Capítulo 14: cine improvisado

108 27 116
                                    

Aquel día Cody y yo iríamos al cine.

El sol estaba en lo alto del cielo, intentando calentar el ambiente, pero sin conseguirlo: había un viento que enfriaba todo cuanto se encontrase a su paso. A pesar de que ya eran las tres de la tarde, decidí no almorzar, ya que almorzaría con mi novio en su auto, de camino al cine. Parecía un día digno de ser contemplado en un viaje por la carretera, disfrutando de risas y atragantamientos con la comida por efecto de las mismas.

Pero, como muchas veces sucede, las cosas no salen como estaban previstas. A mitad de camino hacia su casa, divisé a Cody llegando hacia mí por la calle. Honestamente, no sé para qué se molestó en hacer eso; podría habérmelo dicho en su casa cuando yo llegara, pero no tenía paciencia. Tenía el semblante cargado de malas noticias, pude notar eso.

Llegó a mi encuentro en mitad de la calle Seis y me observó seriamente. Mi preocupación aumentaba cada vez más. Me besó en los labios y luego me tomó las dos manos, mirándome con sus ojos del color del cielo despejado. La expresión era grave, me asusté más de lo que ya estaba y el miedo seguía creciendo segundo a segundo.

–¿Cody? –tenía que saber que estaba pasando cuanto antes o explotaría.

Él suspiró, cerrando los ojos.

–Lo siento –todavía tenía mis manos entre las suyas.

–¿Qué está pasando? –inquirí. ¿Qué era tan grave como para tardarse tanto?

–Tuve un problema con mi auto, no podremos ir –bajó la mirada hacia nuestras manos y acarició las mías suavemente con sus pulgares.

–¿Qué le pasó a tu auto? –busqué su mirada con la mía y él la levantó hacia mis ojos.

–Solamente le descubrí un par de problemas, además de que no arranca, claro –dijo con una expresión de evidente malhumor.

Gracias a Dios. Pensé que había ocurrido algún accidente, algo malo con su familia. Un peso que no sabía que estaba allí se aflojó y desapareció mientras soltaba el aliento. Tampoco sabía que lo estaba conteniendo. Esos segundos, por más breves que fueran, resultaron muy tensos y agotadores.

Pero después de todo, no era lo peor que podía pasar. Yo había esperado algo mucho más grave, dada su expresión.

–Podemos ir viajando, nos tomamos el colectivo que va al centro. No tengo ningún problema –sugerí.

–No vas a comer en el transporte, ¿o sí? –al fin sonrió– En mi auto estarías mucho más cómoda.

Es increíble lo rápido que se rinde este chico, pensé.

–Cody, tonto, puedo comer en tu casa. Luego salimos para el cine.

Él no se mostró muy convencido.

–Se nos haría tarde. Entre que comemos y más tarde conseguimos no perder el colectivo llegaremos tarde y no estarás en tu casa para las seis, como te hizo prometer tu mamá.

Tenía razón, mucha razón. Ni siquiera había contemplado eso, se me olvidó por completo. No puedo creer que se me haya olvidado, era importante. Como sea, yo estaba interesada en la cita y de alguna manera u otra teníamos que idear otro plan para pasar el día juntos. Quería que ese día sucediera y eso íbamos a hacer.

–Está bien, es verdad. Pero, ¿te vas a rendir tan fácil? ¿Pensás cancelar la cita? –arqueé las cejas.

–Bueno..., pensaba eso –respondió bajando su mirada otra vez, avergonzado de haberlo pensado.

–¿No podrías al menos idear algo? Vos fuiste quien insistió en que esta cita se concretara, ahora luchá por ello y organizá un segundo plan –me estaba enojando con él por ser tan incompetente y me crucé de brazos para demostrarlo. No tenía ningún problema en que notara la pena que daba.

Nada más que un añoWhere stories live. Discover now