Capítulo 59: la invitación

25 9 26
                                    

Las lágrimas volvieron a brotar. Dylan no estaba en casa ya y eso hacía que me enojara más, no tenía idea de dónde podría estar. Nada resultaba porque claro estaba que hablar con Matt no me había ayudado en nada, por el contrario, lo había empeorado. Y con esa actitud de distanciamiento por momentos y charla normal en otros me hacía pensar que algo malo le sucedía a él también. Pero ¿por qué tan tonto? ¿Por qué nunca me lo dijo? ¿Sería que él también estaba enfermo y por eso actuaba tan raro? ¿O simplemente había escondido el secreto de Fernanda porque ella se lo pidió y dijo toda la verdad?

No podía más, la frustración me oprimía el pecho y, si avanzaba, estaba segura de que no podría respirar. Me daría un ataque de pánico como a Matt. Llamé a Anahí, debía hablar con ella y ponerla al día, si es que ya no lo sabía. Dado el día de mierda, podía darse que hasta Anahí estuviera enterada de lo que sucedía frente a mi nariz y eso estando en España.

Marqué el número de su casa en Madrid y atendió al segundo tono. Era un domingo muy tranquilo para ella y demasiado terrible para mí. No tardó en darse cuenta de que algo andaba mal.

—¿Qué ha sucedido, tía? Te escuchas muy angustiada.

Entonces le conté todo. Lo que pasaba con Dylan, todo lo que sabía sobre Fernanda hasta el momento y la actitud de Matthew. También le dije cómo me sentía y lo que pensaba al respecto.

—En fin —solté un largo suspiro—, no sé qué hacer, Anahí.

—Chiquita... Nunca te rindas, ¿vale? Yo no puedo estar allí en este momento, pero desde aquí te escucharé siempre. Dylan es un cabrón, obviamente. No puedo creer que se niegue a tu ayuda y mucho menos que esté haciendo lo que hace. Si no cambia de opinión, terminará por arruinarse la vida. Ten paciencia con él, Luci; además, después lo llamaré y me escuchará, le diré muchas verdades, le gritaré de ser necesario. Con respecto a la amistad entre vosotros tres, os pido por Dios que se mantengan unidos, como siempre lo hacen.

Yo escuchaba todo esto en silencio, mis mejillas aún se mojaban con gotitas saladas. Por suerte yo no me alejaría de mis amigos, no tenía pensada tal posibilidad. Pero no dije nada y permití que siguiera hablando, lo necesitaba.

—No tenía idea sobre Fer, ni siquiera sospechas. Esto que me cuentas es tremendo y solamente puedo decirte que me mantengas al tanto y que estés con ella, acompañándola y haciéndole saber que es una tía muy suertuda por tener amigos como vosotros, que debe curarse. Habla con Matt, entiéndanse como sabéis hacerlo y aclaren las cosas.

Estoy y siempre estaré profundamente agradecida por su amistad, su presencia, por ser quien es, y porque su madre y la mía sean amigas desde siempre, produciendo la hermandad entre nosotras.


***

En la noche, a la hora de la cena, llegó Dylan. Llevaba un chocolate en una mano y un ramo de flores en la otra, en ese momento pensé que nunca antes lo había visto con flores.

—Lo siento, guapa, ¿me perdonas? —preguntó suavemente al tiempo que se acercaba hacia mí más lento de lo que lo había hecho jamás, como si fuera peligrosa y se tomara sus precauciones.

Lo miré un momento a los ojos. Esos ojos tan oscuros y penetrantes que parecían dos agujeros sin fin, oscuros y difíciles de adivinar en muchas ocasiones, en especial cuando comencé a conocerlo meses atrás. Pero ya lo conocía mejor y pude advertir sinceridad en ellos.

—He viajado al centro y me entretuve buscando películas para ver juntos, si me perdonas —insistió. Entonces hablé yo.

—¿Todo este tiempo?

Nada más que un añoWhere stories live. Discover now