Capítulo 39: cita en el cine

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Transcurrían los días y no dejaba de sentir su ausencia, el contacto por las redes sociales con ellos no era suficiente, nunca lo era y me agobiaba fácilmente. Procuré mantener mi mente ocupada, pensando en mi maravilloso novio y mis responsabilidades como estudiante. Cierto día, Dylan me propuso una salida al cine y yo acepté sin dudarlo.

—¿Qué te gustaría ver, guapa? —dijo sonriendo mientras miraba mis ojos y mi boca a la vez; yo hacía lo mismo porque me encantaba. Amaba la manera en que sus ojos y labios se movían al compás de su voz.

—Lo que sea —respondí en actitud juguetona.

Entonces levantó la mirada, frunció el ceño como si estuviera muy concentrado pensando en alguna película mientras paseaba los ojos de un cartel a otro.

—Aquella, me han dicho que es muy buena —señaló a lo lejos una película que, por el título, parecía de terror psicológico.

Asentí, no tenía idea de cuál ver así que respeté su opinión.

Nos dirigimos a la fila para sacar las entradas. Nuestras manos entrelazadas. La cartelera iluminada con letras rojas indicaba que la película comenzaba en diez minutos y se me ocurrió ir en busca del nuestro balde de pochoclos y bebidas para ahorrar tiempo, pero Dylan no me soltó la mano, reacio a dejarme ir.

—¡Vamos a llegar tarde para la película! –protesté y actué como si estuviera enojada, aunque era obvio que me gustaba que actúe de esa manera, siempre me divirtió su forma de ser.

—Si tú crees que dejaré que te vayas de mi lado, estás muy equivocada, señorita. En lo que resta del día no soltaré tu mano ni un segundo, te lo garantizo.

Dicho esto, me besó en los labios y pude sentir su sonrisa sobre la mía, tras lo cual su mano se posó sobre mi mejilla y sus labios se volvieron mucho más húmedos que antes. Dio inicio a otro beso que me derritió totalmente, no fui capaz de parar, sólo pude dejarme llevar, sintiendo cómo Dylan aumentaba el ritmo y jugaba con nuestras lenguas. Finalmente se separó de mí agitado y tomando grandes bocanadas de aire. Y con mucha razón, yo también necesitaba respirar.

Inmediatamente caí en la cuenta de en dónde nos encontrábamos y no pude evitar sonrojarme, lo cual provocó una sonrisa de dientes muy blancos y perfectos en aquel chico de ojos profundos que me abrazaba por la cintura y me miraba desde tan cerca.

Compramos la entrada y luego la comida; pensé que, al tomar esta última, me soltaría y se enfocaría en las cosas que debíamos transportar, por eso me sorprendí cuando se las arregló para, con sus manos cargadas, entrelazar su brazo con el mío. Supe entonces que literalmente no me soltaría en todo el día y me largué a reír. Dylan hizo lo mismo y entramos al cine.

Esa película fue excepcional, con unos efectos especiales y una trama impresionante, la esencia de los personajes se reflejó perfectamente y las escenas estaban muy bien planteadas. Hablamos sobre ella un tiempo prolongado y no paramos de reír. Me hacía sentir tonta con esa sonrisa tan tentadora, no cesaba de verla una y otra vez, de mirarlo a todo él y de sentirme cayendo en telas de seda, absorta en sus hermosas facciones. Era la diversión en persona y, por aquello y mucho más, nunca me arrepentí de amarlo.

—¿Cómo va el trabajo? —le pregunté.

—Como siempre, nada nuevo —respondió indiferente.

—Trabajás en el mismo ambiente que tu padre, ¿no?

—No, trabajaba allí, pero he solicitado un cambio de ambiente y ahora estoy junto al tuyo.

—¿Con mi padre? —aquello me sorprendió.

—Sí, no soportaba la idea de respirar el mismo aire que Marcos. Además, tu papá es divertido.

Arqueé las cejas, aún más confundida por esas declaraciones. ¿Cuál era el problema con su padre? Se llevaban bien, ¿no? O eso parecía a mis ojos y a los de mi familia, al menos.

Nada más que un añoWhere stories live. Discover now