Capítulo 10: ser directa

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El invierno estaba llegando. Y con él los vientos más y más fuertes que azotan a los transeúntes desde el frío sur. Caminaba hacia la escuela mientras el cielo todavía no se había aclarado del todo, todavía tenía tonos violetas, ya que en otoño comienzan a verse los primeros signos de que los días serán más cortos. La mañana era tan ventosa que el mar debía estar revuelto.

Seguramente quien sí lo sabía era Matt, que vive justo frente al mar. Decidí esperarlo e ir caminando con él, ya que no me propuse llegar más temprano que la hora de entrada. Como él vive más lejos que yo del instituto, suele llegar en el horario justo, así que me dediqué a esperarlo sin ningún problema. Preferí averiguar qué sucedía con Matt y estar cerca de él para ver si podía intentar algo que me diera una pista.

Puede que la mamá estuviera paranoica y creyera que Matt tiene algún tipo de problema, pero es su madre y si sospecha algo no está de más ser precavida. Tampoco quería presionar a Matt, porque no es una persona abierta y no se puede saber muchas cosas acerca de él. Pensándolo bien, hasta ese momento yo era la persona que más lo conocía de todas sus amigas, ¡y cuán poco!

Saqué mi móvil e hice una llamada rápida a Fer para que sepa que no me esperen, que voy con Matt y le pase la noticia a Clari. Terminé de guardar mi móvil en el bolsillo del uniforme y en eso apareció él, doblando una esquina con la cabeza gacha.

Lo observé acercarse, tan sumido en sus pensamientos que no sintió mi presencia. Me quedé maravillada ante la calma que parecía haber en su persona, caminando paso a paso y sin pausa, pero tan tranquilamente. De pronto me sintió al fin y levantó su mirada bruscamente. Le sonreí y agité mi mano para saludarlo.

Aceleró el paso con esa expresión tan típica en sus ojos mieles cuando se llenan de sorpresa. Creí ver un atisbo de color en sus mejillas, producto del frío.

–Hola, ¿me estabas esperando?

–Claro. No creo que haya nada de malo en eso, ¿verdad? –aventuré, bromeando.

–No... –respondió. Bajó la mirada otra vez al asfalto y comenzamos a caminar directo al instituto.

Pasé un brazo por su cuello como hago siempre y lo miré de cerca. Seguía con la vista fija en el camino gris que teníamos por delante.

–Es sólo que...

Esperé a que terminara la frase. Pero no la terminó. Entonces sacudí un poco sus hombros con el mismo brazo con que lo abrazaba, amistosamente. Luego recordé que seguro lo incomodaba y me aparté.

–¿Y...? –¿Qué era tan preocupante que no me podía decir?

–¿Normalmente no vas a clase más temprano porque te gusta llegar antes?

Ah, era eso. No pude creer que diera tantas vueltas e hiciera tantos titubeos sólo por eso.

–Es más bien cuando hay exámenes. Me gusta llegar antes para dar un último repaso a los apuntes –lo tranquilicé–. ¿Era solamente eso?

–¡Oh! S-sí, sólo eso. Es que me sorprende que me esperes a mí.

–Eso sí que lo noté. Tu cara de sorpresa no se esconde tan fácilmente –me reí y eso le arrancó una sonrisa sincera.

–¡Luci! –se escuchó un grito de algún extremo de la calle. Lara se acercó a nosotros en un pequeño trote y me saludó agitando su mano. Luego vio a Matt y su expresión cambió, volviéndose más sombría.

Llegó a nuestro encuentro y nos volvió a saludar con un beso en la mejilla a cada uno, aunque a Matt con indiferencia. Él, por su parte, la saludó con actitud tímida, al igual que con cualquier persona del instituto que no fuésemos Clara, Fernanda o yo.

Nada más que un añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora