Capítulo 9: amigo

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Se me antojó de repente, no supe por qué. Sentí que ver a mi nuevo amigo un rato podría hacer que termine bien el día.

Caminé trece cuadras hasta su casa, ya que quedaba bastante lejos del acantilado desde donde practicábamos parapente. El viento del otoño ya entrado hacía tiempo me azotaba en la piel y en el cabello, revolviendo cada fibra de él sin poder dejarlo quieto un solo segundo. La ropa que llevaba puesta es día no servía ya en esa época del año para mantenerme caliente. Así que estaba calada hasta los huesos porque no había caso; el frío de esa parte de Mar del Plata, Los Acantilados (sur de Mar del Plata centro) se filtra por cada centímetro de tu ropa incluso si llevás puesto el mejor suéter y la mejor bufanda que tejió tu abuela la última navidad.

Como todavía no tenía mi licencia para conducir, no tenía auto así que no me quedaba otra opción que caminar y seguir caminando. Estaba aprendiendo y pronto la sacaría, pero por ahora me repetía "paciencia, paciencia, Lucía". Y no era sólo porque quería mi licencia, sino también porque quería llegar a la casa de Matt lo antes posible.

Así que aproveché el tiempo que tenía para pensar y analizar lo que había sucedido ese día y durante todo el tiempo que transcurrió desde que comenzó el año.

¿Cómo era posible ese cambio tan repentino en Lara? Parece ser que Clara e incluso Fer lo aceptaron, pero a mí todavía me costaba. No sé qué me daba más miedo: que Lara terminara de cambiar y se fuera completamente de nuestro lado o que, al irse, no solo nos dejase olvidadas, sino que se volviera en nuestra contra. Sabía que no debía precipitarme, pero parecía que las sospechas de mis dos amigas se estaban confirmando. Además, nunca se sabe en qué la podían convertir Renata y todo su círculo de ególatras. Por otro lado, las chicas querían a alguien a quien culpar, así que ya no estaba segura de qué pensar.

En eso pensaba cuando me di cuenta de que ya había llegado a la casa de Matt. Toqué el timbre y esperé. Al poco tiempo me abrió la puerta su mamá. Desde adentro se podía sentir el aroma a tortas fritas.

–¡Hola, Caroline! ¿Está Matt?

–¡Luci! ¡Hola, cielo! Es extraño que me preguntes eso cuando está frente a la casa, a tus espaldas.

Me di la vuelta y allí estaba, sumido en algún pensamiento. No me había escuchado llegar, así que debía de estar muy concentrado en lo que fuera que estuviese pensando –al igual que yo, que no lo vi–. Lo pude adivinar por su posición: sentado con las piernas cruzadas sobre las últimas hierbas del acantilado, el codo apoyado en la pierna derecha y la mano en su pera. La mirada puesta total y completamente en el horizonte, más allá del mar y del cielo.

Me volví hacia Caroline cuando noté que me estaba hablando.

–Y, antes de que te vayas, ¿no te dije ya que me llamaras Carol? ¡Qué chica! Están igual los dos: perdidos en quién sabe qué cosas.

Me reí, porque sabía que era verdad. Últimamente pasaban muchas cosas y, aunque no quería, tampoco podía no pensar en ello. ¿Pero Matt? ¿Qué le pasaría a Matt que lo tenía tan preocupado? Está bien que no es muy abierto como para contar sus cosas, casi parece no tener sentimientos a veces. Pero obviamente que los tiene y siente cosas. Me gustaría saber qué es lo que le preocupa tanto como para estar así. Si su propia madre sabe que algo le pasa, pero no exactamente qué es ese algo, entonces no estoy segura de que yo pueda averiguarlo. Pero no está de más intentarlo.

–Ceo que ando un poco distraída. En este último tiempo las cosas están muy raras, cambiantes –me disculpé, no sabía nada mejor que decirle. Porque seguro esperaba que yo pudiera responderle qué le estaba pasando a su hijo, pero yo no tenía esa respuesta.

–Ya veo. En especial para Matt. Por lo poco que sé, tiene varias amigas y eso sí que es un cambio para él.

¿Eh? ¿Qué quiso decir con eso?

Nada más que un añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora