Capítulo 12 | Parte 1.

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Capítulo 12

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Capítulo 12.

Estaba caminando por el jardín, de regreso a la terraza con los demás invitados. Todo parecía haber transcurrido con normalidad y los invitados continuaban charlando con total despreocupación.

Me dirigí hacia el lugar donde me encontraba antes de que Adrián me interrumpiera. Pude observarlo desde mi posición, sentado con elegancia y aparente seguridad junto a la señora mayor que había visto hace un rato.

Nuevamente, se percató de mi presencia mientras apoyaba uno de sus brazos sobre los hombros de ella, su madre.

Mientras la señora hablaba enajenadamente con el señor Enrique Montenegro, Adrián me observaba de una manera intensa.

«¿Su mirada sería así siempre?»,pensé.

Decidí no quedarme ni un segundo más para comprobarlo.

«Tengo que ignorar a este hombre de una vez y por todas».

Mientras dejé que la mirada de Adrián me persiguiera hasta la entrada posterior de la casa de los Montenegro, opté por ayudar a la señora May.

—Señora May, déjeme ayudarle con eso —le exhorté mientras comencé a ayudarla con los bocadillos.

—Oh, gracias, Nere. No tienes que hacerlo, cariño. Eres la invitada de mi hijo.

—No tengo ningún problema con ayudarla en la cocina, señora May —le sonreí con amabilidad.

—¡Eres una chica extraordinaria! ¡Y amable! Me alegra mucho que Jesse haya optado por la estabilidad con una mujer como tú.

«Claro que optó por la estabilidad, pero el doctor Adrián Wayne Milán no estaba pensando en mostrarme sus cartas más sencillas».

—Nere, ¿podrías llevarle esto a los invitados? —me preguntó, dándome una bandeja llena de rollos de pan con pollo y queso.

«¿¡Qué!? ¡Ah, no! Quería ayudar, pero en la cocina».

—Señora May, vaya usted con los invitados. Yo puedo encargarme de ayudarla con lo que haga falta aquí adentro —mi voz se tornaba un poco más nerviosa.

—De ninguna manera, Nere. ¡Eres la invitada de mi hijo y eres de la familia! Solo lleva esta bandeja de bocadillos y toma asiento con los demás —me exhortó convencida.

«¿Cómo se suponía que estuviese con todos los invitados? ¡Mierda, no tenía opción! Tendría que ir...».

Volví a salir por la puerta posterior para ir a la terraza, con una bandeja llena de bocadillos. Me sentía como la azafata de un avión, cargando con los estremeces mientras les mostraba una sonrisa estúpida.

Decidí dirigirme primero hacia los invitados que se encontraban más apartados del área donde estaba Adrián.

Luego, sin remedio alguno, tuve que ir hacia donde se encontraba el señor Enrique, Adrián y su madre. Sin embargo, el ojiverde me miraba de forma inquisitiva y divertida.

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