Capítulo 52 | Parte 2.

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Capítulo 52

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Capítulo 52.

— ¿Ahora? — Me cuesta pasar saliva por mi garganta. No podía creer que ella había regresado.

La señora de ojos claros asiente con timidez y preocupación. Ésta vez, su vestimenta la hacía lucir más elegante, ya que no estaba encapuchada como la última vez que la vi. Tenía unos pantalones elegantes color crema, una blusa de vestir entallada color verde oliva, y tacones del mismo color que su pantalón. Su corto y lacio cabello caía con cierta delicadeza sobre sus hombros mientras algunas canas reinaban en la raíz de sus hebras del pelo. Sin duda, en su juventud, debió ser una mujer muy hermosa.

Kenneth y yo cruzamos miradas, pero al final, asentí permisiva para que se marchara tranquilamente.

— Te llamaré. Tenemos que ir de compras para esa fiesta. — Es lo único que él me dice al despedirnos con un beso en cada mejilla.

Cuando Kenneth se retiró, me giré hacia la señora de ojos claros y le presté toda mi atención, aunque también me sentía un poco insegura.

"¿Qué podría decirme ésta mujer?"

— Bueno... — Es lo primero que logro articular al pasar saliva, sin quitarle los ojos de encima. — Usted dirá, señora...

—Jiménez —me informó nerviosa al estrecharme la mano—. Johanna Jiménez.

"Mierda. Esto no estaba bien. Pero, ¿qué se supone que deba hacer?" Pensé.

Sé que Adrián se niega con rotundidad a que su madre biológica se me acerqué, pero me encontraba entre la espada y la pared. Tampoco podía ser mal educada y dejarla justo aquí con la palabra en la boca. No podía ser ese tipo de persona, y mucho menos con alguien que no me ha hecho nada. Al menos, de momento...

—Señora Jiménez, ¿de qué quiere hablar conmigo? No me conoce de nada.

— Con sólo saber e intuir que él te ha escogido a ti, es más que suficiente mis intenciones de hacer éste acercamiento.

— ¿De qué habla? — Achico los ojos.

— De que es muy raro verlo todo el rato acompañado de una mujer. — Espeta y estudia mis facciones por completo. — Es la primera vez, desde que lo observo a escondidas, que tiene tanto entusiasmo por una mujer.

— ¿Lo espía? — Me pongo en alerta y frunzo los labios. La observo con neutralidad, pero ella no parecía molestarle mi distante comportamiento.

A pesar de lo difícil que era Adrián, no quería que nadie le hiciera daño.

— Supongo que ya sabes quién soy... — Susurra insegura y baja su tímida mirada, aunque sujeta su bolso sobre su hombro con ímpetu, como si le costara éste acercamiento.

No le digo nada al respecto, pero estoy segura que mi mirada lo dice todo.

— Él... Él te lo ha dicho, ¿verdad?

Asiento de forma mordaz y cuidadosa.

— Me lo confirmó, porque ya lo intuía.

— ¿Se enojó? — Al levantar un poco su cabeza, me dedicó una preocupante mirada.

"¿Qué si se enojó? Se enfureció ciegamente, que es distinto."

Sólo asentí con cierta tensión e inquietud.

— Yo... Lo lamento. No quise... — Niega y percibo que sus ojos se empañan. — ¿Sabe? No fue mi intención interrumpirla aquella vez en el hospital y en las afueras. Es que... ha sido toda una impresión para mí verlo a su lado tan feliz, despreocupado, y sonriente. Tenía que saber quién eras, aunque aún no lo sé con exactitud. — Se acerca a mí y me tenso. Posa su mano sobre mi hombro y su cálida caricia me causa un extraño sentimiento. — Perdona mi intromisión. No debí venir. — Se gira, dispuesta a marcharse.

— No. Espere. — La alcanzo y se detiene con dudas. — Si vino hasta aquí para hablar conmigo, es por él. ¿No? ¿Qué es lo que quiere realmente de él? — Mi voz se torna un poco desesperada al percibir su extraño silencio. Necesito respuestas.

