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𝐂 𝐀 𝐏 𝐈 𝐓 𝐔 𝐋 𝐎  𝟓𝟏
"𝗟𝗔𝗦 𝗣𝗥𝗨𝗘𝗕𝗔𝗦 𝗗𝗘 𝗤𝗨𝗜𝗗𝗗𝗜𝗧𝗖𝗛"

La rubia había despertado por la mañana y al bajar a la sala común vio un cartel en el tablero de anuncios, las pruebas de quidditch serían el viernes, solo habían tres puestos disponibles, uno de cazador y los dos golpeadores, como en segundo año...

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La rubia había despertado por la mañana y al bajar a la sala común vio un cartel en el tablero de anuncios, las pruebas de quidditch serían el viernes, solo habían tres puestos disponibles, uno de cazador y los dos golpeadores, como en segundo año la chica puso su nombre solo que esta vez para ser cazadora.

Por la tarde se dirigió al despacho de Umbridge para su castigo, había puesto separados los castigos de Harry y la rubia. Llego a la oficina tocó la puerta y la abrió cuando escucho un «Adelante». Todas las superficies  estaban cubiertas con fundas o tapetes de encaje. Había varios jarrones llenos de flores  secas sobre su correspondiente tapete, y en  una de las paredes colgaba una colecció de platos decorativos, en cada uno de los cuales había un gatito de color muy chillón con un lazo diferente en el cuello. Eran tan feos que Nefe se quedó mirándolos,  hasta que Umbridge volvió a hablar.

—Buenas tardes, señorita Ryddle.

Nefe dio un respingo y miró nuevamente a su  alrededor. Al principio no la había visto porque llevaba una chillona túnica floreada cuyo estampado de parecía mucho al del mantel de la mesa que la profesora tenía detrás.

—Buenas tardes, profesora Umbridge —hablo con frialdad.

—Tome asiento —señaló la mesa enfrente— Quiero que haga unas líneas —La rubia tomo asiento y cuando iba a sacar una pluma de su bolso Umbridge hablo— No, con su pluma no.

Le entregó a la rubia una larga, delgada y negra pluma con la plumilla extraordinariamente afilada.

—Quiero que escriba «No debo decir mentiras» —le indicó con voz melosa.

—¿Cuántas veces? —preguntó Nefe fingiendo  educación lo mejor que pudo.

—Ah, no sé, las veces que haga falta para que se le grabe el mensaje —contestó la profesora Umbridge con ternura— Ya puede empezar.

Ella fue hacia su mesa, se sentó y se encorvó sobre un montón de hojas de  pergamino que parecían trabajos para corregir. Nefe levantó la afilada pluma negra y entonces se dio cuenta de lo que le faltaba.

—No me ha dado tinta —observó.

—Ya, es que no la necesita —contestó la  profesora.

La rubia la miro raro y se dispuso a comenzar con el castigo, mientras más rápido saliera mejor. Termino de escribir el primer «no debo decir mentiras» y en el pergamino apareció escrito con tinta roja  comenzó a sentir un dolor en su mano, soltó la pluma y con un quejido miro como en su mano aparecía un «no debo decir mentiras» como si hubiera sido tallado con un bisturí, mientras veía el reluciente corte, la piel cicatrizó, y quedó un poco más roja que antes pero completamente lisa.

𝐏𝐑𝐄𝐓𝐓𝐘 𝐄𝐘𝐄𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora