Capítulo 63: enferma

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No sé por qué me esperaba encontrarla bien. Teniendo en cuenta que estaba ausente en la fiesta desde hacía bastante tiempo sólo significaba algo malo de alguna manera u otra.

Pero evidentemente estaba arruinando la noche, la celebración que tanto había esperado. ¿Por qué arruinarla de esa manera? Me sentí muy mal por ella y, además, por mí; ya era el colmo y ese día no era uno de suerte. Me iría de aquella fiesta del infierno antes de que sucediera algo más y peor, lo decidí en ese mismo instante.

—¡Ya mismo nos vamos! —anuncié a Fernanda gritando con todas mis fuerzas por el ruido de la música y por la furia contenida. Ella, al escucharme, dio un salto y se incorporó sin peros, pasando la mirada de mí a Lara y viceversa. Nunca había visto a mi amiga reaccionar así ante nadie, yo debía tener una muy mala cara. ¿Y cómo no tenerla?

Se lavó la cara rápido y también la boca, sabía muy bien lo que debía hacer. Cuando comenzó a intentar arreglarse el cabello alborotado que había estado lacio hacía algunas horas no pude evitar rodar los ojos, la agarré del brazo y Lara abrió la puerta del baño. La música a todo volumen nos envolvió al tiempo que vi a Matt a unos metros frente a nosotras, esperando a que saliéramos. Caminé hacia él y le hice un movimiento con la cabeza, en señal de que nos largábamos. Mi amigo entendió y asintió al tiempo que caminaba por delante de nosotras, abriéndonos el paso.

En ese momento Fer comprendió que no le había ordenado salir del baño, sino de la fiesta, por lo que comenzó a protestar y a ponerse histérica. Pero Lari la sostuvo del otro brazo y seguimos nuestro camino.

—¿Qu-qué? —tartamudeó al salir al jardín. Miraba hacia atrás todo el tiempo y hacia un lado u otro, como si buscara en medio de la desesperación algo o alguien a lo que aferrarse, pero no intentó zafarse de nuestro agarre, simplemente farfullaba y se dejaba guiar por mí, aunque con cierta reticencia—. ¿Por qué?

—Es por tu bien —respondí al tiempo que pensaba y por el nuestro.

Su expresión no cambiaba, era pura preocupación desesperante y se volvía más histérica. Parecía una chica que había olvidado su bolso en algún sitio lleno de gente, un sitio como aquel. Pero lo cierto es que Fer no comprendía, por eso estaba actuando así.

No estaba dispuesta a arrastrar a Fernanda hasta su casa, aunque fuera la más cercana, no en las condiciones en que se encontraba. Entonces Matt llamó a su madre y ella no tardó ni diez minutos en aparecer frente a nosotros en un Honda gris claro y abrir la puerta del acompañante.

—A bordo —dijo al tiempo que señalaba los asientos traseros.

Matt se sentó a su lado y yo atrás con Lara y Fernanda, quien seguía actuando extraño.

Matt le indicó a Carol cómo llegar a la casa de nuestra amiga mientras yo llamaba a su madre, para que acudiera urgentemente a la casa del padre. Menos mal que todavía no era ni medianoche, de lo contrario, resultaría una molestia tanto para ella como para la mamá de Matt. Aunque, a decir verdad, fue como si Carol estuviera preparada para este tipo de cosas al atender el teléfono y llegar tan rápido. Aquello me hizo preguntarme si no estaría así por si Matt no aguantaba la fiesta y la llamaba.

Llegamos y ella nos preguntó en qué más nos podía ayudar. Pero ya era suficiente y le recomendamos que se fuera a casa; lo hizo, no sin antes advertirnos que, si necesitábamos algo, cualquier cosa, no dudáramos en llamarla. Le prometimos que así sería, aunque sabíamos que no la molestaríamos otra vez, le dimos las gracias y se fue.

Al abrir la puerta, Ramón, el padre de Fer, nos preguntó qué sucedía y por qué su esposa lo había llamado tan alterada diciendo que iría para su casa inmediatamente. Resolví decirle que todo a su tiempo, que ya le explicaríamos, pero que su hija necesitaba un descanso.

Nada más que un añoWhere stories live. Discover now