Capítulo 21: consuelo

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Mi madre me envió un mensaje diciéndonos que nos encontráramos con ella en la puerta de la empresa, donde estaba con mi familia y la familia de Anahí. Entonces volvimos a andar por la calle San Martín en la dirección por donde habíamos llegado.

Casi podía palpar la preocupación de mi amiga en el camino de vuelta hacia la empresa, la sentía en todo lo que decía. Intentaba hacerme reír todo el rato, más de lo normal. Y lo conseguía; por eso, porque nunca expresó un "todos te lo hemos dicho", y por muchas otras cosas, estoy totalmente agradecida con ella. Espero que lo sepa.

Cuando llegamos a destino mamá nos esperaba, como dijo, en la entrada compuesta por puertas de vidrio en las que se podía observar hacia adentro. Nos recibió con la sonrisa de siempre, pero ahora aún más grande. Seguro había sucedido algo bueno.

Apenas fue divisada, Agustín corrió hasta ella y la saludó con el entusiasmo de siempre; nosotras llegamos detrás.

–Vayamos al encuentro de los demás.

Entramos en el enorme salón que era la recepción y mamá nos condujo por unas escaleras, nos mostró algunos lugares y oficinas, y seguimos caminando y subiendo más escaleras para encontrarnos con nuestras familias. Finalmente los vimos en una sala de espera que más bien era un salón porque era súper grande y espacioso.

La madre de Anahí nos saludó primero y luego siguieron nuestros respectivos padres con el tío y primo de mi amiga. Este último me recordó otra vez a Cody al recordar que predijo lo que sucedería y lo odié por ello.

Todos esperaban ahí nuestro regreso. Entonces nos encaminamos en un recorrido por el edificio, mientras nos enseñaban salones, oficinas, baños y demás, todo conformado por espacios grandes donde no había muebles –ni personas– que obstaculizaran el paso.

–¡Felicidades por la oportunidad que han obtenido! Os deseo lo mejor en esto –expresó la amiga de mi madre.

–Muchas gracias, felicidades a ustedes también –respondió mamá mirando hacia el tío de Anahí, quien sonrió.

–Igualmente.

En un momento del recorrido, creo que al final y justo antes de volver a casa, bajamos todos los pisos que hasta ese momento habíamos subido –veinte– por un ascensor extra-grande con la capacidad para transportarnos a todos nosotros y a unas cuantas personas más. Era realmente inmenso, curiosamente como cada habitación que en ese edificio había. Parecía un lugar de locos, tan grande y espacioso; si allí apenas había empleados, ¿para que necesitarían tanto espacio? ¡Y qué lujoso! Lo más raro es que ese era el futuro trabajo de mi padre en una semana. Pero qué más da, si estaba ubicado en plena ciudad de Mar del Plata.

Cuando salimos de allí, cada uno se volvió a su casa. Me di cuenta de que esa había sido la última salida que haría con Anahí en un año al menos y que había sido la mejor que habíamos hecho en toda nuestra vida juntas a pesar de lo que sucedió en la cafetería.

Pero claro, lo mejor de nuestro paseo fueron todas aquellas fotos que nos tomamos con la cámara semiprofesional, revelé algunas y las pegué en las paredes de mi habitación junto a todas las que tenía con mis amigos. Con respecto eso, Anahí fue la primera en explicar todo a mis padres, quienes me miraron con desaprobación al principio pero que, cuando llegamos a casa y para mi sorpresa, pidieron que les mostrara la cámara. Lo cual hice con mucho entusiasmo y quedaron encantados con ella. Fue un gran alivio y juro que todavía no me creía que tenía mi tan ansiada cámara. Y todo gracias a mi amiga. Cada vez que recuerdo la situación veo cuan chistoso fue todo.

Pero el viaje en auto de regreso, aunque fue sólo media hora, no ayudó a mi estado de ánimo. Si Anahí no estaba a mi lado para hacerme pensar en sus locuras y para hablar de cualquier cosa, mis pensamientos desvariaban un montón, y todo ese montón era sobre Cody. Siempre Cody, llenando mi mente de niebla cuando estaba y hasta cuando no estaba presente. Sí, había visto un fantasma; mi amiga no pudo haber usado ninguna otra expresión mejor que aquella. A pesar de que lo dijo al azar y de que es algo que la gente dice siempre, era una expresión totalmente certera. Él estaba por todas partes. Un fantasma.

Nada más que un añoWhere stories live. Discover now