63. Hay destinos peores que la muerte

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Carlos

28 de Junio, 2:34 AM

La demencia es un paso que dí hace mucho, pero hoy crucé la línea.

No me siento bien.

El apetito abandonó mi cuerpo hace 3 días, la sed me dejó ayer. No tengo más que rabia y cortisol corriendo por mis venas. Sin contar la claustrofobia de este departamento me hace asfixiarme.

Dependemos de Michael, Tania, Thena y Lily para poder sustentar este lugar, sin contar ahora que Esther es la nueva al mando de todo lo que dejó Ray.

Las palabras de la enfermera que me avisó, siguen rebotando en mi cerebro dándole la razón a Christine aquel día que discutimos.

Somos la causa del sufrimiento de quienes nos rodean. Nosotros estamos en una constante situación de descomposición. Sea por nuestros padres, la empresa, el entorno, o nuestro pasado, siempre le causamos daño a alguien.

Hay destinos peores que la muerte, pero vivir sabiendo que eres un cargador de mierda para los destinos infortunos, debe ser ese uno de los peores...

Yendo un poco más hacia mi puta desgracia en decadencia, la oficina de mi padre, que contaba con un orden bastante específico, justo ahora se encuentra tal como la dejé en mi arrebato hace algunos meses, buscando que se yo...

-¿Porque nadie está ayudándonos...?- Pregunto mirando mi celular cuando me siento en el suelo. Una vez más llamo al número de mi madre...

Y como pasó desde que empecé a llamarla, fui directo al buzón. Así paso con ella, con mis hermanos, incluso con ese tío excéntrico que no veo desde que tenía once años.

No me pregunten que haría el por nosotros, pero quizá sabe dónde fueron a parar mis padres o mis hermanos.

-Hey...- Michael entra a la oficina, recostandose del marco de la puerta -Esther me llamó. Ya logró calmar a los suyos, y dice que puede llamar al chico que ayudó en Italia a Ray, los informes dicen que es poderoso- Comenta finalmente, pero no puedo responder a eso.

Hay un abismo y una perdida de información en mi cabeza que no me deja saber que carajo es una solución y cual no lo es.

El silencio se prolonga más o menos unos minutos, hasta que el se acerca y sostiene mi hombro con una de sus manos.

-Se que te sientes solo, y se que quizás no necesitas escucharlo, pero así como tú me ayudaste hace años, yo quiero ayudarte a ti- Agrega de nuevo -Lo que sea que decidas, lo que sea que necesites, lo que sea que pase... Estoy contigo- Refuta después, alejándose lentamente.

-¿Porque estás tan dispuesto a ayudarnos, Michael?. Por mi culpa te alejaste de la poca familia que tenías, y puede que tú también estés en peligro... ¿Que te hace seguirnos aún?- Pregunto viendo la espalda a través de poca luz que entra por la puerta.

Voltea ligeramente sobre su hombro para responder.

-No soy igual que ustedes Carlos, no me alejo cuando las cosas se ponen tensas o difíciles. Eso es lo bueno de no tener lo que ustedes tienen, sabes que quienes están contigo son por lealtad, no por interés- Responde con una media sonrisa que apenas logro distinguir.

-Te lo agradezco, Michael...- Respondo antes de ver cómo se aleja, cerrando la puerta.

La impotencia hace efecto, por no poder ser lo fuerte que juraba ser. Es demasiado para mí, y la constante culpa de no poder sacarnos a mi y a Christine de este maldito embrollo me está consumiendo lentamente...

Al levantarme, la impotencia finalmente se descarga en un golpe seco contra la pared que está cerca del librero, tumbando varios libros contables de ahí. Escucho el movimiento de una hoja cuando cae un libro en específico, abro los ojos para ver un documento que no había visto. Me agacho a tomarlo y darle un pequeño detalle, es una partida de nacimiento con el nombre de Christine.

Es extraño, no debería estar dentro de ese libro. Empiezo a leerla por la curiosidad que me causa su lugar de albergue, pero para cuando llegó a la mención del nombre de los padres, mi vista se inquieta.

Aquí no está figurando Eduardo, lo hace un tal Max Drivenar...

¿Acaso Christine no es una Midcom...?

(..)

-No puede ser posible...- Comenta Christine estupefacta, mirando el documento junto a su taza de café.

-Y además, menciona que tú lugar de nacimiento fue Alemania, no Massachusetts- Acota Thena leyendo detalladamente el documento.

-Siquiera soy americana...- Refuta Chris mientras yo acaricio su pelo, está totalmente asustada y en shock.

-Quizás ese tal Max sepa que debamos hacer...- Comenta Lily -Por algo no está figurando como tú padre, podemos decirle a Esther que investigue, si tenemos suerte, vivirá cerca- Agrega después, marcando en su celular con rapidez y alejándose para hablar por su celular.

-Mi cabello azul, mis ojos, mi abuela...- Enumera Christine, con los ojos cristalizados -¿Todo era mentira...?- Pregunta con su voz rota.

Está herida, y con razón, le han mentido sobre su familia casi tanto como mi padre me mintió a mi. Cuánto quisiera tener contacto con alguno de los hijos de mi padre, no creo que ayuden mucho, pero ocho cabezas piensan más que siete...

-Esther va a investigar, dijo que le diéramos dos días máximo- Avisa después Lily, acercándose a la mesa. Michael sostiene el hombro de Christine mientras yo me alejo para hablar con Thena.

Hay algo que no me cuadra en todo esto.

-Cuando ordenamos la oficina de mi padre, convenientemente tu organizaste ese lado de la biblioteca. Teníamos que abrir los libros para organizarnos cronológicamente, ¿Porque no viste ese documento antes?- Cuestiono cerca de su oído.

Su piel se puso pálida al mismo tiempo que se congeló por completo. Dió media vuelta para encararme de una manera tan lenta que dió miedo. Solo ví sus ojos para entender que ella estaba escondiendo algo, pero no sabía que era, y tampoco podía saber si tenía que ver con nosotros.

-Si lo ví, pero no fui lo suficientemente curiosa como para leerlo por completo- Responde viéndome a los ojos, la convicción inusual que hay en ellos es como si todo fuera premeditado, una respuesta ensayada.

No puedo desconfiar de ella, es una de las pocas que me está ayudando a pesar de estar amenazada, pero aún así, siento que hay algo que ella no nos está diciendo...

-Estoy confiando en ti, Thena, no vayas a defraudarme- Refuto devolviéndole el contacto visual sin interrupción.

-Tranquilo, yo si se cuidar la confianza y el valor que me da alguien más- Refuta con fuerza de vuelta, estampando en mi pecho el documento antes de irse.

Esa indirecta si que iba para mí techo...

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Hay indirectas demasiado directas para ser ciertas, JAJAJAJAJAJAJA.

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4 de ReinasWhere stories live. Discover now