XLVIII

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Arya y Bran estaban vivos, y no solo eso, si no que se encontraban en Invernalia, a salvo. Era lo único que resonaba en la cabeza de Eilidh. Eso era lo único a lo que le había dado verdadera importancia del mensaje que les había llegado, a diferencia de Jon, que había fijado la atención en el mensaje de Bran. El niño había visto a través de los cuervos al ejercito del rey de la Noche avanzar hacia el muro. Lo que suponía que la guerra estaba cada vez más cerca. 

Jon partiría junto a ser Jorah hacia el Norte para capturar a un caminante blanco, si no le llevaban pruebas a Cersei de su existencia jamás les creería, y necesitaban que lo hiciera. Porque si no lo hacía, no les prestaría sus hombres. 

A pesar de las insistencias de Eilidh, Jon no le dejó acompañarlo. Sin embargo, partió junto con ser Davos y Tyrion a Desembarco del Rey. El consejero de su hermano les indicó el camino para entrar sin ser vistos y se fue a resolver ciertos asuntos en el lecho de pulgas. 

- Decidme una cosa, lord Tyrion, si tanto odiáis a vuestra hermana y a vuestro sobrino, ¿por qué le serviste como mano del rey?- preguntó la rubia. 

- Supuse que así podría evitar que cometiese locuras, mi padre me dio ese mandó porque conocía a Joffrey, era malvado por naturaleza.- respondió.

- ¿Qué hay de vuestro hermano, ser Jaime?

- Jaime nunca fue como Cersei.- dijo Tyrion.- El nunca me vio como un monstruo, no como mi hermana y padre, si sigo vivo es gracias a él. Le quiero, pero eso no impedirá que aconseje a Daenerys lo necesario para derrotarlos. Por desgracia, no hay nada que le pueda decir a mi hermano para que deje a Cersei. 

- Os esperaré fuera, lord Tyrion.- avisó Eilidh al ver que habían llegado al lugar de reunión con Jaime. 

Observó a su alrededor, esta ciudad había sido la tumba de varios de sus familiares. Parecía estar maldita para los Stark, por suerte ella no era una. Se preguntó como de diferente hubiese sido su vida si hubiese tenido el derecho a aquel apellido desde su nacimiento, su padre le hubiese buscado un buen pretendiente. Quizás hubiese sido ella la prometida de Joffrey y no Sansa, y quizás entonces todo hubiese sido distinto y Eddard no hubiese muerto, o al menos le hubiese ahorrado a Sansa el sufrimiento de estar prometida a semejante monstruo. 

Tyrion apareció junto a ella y comenzaron a caminar devuelta hacia la barca en la que habían llegado. El camino fue silencioso, por el rostro serio del enano, Eilidh podía suponer que había sido un encuentro difícil para él, por lo que decidió no preguntar al respecto. 

Al llegar a la playa se encontraron con dos guardias, pero pasaron de largo con miedo de que pudiesen reconocer al Lannister. 

- ¡Eh, enano!- a pesar del grito los dos siguieron andando hasta llegar a la barca. 

Fue ser Davos quien se acercó a los guardias para intentarlos persuadir para que se fueran. Un muchacho alto y corpulento, de cabello negro y ojos azules esperaba junto a su barca, Eilidh supuso que tenía que ver con los asuntos que ser Davos debía atender. 

- ¿Cómo te hiciste esa cicatriz?- preguntó uno de los guardias pasando de largo a ser Davos. 

- Con un anzuelo, es que algunos no aprenden.- respondió Tyrion evitando mirarles para que no le reconocieran. 

- Hace tiempo buscábamos a un enano con una cicatriz como esa. 

- Quizás, podríamos llegar a un acuerdo.- ser Davos sacudió una bolsa con monedas que llamo su atención. 

- Pásame eso.- Eilidh le susurró al muchacho de cabello negro señalando con la cabeza un hacha dentro de la barca. 

Sigilosamente el joven se agachó y se la tendió, sin creer que una mujer como Eilidh fuese a ser capaz de hacer cualquier cosa con ella.

Para sorpresa de los tres hombres, la rubia no se lo pensó ni dos veces antes de golpear a cada uno de lo guardias con el hacha, deformando completamente su rostro. Los tres la miraron sorprendidos, pero no tardaron en empujar la barca del nuevo al mar para irse de allí lo antes posible. 

- Una chica dura.- se burló el azabache. 

- ¿Quién eres?- preguntó Eilidh con algo de desprecio. 

- Gendry.- respondió el muchacho.- Solo Gendry. 

- No deberías sorprenderte tanto por ver a una mujer que sabe defenderse, solo Gendry. 

- ¿Y vos quién sois, mi lady?- cuestionó esta vez él. 

- Eilidh Nieve, mano del rey en el Norte.- respondió orgullosa. 

- Me gustaría poder hablar con el rey en el Norte cuando lleguemos a Rocadragón. 

- ¿Qué es lo que le quieres decir a mi hermano, Gendry?- preguntó la rubia. 

- ¿Es vuestro hermano?- cuestionó confuso. 

- Así es.- asintió Eilidh. 

- Entonces, sois hija de Lord Eddard Stark.- dijo el azabache.- Yo soy, hijo del rey Robert, bastardo, por supuesto. 

- Te dije que mantuvieras eso en secreto.- se quejó ser Davos mientras remaba. 

- Nuestros padres fueron amigos, no veo por qué nosotros no podríamos serlo.- respondió el muchacho.- Vi una vez a vuestro padre en mi taller, vino justo igual que lo hizo Jon Arryn primero. 

- Yo una vez vi al tuyo en Invernalia, la vez que le pidió a mi padre que fuese su mano. Y por ende, cavase su tumba. De todas formas, no creo que el rey Robert fuese un mal hombre, mi padre me contó demasiadas historias sobre ellos dos como para pensar eso. 

- No lo sé.- Gendry levantó los hombros.- Puede que fuese mi padre, pero jamás me trató como a un hijo, era uno más de sus bastardos, nada más. 

Nieve en verano (GoT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora