XIII

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—Hola —digo, en voz neutral.

Mi madre aparece detrás de ellos, manteniendo las distancias.

—Aquí está, justo a tiempo para la cena —dice, demasiado alegre.

Llego muy tarde para la cena.

Se me pasa por la cabeza quitarme las botas, como siempre hago, pero dudo poder hacerlo sin revelar mis heridas, así que me bajo la capucha mojada y me sacudo la nieve del pelo.

—¿En qué puedo ayudarlos? — pregunto a los agentes.

—El jefe Thread nos envió con un mensaje para usted —responde la mujer.

—Llevan horas esperándote — añade mi madre.

Esperaban que no apareciese, confirmar que me había electrocutado en la alambrada o que me había quedado atrapada en el bosque para poder llevarse a mi familia e interrogarla.

—Debe de ser un mensaje muy importante —comento.

—¿Podemos preguntarle dónde ha estado, señorita Avery? —pregunta la mujer.

—Sería mejor preguntar dónde no he estado —respondo, dejando escapar un bufido.

Atravieso la cocina obligándome a usar los pies con normalidad, aunque cada paso que doy me mata de dolor. Camino entre los dos agentes y llego bien hasta la mesa. Dejo caer la bolsa y me vuelvo hacia Papá, que está muy tieso junto a la chimenea.

Haymitch y Peeta también están aquí, sentados en un par de mecedoras gemelas, jugando al ajedrez. ¿Están por casualidad o los han «invitado» los agentes? En cualquier caso, me alegra verlos.

—Bueno, ¿dónde has estado? — pregunta Haymitch, como aburrido.

—Pues no he estado hablando con el hombre de las harinas sobre cómo hacer galletas, porque alguien me dio una dirección completamente equivocada — respondo mirando a Peeta, poniendo mucho énfasisen mis palabras.

—No es verdad, te di la dirección correcta —protesta el.

—Me dijiste que vivía al lado de la entrada oeste de la mina.

—De la entrada este —me corrige.

—Dijiste claramente que era la oeste, porque después yo te dije: «¿Junto a la escombrera?». Y tú respondiste que sí.

—La escombrera que está junto a la entrada este —insiste mi novio con paciencia.

—No, ¿cuándo dijiste eso?

—Anoche —interviene Haymitch.

—Era la este, sin duda —añade mi padre.

Mira a Haymitch y se ríen los dos. Miro con odio a mi padre y él intenta parecer arrepentido

—. Lo siento, pero es lo que yo decía, no escuchas a los demás.

—Seguro que todo el mundo te ha dicho que no vivía allí y tú no has hecho ni caso —dice Haymitch.

—Cierra el pico, Haymitch —le suelto, lo que indica sin lugar a dudas que él tiene razón.
Haymitch y mi padre se parten de risa, y Peeta esboza una sonrisa.

—Vale, pues que hay que ir a otra persona que me enseñe la estúpida receta de las galletas.—digo, provocando más risas.
Y pienso: «Por eso han sobrevivido hasta ahora Haymitch y Peeta: nada los pilla porsorpresa».

Miro a los agentes de la paz. El hombre sonríe, pero la mujer no está convencida.

—¿Qué hay en la bolsa? — pregunta en tono brusco.
Sé que espera encontrar animales o plantas silvestres, algo que me incrimine.

—Véalo usted misma —respondo, volcando la bolsa sobre la mesa.

—Oh, bien —dice mi madre al examinar la tela—. Casi no nosquedan vendas.

—Oooh, de menta —exclama Peeta después de abrir la bolsa de caramelos; se lleva uno a la boca.

—Son míos —lo regaño, intentando recuperar la bolsa.

Él se la lanza a Haymitch, que se mete un puñado de caramelos en la boca antes de pasársela a mi padre, que está soltando risitas

—. ¡No merecen caramelos! —grito.

—¿Por qué? ¿Porque tenemos razón? —pregunta Peeta, dándome un abrazo.
La rabadilla me duele y dejo escapar un gritito. Intento que parezca de indignación, aunque veo en sus ojos que sabe que estoy herida, triple problema.

—. Esta bien, Prim dijo oeste; yo oí claramente oeste. Y somos todos idiotas. ¿Mejor?
—Mejor —respondo, y acepto su beso. Después miro a los agentes, como si de repente recordara que siguen allí—. ¿No tenían un mensaje para mí?
—Del jefe de los agentes de la paz, Thread —dice la mujer—. Quería que le dijésemos que, a partir de ahora, la alambrada que rodea el Distrito 12 estará electrificada las veinticuatro horas del día.

—¿Es que no lo estaba antes? — pregunto, quizá con demasiada inocencia.

—Creyó que le interesaría pasarle la información a su primo —añade la mujer.

—Gracias, se lo diré. Seguro que todos dormiremos un poco más tranquilos ahora que se ha solucionado ese fallo de seguridad. —

Aunque sé que estoy arriesgándome mucho, el comentario me hace sentirsatisfecha.

La mujer aprieta la mandíbula. La cosa no ha ido como tenían planeada, pero no tiene más órdenes, así que saluda con la cabeza y se marcha con el hombre detrás. Cuando mi madre cierra la puerta, me dejo caer en la mesa.

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—¿Qué tienes? —me pregunta Peeta, sosteniéndome.

—Me he golpeado el pie izquierdo, el talón. Y mi espalda tampoco ha tenido un buen día. — Me ayuda a llegar a una mecedora y me coloca sobre el cojín.

—¿Qué ha pasado? —pregunta mi madre mientras me quita las botas.

—Resbalé y caí —respondo, y cuatro pares de ojos me miran con incredulidad—. En hielo. —

Todos saben que la casa estará pinchada y que no es seguro hablar abiertamente. Ni aquí, ni ahora.

Después de quitarme el calcetín, mi madre toca los huesos del talón izquierdo y yo hago una mueca.

—Puede que haya rotura —dice. Mira el otro pie—. Éste parece bien.

—Decime que lo que tengo en la espalda es un buen moratón.

Mandan a mi novio a por mi pijama y una bata. Una vez cambiada, mi madre me prepara un paquete de hielo para el talón y me lo coloca encima de un puf. Me como tres cuencos de estofado y una barra de pan mientras los demás cenan en la mesa. Después contemplo el fuego pensando en Bonnie y Twill, esperando que la fuerte nevada haya borrado mis huellas.

Peeta viene a sentarse conmigo en el suelo y apoya la cabeza en mi rodilla.

—Me preocupe. —Me dice, y acaricie su pelo. —Pense que..

—Estoy bien mi amor, no pasará nada. —Acerco nuestras bocas y dejo un pequeño beso en sus labios.

Mi madre me da una taza de manzanilla con una dosis de jarabe para dormir y los párpados empiezan a caérseme de inmediato. Me venda el pie malo, y Peeta se ofrece voluntario para llevarme a la cama.

Papá lo deja con una mirada de advertencia pero todos sabemos que, esta agradecido con el, desde los juegos hasta el momento, y la verdad es que yo tambien estaba agradecida con el.

Mi salvación -Peeta MellarkWhere stories live. Discover now