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Daphne estaba enferma.
Hoy era la primera excursión a Hogsmeade. Todo el alumnado se dirigía en los carruajes al pequeño pueblo. En cambio Nefe, se encontraba en la enfermería con su amiga.
Daphne soltó un estornudo, Nefefingió quitar los microbios que no lograba ver y ella lo miró molesta con su nariz roja.
—No me toques, Nefe, voy a contagiarte —dijo con asco la Slytherin.
Madame Pomfrey entró caminando rápidamente hacia la joven Slytherin y le tendió una poción.
—Para la hora de la cena estarás como nueva —aseguró la sanadora. Luego se alejó de las chicas.
—Ve a Hogsmeade —le animo sonriendo— Me gustan las ranas de chocolate —puso una sonrisa inocente y Neferet la miró frunciendo el seño.
—No te voy a dejar sola.
—¿Por qué no le haces compañía a Draco? Se ve muy demacrado.
—Draco tiene castigo con McGonagall, además tengo que contarte muchas cosas.
—Habla, tenemos toda la tarde.
La rubia comenzó a hablar, relatando todo lo que había visto, y como se sentía al respecto. Daphne asentía mientras la escuchaba, en ningun momento la interrumpió. Cuando Nefe terminó, miró a su amiga esperando su opinión.
—Bueno... —comenzó— no creo que sea un pensamiento tóxico pero, ¿Tu confías en él, no?
—Claro que confío en él... es solo que, la manera en la que actúa cuando ella está presente, no lo sé, simplemente me pone los nervios de punta.
—Creo que deberías hablar con él —sugirió— No es que Harry sea mi persona favorita, pero el te hace feliz. Pero tal vez puede ser un mal entendido.
La rubia asintió. Aunque Daphne tenia pensado investigar, nadie se metía con su amiga.
—Aunque... —Daphne hizo una mueca— Siempre fue muy obvio que la Weasley menor estaba enamorada de Potter.
—¡Dios! Solo termino sobrepasando más —dijo Nefe suspirando.
Daphne intento cambiar de tema. El resto de la tarde terminaron hablando de cualquier cosa, mientras que la Greengrass evitaba mencionar a Harry. Daphne hablaba del porqué los unicornios son la mejor criatura del mundo cuando Nefe la interrumpió.
—Perdón que cambie de tema, pero... hay otra cosa que no me puedo sacar de la cabeza, simplemente, no me deja tranquila y necesito contárselo a alguien.
—¿Tan malo es para que pongas la cara de "voy a lanzarme de un acantilado"? —Nefe la miró seriamente— Ya, me callo.
