Capítulo 51: evidencia

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Cuando me levanté esa mañana estaba decidida a contarles a mis amigos lo que había pasado aquel nefasto día. El problema era que pasaban los minutos y las horas, y no encontraba el momento adecuado. Matt me siguió echando miradas de reojo cada vez que un suspiro salía de mi boca, pero es que no lo podía controlar, el corazón seguía latiéndome a mil por hora casi todo el día, era agotador. No entendía cómo lograba concentrarme en la tarea y, sin embargo, creo que esos eran los momentos en los que mi mente estaba tan ocupada en algo que mi corazón volvía a la normalidad por un rato.

Para colmo, ese día pasaron algunos alumnos por el salón a vender rifas y el innombrable estaba entre ellos. No sabía dónde meterme. Definitivamente, fue el peor momento del día. Me moví del respaldo y me apoyé sobre la pared, cerrando los ojos. Fer y Lara, que se sentaban detrás de mí y de Matt, me miraron con extrañeza. Los pocos momentos que miré hacia el frente del salón, el hijo de puta de Gastón estaba ahí parado, pero sin verme, por suerte.

En el recreo salimos del salón y fui al baño sola, puesto que ellos estaban comprando el almuerzo y yo tenía una urgencia femenina. No me quedó otra opción, algún día tenía que volver a ir al baño sola. Cuando estaba por salir de allí, entró Renata a toda velocidad y me tomó por el brazo, sorprendiéndome.

—Al fin te encuentro —Me llevó hacia un cubículo con sus largas zancadas.

—No entiendo nada, ¿qué pasa?

—No podía hablarte antes, este es el momento perfecto.

Sé que no nos llevamos y nunca hablamos ni tuvimos nada en común, pero era hasta ofensivo que quisiera hablarme en secreto.

—Yo no tengo nada que hablar con vos —Me crucé de brazos y alcé el rostro hacia sus ojos color verde manzana para mirarla directamente. No quería saber nada con ella, con la persona que insultó tan mal a mi amiga cuando se le confesó, a quien casi cambia por completo y que se comportó como una amiga tóxica con ella.

—Esto te va a interesar —afirmó. Acto seguido, me estampó el celular prácticamente en la cara, por lo que tuve que alejar mi rostro para poder ver las imágenes que se reproducían en él.

Mis ojos se abrieron como platos, no podía creer lo que estaba viendo. Un video de ese día horrible, al inicio estaba algo movido, pero luego la imagen se estabilizó y podía verse a Gastón encima mío y yo intentando zafarme de él con todas mis fuerzas. También se escuchaba muy claramente todo lo que nos decíamos.

Sentí otra vez el dolor en el pecho y mi corazón se estaba agotando de tanto bombear. La temperatura de mi cuerpo cambió y noté esa sensación de mareo que anuncia la presión baja.

—¿Cómo...? —empecé, pero ella me interrumpió.

—Sí, lo grabé yo. Estás pálida, tomá un poco de agua —La rubia me ofreció una botella y bebí el agua fresca que me ayudó a sentirme un poco mejor—. Perdón por no haber podido hacer nada ese día, pero resolví que era mejor tener pruebas. Sabía que alguien aparecería por ahí en cualquier momento, siempre hay algún conserje dando vueltas —se explicó.

—Apareció la directora —Sólo atiné a responder.

—Desafortunadamente. Cuando supe que ni siquiera lo suspendió por lo que había hecho, me alegré de haber grabado esto. Pasame tu número.

Así que eso hice. Y enseguida sentí la vibración que indicaba la llegada de su video.

—No busques apoyo en la señora Martínez, es su único sobrino y, haga lo que haga, siempre va a estar de su lado. Guardá esto en un pendrive y llevalo a la policía. Sé que es doloroso de recordar y de ver, pero hacé todas las copias necesarias, no lo pierdas —ordenó y yo asentí a todo sin chistar porque parecía lo más lógico.

Nada más que un añoWhere stories live. Discover now