Capítulo 52: la llegada de Dylan

21 7 18
                                    

Ese mismo día a la tarde, mis amigos me acompañaron a hacer la denuncia correspondiente a la policía. Me ayudaron con el temita de la copia de los videos en el pendrive y, de hecho, hicimos dos copias en diferentes pendrives, uno para la denuncia y otro que me quedaría yo.

Fue un día de locos, con muchas emociones juntas. Desde tener que contar lo que pasó aquel nefasto día dos veces —una a las chicas y a Matt, y otra a la policía— hasta tener que ver más de una vez y verificar que los videos quedaran bien copiados, por no hablar de Matt golpeándose la cabeza contra la pared. No tuve mucho tiempo de pensar en eso aquel día, todo trascurrió muy rápido y fue abrumador. No sé qué hubiera sido de mí si no fuera porque estuvieron apoyándome todo el rato.

La razón por la que decidimos hacer la denuncia ese mismo día fue para no extender más el tiempo. Cuando Anahí se enteró de la existencia de los videos, habló por el chat grupal para proponer una idea que a nadie se le había ocurrido: hacer un escrache por las redes sociales. En realidad, era una muy buena idea, de esta manera se sabría el tipo de persona que era Gastón y la directora no podría hacer nada para proteger a su sobrino.

—Esa mujer va a saber lo que es tener el poder de las redes en nuestras manos. No puedo creer que te haya hecho firmar una amonestación y se haya hecho la ciega cuando vio algo tan evidente frente a sus narices —afirmó Anahí, muy indignada.

Y tenía razón. Si lo hacíamos, no se iba a poder negar de ningún modo. Pero al día siguiente venían Dylan y mi familia, por lo cual prefería que me vieran lo más tranquila posible, ya que hacía poco que había llegado y empezado a vivir sola, y no quería que pensaran que debía volver con ellos. Cuando las redes explotaran, estarían de vuelta en Mar del Plata centro y ya vería cómo les explicaba todo.


********

Y llegó octubre, el mes que mi novio vendría a vivir conmigo.

Ya habiéndome ocupado del tema de la denuncia, me sentía más tranquila para recibir a mi familia y a Dylan en casa.

A inicios de septiembre, este acontecimiento no paraba de darme vueltas en la cabeza, pero en vista de los últimos hechos su llegada había pasado a segundo plano. Tenía la mente en mil lugares menos en mi novio y me sentía un poco culpable. Pero fue un mes largo con todo lo que tuve que hacer las últimas semanas y lo que aún tenía proyectado para las redes sociales.

Llegó el día primero en el mismísimo auto de mi familia. Ya no sabía con qué más me sorprendería, o sea, en el poco tiempo que se conocían, mis padres le tenían tanta confianza como para prestarle su auto. Sus pertenencias entraban ahí a la perfección puesto que no eran demasiadas —esto me recordó a mi mudanza— y la moto era transportada por un carro enganchado a la parte trasera del Volksvagen.

Mientras depositábamos el auto con el carro y la moto en la cochera, Dylan me informó que al día siguiente vendrán mis padres a ver cómo estaba manejando todo: la casa y el negocio; además debían volver con su auto y devolver el carro que en realidad se lo prestó un vecino del edificio.

Estábamos eligiendo algún rincón de la antigua habitación de mi hermano para colocar los pocos libros que poseía de cuando iba al instituto en España y comenzó una conversación muy interesante sobre cómo estaba yendo la vida en Los Acantilados.

—Así que ese tío, Gastón, recibió su merecido... ¿Y tú mensaje decía que fue gracias a Matt?

La mención a ese desagradable nombre me descolocó por un momento. Así que procuré serenarme lo mejor posible, no estaba lista para contarle eso a Dylan ni a nadie más, honestamente. Era un tema que me agotaba mucho. Así que me concentré en el día de la pelea entre mi amigo y el matón.

Nada más que un añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora