XVI

180 23 11
                                    


Mi cabeza aun no reacciona, mi padre consola a mi madre quien llora desconsoladamente. Giro a ver a Peeta quien apreta el cuchillo fuerte contra la mesa y tomo su mano. 

Panico.

Tengo que volver a donde provienen mis pesadillas, al lugar que todo comenzo, mi estomago no resiste mas y salgo corriendo al baño, expulso todo mientras Peeta me sostiene el pelo. 
Las lagrimas comienzan a salir, me enguajo la boca y lo abrazo mientras dejo salir todo lo que guardaba. 

No me lo vi venir, me imaginé un montón de cosas: humillación pública, tortura y ejecución; huir por el bosque, perseguida por agentes de la paz y aerodeslizadores; casarme con Peeta y ver cómo obligan a nuestros hijos a ir a la arena. Sin embargo, nunca me imaginé volviendo a los juegos. ¿Por qué? Porque no hay precedentes. Los vencedores quedan fuera de la cosecha de por vida, es el trato si ganas..., hasta ahora. 

Veo la caja de madera en las manos del niño y al presidente Snow sacando el sobre amarillento. ¿De verdad se trata del Vasallaje de los Veinticinco escrito hace setenta y cinco años?
Parece poco probable, es una respuesta demasiado perfecta para los problemas a los que se enfrenta ahora mismo el Capitolio. Se libran de mí y someten a los distritos de un solo golpe.

Oigo la voz del presidente Snow: «En el setenta y cinco aniversario, como recordatorio a los rebeldes de que ni siquiera sus miembros más fuertes son rivales para el poder del Capitolio, los tributos elegidos saldrán del grupo de los vencedores».

Sí, los vencedores son nuestros miembros más fuertes, son los que han sobrevivido a la arena y escapado del yugo de la pobreza que nos frena a los demás. Son, o mejor dicho, somos la personificación de la esperanza cuando no hay esperanza.

Y ahora veintitrés de nosotros moriremos para demostrar que incluso esa esperanza era ilusoria. Me alegra haber ganado el año pasado.

De lo contrario conocería a los demás vencedores, no sólo por la televisión, sino porque son invitados en todos los juegos. Aunque no tengan que ser tutores, como siempre le ha pasado a Haymitch, la mayoría regresa al Capitolio una vez al año para el acontecimiento.

Entonces caigo en la realidad, tendre que matar a Haymitch o a Peeta, no, de ninguna manera pasará. 

Me separo de los brazos del amor de mi vida, por que eso es lo que es Peeta para mi, se limita a secar mis lagrimas con sus manos, sus ojos estan rojos, se lo que piensa, lo que pensamos los dos. 

—Debes dejar que vaya Haymitch si es que el sale Peeta. —Lo miro suplicante. 

—No, debo protegerte, de ninguna manera, debes sobrevivir preciosa, tienes que ganar una vez mas. 

Negue y lo abrace, luego de unos minutos, volvimos a la cocina en donde mis padres me abrazaron, mi madre tardo mucho mas en separarse de mi. 

—Debo salir, pero ¿Les molesta si puedo venir a quedarme por hoy? —Pregunta Peeta, directamente a  mi padre. 

—Por supuesto que puedes hijo, ve con cuidado. 

Lo veo salir por la puerta y mis padres me guian al sillon, donde estan serios, preocupados, con miedo, me sente y los mire. 

—¿Que pasa? No solo es por los juegos, los conozco. —Los confronte. 

—Tu madre me ha contado como te has sentido ultimamente, y quiero decirte primero que no estamos decepcionados, ni enojados, has crecido de golpe desde que pisaste esa arena, has desarrollado sentimientos fuertes por Peeta. 

—Hija.. —Mi madre me mira. —Estas embarazada, creo que unas nueve semanas.

Mi mundo se derrumbo. Mis ojos se llenaron de lagrimas, es todo lo que queria evitar, ¿Un hijo? ¿Un bebe mio y de Peeta? Es algo que no podía permitir que pasara, pero termino pasando. 
Mis padres me abrazaron, intentaron motivarme, mis sollozos se hacían mas fuertes, estuve un rato largo en los brazos de mis padres cuando sentimos que la puerta se abría.

—Debe saberlo. —Me dice mi padre. —Lo apoyaremos, siempre estaremos con ustedes hija. 

Asenti, los pasos de Peeta se hicieron mas cercanos y corrio abrazarme en cuanto me vio, mis padres se retiraron. 

—Preciosa, ¿Que pasa? Estas bien, estaras bien. Te lo prometo, _____. No dejare que nada te pase. —Tomo mi rostro en sus manos.

—Pee. —Solloce. —Pee estoy embarazada. 

Silencio, un largo e incomodo silencio, mis lagrimas caían, sus ojos se dirgieron hacia mi abdomen y llevo una mano a él.

—Deben cancelar los juegos, es inaceotable. Estas diciendo que aca —Me acaricia levemente.—¿Hay algo nuestro? ______ vamos hacer padres. —Su cabeza comienza a reaccionar y me da un beso en la frente. —Se que no es el momento, y que no querías esto. No quiero esto para nosotros, para nuestra familia, pero ambos sabemos que el capitolio no se detendra. 

—Hasta verme muerta. —Lo interrumpí. —Genere una guerra entre districtos y el capitolio, nuestros hijos sufrían mas que otros niños, n..no se Pee, tengo miedo. —Solloce. —Tengo mucho miedo. 

Mi madre aparecio en la sala y me dio una taza caliente con yerbas tranquilizantes, en el ultimo sorbo sentí el gusto dulce del garabe y mis ojos comenzaron a cerrarse.

—Te protegere siempre mi amor. 

El susurro de Peeta es lo ultimo que escucho antes de dormirme completamente.
A la mañana siguiente despierto en mi cama sola, camine al baño, hice mis necesitades y baje la escalera deprisa, tome un abrigo y me dirgí a la casa de Haymitch.

—Te has tardado niña, él ya estuvo aquí anoche. —Haymitch me toma por sorpresa, estaba en su cocina, lucido. Cambia su cara de arrogante al ver mis ojos por uno preocupado. —No solo es algo de los juegos. Quieres algo. Él quiere la oportunidad de protegerte allá, ¿Vienes a pedir lo mismo?

—No, ya sé lo que quiero pedirte —le digo—. Si al final vamos Peeta y yo a los juegos, esta vez intentaremos mantenerlo a él con vida. —Algo se vislumbra brevemente en sus ojos inyectados en sangre: dolor—. Como has dicho, lo pasarás mal lo hagas como lo hagas. Da igual lo que Peeta quiera, le toca a él salvarse. Los dos se lo debemos — insisto, en tono de súplica, omito decirle sobre el embarazo, que lo sepa solo hará que me protega a mi una vez mas—. Además, el Capitolio me odia tanto que puedo darme por muerta, pero quizá él tenga una oportunidad. Por favor, Haymitch, dime que me ayudarás.

El frunce el ceño mirando la botella, sopesando mis palabras. Era la segunda botella que agarraba, lo se por que en su mesa ya estaba otra vacia.

—De acuerdo —acepta, al fin.

—Gracias —respondo y el olor a alcohol me hace marear, cierro mis ojos unos segundos y lo saludo con la cabeza.

Salgo caminando lento, me dirgo a casa de Peeta y golpeo la puerta, esperando pacientemente a que me abra.
Embarazada, juegos, competir contra otros vencedores, que Peeta viva, mi cabeza explotaba.

Apenas abre la puerta, el olor a panecillos de queso me invade, sin saludarlo si quiera voy y tomo uno de la mesa, estaba aun caliente cuando lo pruebo, cierro mis ojos disfrutando el sabor a queso explotar y cuando los abro, Peeta me mira con una sonrisa, de amor. 

—No sabía si ibas a querer, pero al parecer no me equivoque. —Me ofreció una taza de chocolate caliente y la tomé.

Estos días pensaba estar con él y mi familia, no podía perder el tiempo. 





Mi salvación -Peeta MellarkWhere stories live. Discover now