Capítulo 1 | Parte 2.

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Capítulo 1

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Capítulo 1.

(Adrián)

Realmente le había dicho todo eso a ella. Le había dicho lo jodido que yo era, y aún así, no sé había ido corriendo. Debo admitir que me sigue sorprendiendo. Apesar de que apenas era una jovencita que aprendía de sus experiencias sexuales conmigo, no es una ingenua como hubiera creído en otro momento. Pero, ¿por qué me siento tan interesado en qué permanezca a mi lado apesar de lo qué no creo poder darle? ¿Por qué estoy siendo egoísta para tenerla? Yo sé que no puedo ofrecerle ese sentimiento llamado amor, lo sé, porque nunca he merecido ese tipo de sentimientos, y por ende, tampoco sé transmitirlo. Pero es mía... es mi niña, mi jovencita. Siempre la he querido para mí, desde que era un veinteañero, y apesar de que antes la veía con una especie de amor platónico, lo cuál es ridículo, no pienso renunciar a ella tan fácilmente.

Jesse es mi amigo, pero lamentablemente nadie toca lo que es mío. No permitiría en lo absoluto que él probara lo que es sagrado para mí. Punto. Ella hace que yo pueda saciarme por completo sin llegar a los puntos de mis necesidades.

Mi oscuro ángel y yo estábamos satisfechos de tener a nuestra chica. Lo único que puedo pensar cuando la tengo a mi lado es en cómo ingeniarmelas para darle placer, para hacerle lo que yo quiera de una y mil formas. Lo único que pienso a cada instante es en cómo quisiera tenerla desnuda para mí sólo en todo momento.

Era una jodida mierda el que a veces tuviera que atenerme por cuestiones laborales y profesionales. Si mi padre no fuera el encargado de su internado, y no fuera mi futura estudiante, quizá las cosas fueran un poco más sencillas para ambos. Aunque, tenía que admitir que tenerla cerca me agrada en lo absoluto. Ella no lo sabía, pero yo estaba muy al pendiente de sus movimientos en el hospital, y podía cuidar de ella en silencio. Admito que eso me hace sentir seguro y que puedo tener el control de las cosas, puedo ser autosuficiente con todo sabiendo que la tengo muy cerca. Pero eso también era una contradicción para mi, porque esto me estaba sabiendo a dependencia. Estaba dependiendo de sus besos, del aroma de su cabello, de la textura de su piel. Dios... y como gime cuando la poseo. Es toda una delicia la jovencita.

Sonrío con suficiencia al mirar el ambiente nocturno del exterior por la ventana del copiloto. Mi perdida mirada se reflejó en el cristal de la ventana, recordándome el color verde que había heredado de mi madre biológica. Siempre odié cualquier cosa que me la hiciera recordar, y eso incluía algunos rasgos físicos en mi. Detestaba el gran parecido de mis ojos con los de esa mujer, pero desde que me di cuenta que a Aly le causan efectos, lo disfruto mucho. Ella me ha dicho de alguna forma que le gustan mis ojos, y yo sólo puedo arquearme en este momento como un pendejo al recordar lo mucho que le gusto.

Esa joven me tiene cautivado y muy apendejado. Tengo que estar en alerta, porque no quiero que tenga ningún control sobre mi. Me niego. Ninguna mujer lo ha hecho y no puedo permitir que Aly sea la excepción.

— Ésta noche está muy callado, Doctor. — Mi chófer y amigo me saca repentinamente de mis pensamientos. — ¿Sigue preocupado con la investigación de su padre? — Pregunta con cierta preocupación.

Frankie es mi chófer, y ha sido mi amigo por largos años. Mi padre lo había contratado para que me llevara a todos lados desde que era un estudiante interno, incluso también cuando estudié en Harvard. Ahora que yo podía permitirme cualquier cosa, trabaja directamente para mi. Siempre ha sido mi mano derecha y es muy discreto en cuanto a mis temas laborales y personales.

— Entre eso, mis jodidos trastornos, y mi chica... — Pongo los ojos en blanco automáticamente, pero sólo yo estaba consciente de eso. — Sí, hay razones para que yo esté callado.

Frankie me observó por unos segundos, mientras conducía, como si yo me estuviera volviendo completamente loco. Aunque lo estoy...

— ¿Tu chica? — Ríe muy socarrón.

— Por favor, Frankie.

— Oye, lo siento. ¿Sí? — Esta vez suelta una carcajada que me fastidia, pero intento no hacerle mucho caso. — ¿Desde cuando usas esa manera de referirte cuando estás con una mujer?

— Ella no es como cualquiera, Frankie. — Mi tono era muy cortante y eficiente. — La conozco desde que era un chico. — Arreglé mi referencia. — Me gustaba. Ya sabes que a esas edades sueñas con cursilerías y ese tipo de pendejases. — Me encogí de hombros. — Por alguna razón, nunca tuve la oportunidad. Además, era menor de edad. Tuve que contenerme y tener cojones para no hacer nada. Han pasado bastantes meses desde que me la volví a encontrar, y simplemente desde que la vi, la quise para mi. — Fruncí el ceño, porque no estaba seguro si era sólo así de simple.

— Claro, y como ahora ya eres todo un médico cirujano, se ha meado por ti. — Frankie se reía con normalidad. — Supongo que fue sencillo para ti.

— ¿Quieres qué te diga la verdad? — Volví a mirar por la ventana, intentando calmar la emoción que esa niña me hacía sentir. Me mantuve serio, restándole importancia superficialmente. — Es la primera chica que me ha puesto a sudar y a tener cojones para insistir. Es tierna, dulce, y es una preciosura. Pero no es fácil. Tiene un carácter y una lengua viperina que... Dios, ganas no me faltan para amonestarla a mi manera. — Muerdo mi labio inferior al sonreír levemente, como un chico bueno por tener a su niña.

Presentía que Frankie sonreía en silencio, disfrutando de los nuevos acontecimientos y mis nuevos comportamientos hacia una mujer.

— Por como hablas, parecería que estás...

El teléfono de Frankie interrumpe nuestra divertida conversación. Apesar de que estaba al volante, él era muy eficiente. Estaba a punto de responder, pero mira extrañado la pantalla de su teléfono.

— ¿Todo bien? — Achico mis ojos, curioso por su expresión.

— Es tu padre.

— ¿Qué? — No podía creerlo cuando me extendió la mano para entregarme su teléfono.

A esto habíamos llegado. Ahora resulta que cuando mi padre no me localiza en un par de horas, es capaz de llamar a dónde sea contar de contactarme.

— Padre. — Respondo fríamente.

— ¿¡Dónde carajos estás, Adrián!? ¡Tenemos una reunión muy importante con la OMS, y hoy más que nunca te tomas puesto!

— Lo siento. Ya voy en camino, y ya Thompson me avisó.

— ¡Necesito que estés aquí! — Estaba muy agobiado al otro lado del teléfono. — Hijo, escucha.... Yo sé, y entiendo que tengas una vida privada. Sé que tienes una vida fuera del contexto médico, y que especialmente tu labor no es sencilla, pero esto es importante. Esto no será sencillo de trabajar, y cada vez empeora más. — Suspiré agobiado, y también igual de preocupado que él. — Siento miedo, hijo, y mucho. Sólo pienso en... en... todo lo que está en mis manos, y de paso si yo no pudiera, pues en las tuyas.

— Papá, tranquilo. — Toco mi frente con desespero.

— Sé que estás agobiado con esto, pero eres lo único que tengo, hijo. Eres la única persona en quién confío para algo tan delicado como esto. Ya sabes que esto no puede pasar a otras manos, porque se aprovecharían y dejarían a muchas personas morir. Me niego a que suceda de esa manera, no confío en nadie ahora mismo, excepto en ti, hijo mío.

Yo sabía que así era, y yo tampoco quería permitir que las cosas fueran más graves de lo que ya son. Si estaba en nuestras manos el evitar que millones de personas murieran, entonces, yo haría hasta lo imposible, porque mi vocación y el sentido humano de vivir, así me lo disponía.

MCP | El Internado ©️ (¡Disponible en físico!) ✓Where stories live. Discover now