Capítulo 36: la estatua

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—¿Se supone que ahora ya puedo ir a verte y a conocerlos? —apareció más tarde en la pantalla de mi celular.

Se me ocurrió una idea mejor.

—¿Qué les parece si vamos a conocer la ciudad y Dylan viene con nosotros? Después de todo, quieren conocerlo y él también a ustedes.

Noté que la expresión de Matt se ensombreció por un instante, pero rápidamente asintió, en gesto de total acuerdo. Las chicas también estuvieron de acuerdo, incluso Anahí, con quien estábamos haciendo videollamada y quería saludar a su primo.

—Con tal de no estar encerrada, vayamos a cualquier parte; no me gustan los departamentos —comentó Lara.

—Te esperamos en la puerta. Los llevaremos a caminar —tecleé.

—No existe mejor plan para conocer a alguien. ¡Os veo en cinco! 😉 —respondió al instante.

Hicimos un par de ejercicios de estiramiento y nos levantamos del suelo con ayuda mutua. Nos tomamos de las manos entre nosotros, colocamos nuestros pies unos frente a otros y nos impulsamos. Era un ejercicio muy eficiente que nos habían enseñado de niños, además era muy divertido y ayudaba al compañerismo entre quienes lo practicaban.

Cargamos nuestros cuerpos con camperas abrigadas, bufandas, gorros y guantes, y salimos del departamento por las escaleras para entrar en calor haciendo algo de ejercicio. En la calle el viento azotaba nuestros cabellos y cuerpos.

No tuvimos que esperar mucho porque Dylan solía ser puntual y apareció al momento. Lo divisé cruzando la calle que separaba su cuadra de la mía y se me aceleró el corazón. Era tan atractivo..., incluso con esa ropa de invierno tan incómoda y con el cabello despeinado por el viento. Recordé que hace un tiempo me proponía evitarlo a toda costa y que me quería deshacer de ese chico, y sonreí. Lo irónico de la situación me hacía gracia, ahora lo deseaba con todo mi ser y quería estar a su lado el mayor tiempo posible.

Se acercó y, cuando estuvo junto a mí, me sonrió de esa manera tan abrumadora. Besó rápidamente mi cabello por encima del gorro de lana para luego dirigirse a mis amigos y presentarse. Después de darle su atención a cada uno y saludar a su prima por videollamada, se quedó de pie mirando a la calle y su mirada se iluminó, producto de una idea repentina.

—¿Qué dicen si Luci nos lleva en auto?

—Es bueno caminar —digo, segura de que nadie quiere recorrer una ciudad en coche.

Los ojos de Clari se abrieron de manera exagerada.

—¿Ya tenés la licencia para conducir?

—Así es —respondió Lara por mí.

—¿Y no nos dijiste nada? —preguntó Fer.

—Había asuntos más importantes de qué hablar estos días, no tuve ocasión de contarles.

—Su amiga conduce estupendamente —Dylan reforzó su idea.

—¡Adentro! —gritó Clara, haciendo un gesto divertido con las manos.


***

Subí para buscar las llaves del Volksvagen y, cuando volví al encuentro de todos, los vi charlando y asintiendo cordialmente con Dylan, inclusive Matt estaba participando de la conversación. Eso me hizo parar en seco, atónita. En ese momento se volteó hacia mí con las manos en el bolsillo de la abrigada campera.

—¿Vamos? —me preguntó mi amigo con una sencilla sonrisa en los labios.

Los demás dejaron la conversación y también se voltearon, esperándome.

Nada más que un añoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz