Capítulo 39 | Parte 2.

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Capítulo 39

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Capítulo 39.

(Adrián)

Automáticamente, uno de mis empleados abre una de las enormes alas de la puerta principal de mi casa. Rubén, el padre de Frankie, había sido el mayordomo de mis padres adoptivos, pero ahora trabaja para mí.

— Doc... — Su postura elegante se desgarba por unos segundos al ver a Alysha entre mis brazos. — Doctor... — Intenta disimular su impresión.

Camino con prisa, con la intención de llevarla a mi habitación. 

— Señor Rubén, necesito que le diga a Margarita que prepare un buen desayuno para mi visita. — Sigo mi camino, dirigiéndome hacia las escaleras en forma de espiral que se ubican en el vestíbulo de la casa. — Qué sea un desayuno fuerte. — Ordeno.

Mi mayordomo palidece al verme con una chica desmayada entre mis brazos. Probablemente, intuya que me he vuelto más loco de lo que ya estoy.

Realmente me había vuelto loco. Por ella. Por mi Aly.

Al subir las escaleras, me dirijo hacia mi habitación al cruzar largos y lujosos pasillos. Con cierta prisa por verificar los signos vitales de ella, la coloco en mi lado de la cama con cuidado.

Su cuerpo desgarbado y evidentemente desplomado reposa desinteresadamente sobre el colchón. La miro así por unos segundos, dormida, inconsciente, sabiendo que no tiene ropa interior y que sus deliciosas piernas están totalmente expuestas para mis ojos.

Mis trastornos quieren traicionarme por completo. Presiono mis labios con molestia y fuerza.

"¡Maldita sea! ¿¡Por qué carajo ésta niña tiene que causarme tantos dolores de cabeza!?"

Se me pone dura de inmediato. Aún así, es humillante para mi oculto ego tener que atenderla como una paciente más mientras mi miembro palpita con ansias.

No, no, no, y no. No puedo estar sin ésta mujer. Tendrá que perdonarme. Tal vez no hoy, pero tendrá que hacerlo. La deseo todo el jodido tiempo. Se me hace agua la boca de tan sólo admirarla.

Nunca me canso de mirarla, igual que había hecho desde que era un joven. Tengo la misma reacción y el mismo efecto apendejado como hace años.

La dejo por unos segundos para ir hacia mi gran armario al buscar uno de mis maletines médicos. Justo cuando lo encuentro colocado sobre una estantería con un moderno perchero lleno de trajes de etiqueta en perfecto orden, vuelvo a acercarme a la cama.

Abro el maletín. Lo primero que hago es colocar mi estetoscopio Littmann sobre mi cuello para verificar sus pulsaciones y sus signos vitales. Al presionarlo un poco sobre su pecho, automáticamente, me arqueo con incomodidad y excitación. Pongo los ojos en blanco con fastidio al comprobar el gran poder que ella tiene sobre mi cuerpo.

MCP | El Internado ©️ (¡Disponible en físico!) ✓Where stories live. Discover now