Capítulo 31: ahora o nunca

45 13 26
                                    

Después de un tiempo viendo la escultura nos dirigimos a la playa. Hacía frío como en invierno debía ser y las nubes se tornaban cada vez más negras, pero en Madrid no hay playa y Dylan quería recorrer esta ciudad donde sí la hay, así que ahí estábamos.

El problema surgió cuando la tormenta que se aproximaba se hacía más y más evidente. Pronto las primeras gotas de lluvia, cada vez más densas y en menores intervalos de tiempo, caían del cielo gris y lleno de nubarrones oscuros.

Nos encontrábamos de pie en la arena húmeda y Dylan decidió que debíamos resguardarnos en algún lugar porque se pondría feo. Y así fue.

Salimos por la entrada de la playa hacia la calle y la cruzamos. Estábamos en la plaza otra vez y corríamos, señalando en la distancia alguna escultura que no habíamos visto antes, puesto que ahora transitábamos por el medio de aquel inmenso lugar.

Reíamos, eso era curiosamente divertido. Empaparse e intentar ver y localizar una escultura en medio de la creciente noche y de la lluvia que ya caía como baldes de agua.

Corrimos de árbol en árbol pisando los charcos de hojas secas que habían quedado del otoño, en un intento por resguardarnos de las frías gotas que caían sobre nuestros cuerpos y que se filtraban entre la ropa. Intenté agarrar mi mochila del instituto, descolgarla de mi hombro y correr con ella en mi cabeza. Pero no funcionó.

Ya nada funcionaba. Resonaban truenos cerca, por el cielo surcaban rayos y el viento soplaba, aumentando vigorosamente; empezaba a dar miedo. Nos resguardamos en uno de los pocos árboles que quedaban con hojas, aunque precarias, por lo que seguía filtrándose toda la lluvia. Respiramos agitadamente por la carrera entre la tormenta, Dylan observó atentamente el parque que nos rodeaba, tan hermoso como tenebroso a la vez, buscando algo, quizás otro árbol al que aferrarse. Un error que podría haber desencadenado un accidente, fuimos tontos en ese momento.

Luego se volvió hacia mí mientras su respiración se normalizaba y la mía también. Me sonrió de esa manera astuta otra vez, tan astuto que era perturbadoramente atrayente. Pude verlo en el resplandor de los faroles por encima de nosotros. Se acercaba más a mí y yo veía sus ojos, atenta a lo que estaba por decirme. Los nervios volvieron, y agradecí que estuviera casi oscuro y él no pudiera ver el creciente rubor que se extendía por mi rostro, revelando vulnerabilidad. Es como si pudiera saber cuándo va a hacer algo que me pondrá en una situación incómoda. Entonces dijo:

—Debo hacerlo, es ahora o nunca.

No me dio ningún tiempo para preguntarle qué es lo que debía hacer, como siempre. Sus ojos se mantenían en los míos, oscuros como el cielo en aquel momento, como escrutándome por dentro. Colocó sus manos en mis mejillas y me atrajo hacia él. Todo en una fracción de segundo, no pude reaccionar. Mi boca y su boca se unieron en un beso, uno que albergaba toda la humedad del ambiente; nuestros rostros mojados por la lluvia se movían lentamente y sentí una gota de agua que cayó sobre mi mejilla, cual lágrima. Coloqué mis manos en su cintura, su campera estaba empapada por la lluvia.

Entonces me di cuenta de que estuve esperando ese beso todo el tiempo, deseando que llegara ese momento desde que lo había conocido o, al menos, desde que me mudé a la ciudad y lo conocí mejor. Aunque lo negaba rotundamente y me decía a mí misma que era igual a Cody, ese chico me atraía profundamente. Y no, la verdad es que Dylan no se parecía nada a él; a veces actuaba arrogante, pero siempre en broma. No como un auténtico egocéntrico, como el imbécil de mi exnovio. Debía aprender que eran dos personas diferentes y que no todo el mundo es igual a todo el mundo.

Nos separamos y él permaneció observando mi boca por unos segundos, relamiéndose su labio inferior, tras lo cual sus ojos de jaguar volvieron a fijarse en los míos y yo me sentí morder mi propio labio inferior.

Acto seguido se sacó el abrigo que llevaba puesto y lo pasó por nuestros hombros, agachándose para estar junto a mí, ya que no es alto como Cody, pero sí lo suficiente como para tener que encorvarse un poco al compartir su campera. ¡Ah, ya dejá de compararlo con él, Lucía!, pensé.

Comenzamos a correr otra vez y retomamos nuestro camino por el medio de la plaza hacia nuestras casas. Volviendo a jugar a señalar las esculturas, pero ahora viéndolas más claras porque la lluvia amainó y los relámpagos se fueron, dando lugar a una simple llovizna. De todos modos, ya estábamos empapados.

Llegamos hasta su edificio y me invitó a pasar. Inesperadamente acepté. 

.

.

.

Holis!!! Este capítulo es mucho más corto de lo normal jeje, pronto seguiremos conociendo más a Dylan ;)

Espero que les haya gustado la escena del beso, una escena que define una nueva relación.

¿Les gusta cómo están yendo las cosas? Estaré leyendo sus comentarios!!! Ya saben que me encanta responderles.

¿Les gusta cómo están yendo las cosas? Estaré leyendo sus comentarios!!! Ya saben que me encanta responderles

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

¡¡¡Besos y que tengan buena semana!!!

Nada más que un añoOnde histórias criam vida. Descubra agora