— No quiero hacerle más daño del que ya le he hecho cuando lo dejé, sí es lo que cree, señorita...

— Doménech. — Recalco, con la intención de lograr retenerla un poco más. — Alysha Nerea Doménech. — La rodeo. — Puede decirme Nere, si quiere... — Rio nerviosa y temerosa. — Aunque Andy me dice "Aly," como mis padres. Pero eso ya es cosa de él. — Le comento mientras pienso que esto no le gustaría para nada.

La señora Jiménez parpadeó repetidas veces al observarme con atención, intentando recomponerse al escuchar que tuteé a su primogénito.

— ¿"Andy"? — Traga saliva y se seca una lágrima que rodaba discretamente por su pómulo.

— Ah... Yo... Sí, lo siento. Es que así lo llamo con cariño. — La miro con inquietud. — ¿Está... llorando? — No sé cuáles son sus razones y su pasado con Adrián, pero me causa dolor lo que veo.

— Perdona. — Se disculpa rápidamente. — Es que me da mucha alegría conocer que él está bien a pesar de todo...

"Está muy jodido, señora. Pero es mi niño."

Un vehículo se detuvo a unos cuantos metros de distancia. Al fijarme con cierta curiosidad, un señor de una edad parecida a la de la señora Jiménez nos observaba a lo lejos con cierta preocupación. De hecho, en el asiento posterior estaba una chica joven que asomaba su rostro por la ventanilla. Evidentemente, la estaban esperando.

— Tengo que irme. Disculpa las molestias...

— No puede irse sin más. ¿Cuál es el propósito de buscarme? ¿Qué quiere demostrarle a él? — Insisto.

Aunque la señora intercambia miradas con la que supongo que es su familia, vuelve a fijar sus ojos en mí con tristeza y preocupación.

— Volveré a buscarla en otro momento. Tal vez me he precipitado en hacer esto...

— ¿En hacer qué?

— Buscar las maneras de acercarme a él.

— ¿¡Qué!?

— Sí. — Afirma con timidez. — Pero dado a que se ve muy bien, no creo que haga falta.

— Señora, él no fue quién la abandonó a usted. — Espeto con un dolor agudo en mi pecho. — Era obvio que Adrián haría su vida, aunque eso haya supuesto un reto doloroso para él.

— Lo sé. — Acepta con sinceridad.

— No sé las razones y tampoco la juzgaré, pero tiene que saber que él no está sólo. Lo cuidaré de quién sea, y eso la incluye a usted, si es que verdaderamente él no puede soportarlo.

Aunque muestra impresión, no parecía molestarle mi reticencia.

— ¿Él te lo ha dicho todo? ¿Te ha contado las razones? — Pregunta confusa, refiriéndose al abandono de su hijo.

— No. — Admito con cierto fastidio dentro de mí. — No ha entrado en muchos detalles ni me ha explicado las razones. Pero lo amo. Y puedo sentir lo mucho que eso le afecta a él.

Ella traga saliva y suspira pesadamente al acercarse a mí con dudas. Coloca su mano sobre mi hombro y me mira fijamente a los ojos, los cuáles me inquietan al ser tan idénticos a los de Adrián.

— Le prometo que más adelante la invitaré a un café y lo hablaremos. — Zanja. — Claro... si realmente está interesada. Pero mientras tanto, no tengo nada que buscar aquí, señorita. Pensaba que sí y que sería buena idea, pero creo que me he precipitado. Él no me necesita, y lo sé. Al menos, no como yo lo necesito a él. — Intenta tocar mi mejilla con cuidado, pero al final, sólo se queda en un gesto intencional que no sucedió.

La señora Johanna Jiménez se marcha decidida, dirigiéndose al vehículo familiar que esperaba por ella.

MCP | El Internado ©️ (¡Disponible en físico!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora