dijo y, esquivando a Ron, lo recogió del suelo.

Harry vio al instante que se trataba de un diario, y la desvaída fecha de la cubierta le indicó que tenía cincuenta años de antigüedad. Lo abrió intrigado.

En la primera página podía leerse, con tinta emborronada, «T. S. Ryddle».

—Espera, ¿como el posible padre de Neferet? —dijo Ron, que se había acercado con cuidado y miraba por encima del hombro de Harry—, el de el premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio.

𝐏𝐑𝐄𝐓𝐓𝐘 𝐄𝐘𝐄𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora