SINSAJO PARTE UNO

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Hace un mes, las bombas del Capitolio arrasaron las casas de los humildes mineros del carbón de la Veta, las tiendas de la ciudad e incluso el Edificio de Justicia.

La única zona que se libró de ser quemada fue la Aldea de los Vencedores, aunque no sé bien por qué.

Yo soy la única que ha vuelto, y sólo para una breve visita. Las autoridades del Distrito 13 estaban en contra de que lo hiciera, lo veían como una empresa costosa y sin sentido, teniendo en cuenta que en estos momentos hay unos doce aerodeslizadores sobre mí, protegiéndome, y ninguna información valiosa que obtener. Sin embargo, tenía que verlo, tanto que lo convertí en una condición indispensable para aceptar colaborar con ellos.

Finalmente, Plutarch Heavensbee, el Vigilante Jefe que había organizado a los rebeldes en el Capitolio, alzó los brazos al cielo y dijo:

Si «Dejenla ir. Mejor perder un día que perder otro mes. Quizá un recorrido por el 12 es lo que necesita para convencerse de que estamos en el mismo bando».

Los medicamentos que me dan para controlar el dolor y el estado de ánimo a veces me hacen ver cosas, todavía no puedo saber si fue real o no la serpiente que se convirtió en alfombra.

Utilizo una técnica que me sugirió uno de los médicos: empiezo con las cosas más simples de las que estoy segura y voy avanzando hacia las más complicadas. La lista empieza a darme vueltas en la cabeza:

«Me llamo ______ Avery. Tengo diecisiete años. Mi casa está en el Distrito 12. Estuve en los Juegos del Hambre. Dos veces. Escapé. El Capitolio me odia. A Peeta lo capturaron. Lo creen muerto. Seguramente estará muerto. Probablemente sea mejor que esté muerto... Estoy embarazada de 18 semanas.».

—_____. ¿Quieres que baje? —me dice mi amigo, Gale quien se ha hecho cercano este mes quizás, una de las pocas personas que confío, a través del intercomunicador que los rebeldes me han obligado a llevar. Está arriba, en uno de los aerodeslizadores, observándome atentamente, listo para bajar en picado si algo va mal.

Me doy cuenta de que estoy agachada con los codos sobre los muslos y la cabeza entre las manos, viendo mi vientre. Debo de parecer al borde de un ataque de nervios.

Me pongo de pie y rechazo su oferta, mientras acaricio mi vientre.

—No, estoy bien.

Empiezo a alejarme de mi antigua casa y me dirijo a la ciudad. Gale pidió que lo soltaran en el 12 conmigo, pero no insistió cuando me negué. Comprende que hoy no quiero a nadie a mi lado. Algunos paseos hay que darlos solos.

Extraño a Peeta, extraño sus abrazos, sus besos, sus palabras en el momento justo; yo quería salvarlo y siento que fui la culpable de todo. Ahora lo único que me queda es nuestra esencia en el ser que llevo adentro, que ya se hace notar mas que nunca.

 Ahora lo único que me queda es nuestra esencia en el ser que llevo adentro, que ya se hace notar mas que nunca

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(Un poquito menos que en 20, son dos semanitas menos, aproximadamente 4 meses de embarazo)

Sigo la carretera por costumbre, pero resulta ser una mala elección porque está cubierta de los restos de los que intentaron huir. Algunos están incinerados por completo, aunque otros, quizá vencidos por el humo, escaparon de lo peor de las llamas y yacen en distintas fases de apestosa descomposición, comida para animales, llenos de moscas.

Mi salvación -Peeta MellarkWhere stories live. Discover now