Capítulo XVI

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Me meto en una pesadilla de la que despierto sólo para encontrarme con algo aún peor.

Las cosas que más miedo me dan, las cosas que más temo que le sucedan a los demás, se manifiestan con unos detalles tan vividos que me parecen reales.
Cada vez que me despierto pienso que por fin se ha acabado todo, pero no, tan sólo es el comienzo de un nuevo capítulo de torturas.

¿De cuántas formas he visto morir a mi madre? ¿Cuántas veces he revivido los últimos momentos de Nick? ¿Cuántas veces he sentido que me desgarraban el cuerpo? Así funciona el veneno de las avispas, especialmente creado para atacar el punto del cerebro encargado del miedo. Cuando por fin vuelvo en mí, me quedo tumbada, esperando a la siguiente ola de imágenes.

Sin embargo, al cabo de un rato acepto que mi cuerpo ha expulsado el veneno, dejándome destrozada y débil. Sigo tumbada de lado, en posición fetal.

Me llevo una mano a los ojos y compruebo que están enteros, sin rastro de las hormigas que nunca existieron.
El mero hecho de estirar las extremidades me supone un esfuerzo enorme; me duelen tantas cosas que no merece la pena hacer inventario.

Consigo sentarme muy, muy despacio. Estoy en un agujero poco profundo que no está lleno de las ruidosas burbujas naranja de mis alucinaciones, sino de viejas hojas muertas. Tengo la ropa húmeda, pero no sé si es de agua, rocío, lluvia o sudor.

Me paso un buen rato sin poder hacer nada más que darle traguitos a la botella y observar un escarabajo que se arrastra por el lateral de un arbusto de madreselva.

¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? Era por la mañana cuando perdí la razón y
ahora es por la tarde, aunque tengo las articulaciones tan rígidas que me parece que ha pasado más de un día, quizá dos.

Si es así, no tengo forma de saber qué tributos han sobrevivido al ataque de las rastrevíspulas. Está claro que Glimmer y la chica del Distrito 4 no siguen vivas, pero estaban el chico del Distrito 1, los dos del Distrito 2 y Peeta.

¿Han muerto por las picaduras? Si están vivos, deben de haberlo pasado tan mal estos días como yo.

¿Y qué pasa con Rue? Es tan pequeña que no haría falta mucho veneno para acabar con ella.

Sin embargo..., las avispas tendrían que cogerla primero, y la niña les llevaba cierta ventaja. Noto un sabor asqueroso a podrido en la boca, y el agua poco puede hacer por eliminarlo.

Me arrastro hasta el arbusto de madreselva y arranco una flor; le quito con cuidado el estambre y me dejo caer la gota de néctar en la lengua. El dulzor se extiende por la boca, me pasa por la garganta y me calienta las venas con recuerdos del verano, los bosques de mi hogar y la presencia de él a mi.

¡Peeta! ¡Me ha salvado la vida!, o eso creo. Porque, cuando nos encontramos, ya no distinguía bien qué era real y qué me había hecho imaginar el veneno de las avispas.

Sin embargo, si lo hizo, y mi instinto me dice que así es.

¿Por qué? ¿Se limita a explotar la idea del chico enamorado que puso en marcha en la entrevista? ¿O de verdad intentaba protegerme? Y, si lo hacía, ¿por qué se había unido a los profesionales? No tenía ningún sentido.

Durante un instante me pregunto cómo verá Gale el incidente, pero después me lo quito de la cabeza, porque, por algún motivo, Gale y Peeta no coexisten bien en mis pensamientos.

Así que me centro en la única cosa buena que me ha pasado desde que llegué al estadio: ¡tengo arco y flechas! Una docena completa de flechas, si contamos la que saqué del árbol.

No tienen ni rastro de la nociva baba verde que salió del cadáver de Glimmer (lo que me lleva a pensar que quizá no fuera del todo real), aunque sí bastante sangre seca.

Mi salvación -Peeta MellarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora