Capítulo 4.- Solo y con azúcar.

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Llevaba días sin escuchar esa voz. Sin ver como sus ojos chocaban con los míos, como me miraban, como me examinaban, aunque solo fuera intentando buscar una respuesta lógica a mi estúpido comportamiento ante ella. Ante mi estado de objeto inerte, paralizado y completamente estático.

No había vuelto a verla. Estaba enfadada conmigo misma por cómo había actuado. Una completa idiota. Sin ser capaz tan si quiera de dirigirle una palabra, un gesto, un saludo. Creo que ni tan siquiera fui capaz de pestañear ante sus ojos azules. Nada.

-Ufff. –Entró Lincoln resoplando casi como un huracán mientras se frotaba las manos con efusividad. –Cada día hace más frío.

-Has vuelto a llegar tarde. –Le reproché haciéndome un poco la enfadada con él, cuando en realidad el enfado seguía conmigo misma y desde hace días. Reprochándome una y otra vez mi actitud.

-Culpa de la rubia cantante que cada día tiene más seguidoras. –Me dijo entrando en la barra. –Parece que despierta cierta curiosidad también entre las féminas. –Dijo sonriente mientras me miraba, consciente plenamente de sus palabras.

Sin darme cuenta mi propio cuerpo reaccionó, y a la vez que el entraba en la barra de la cafetería, yo salía.

-¿Dónde vas? –Me preguntó casi ya saliendo por la puerta, aunque yo ya sentía su voz casi en un susurro.

Ni si quiera le respondí. Tan sólo dejé que mis pies me guiaran hacia su voz.

Allí estaba, sentada en su banco, porque yo ya sabía que aquel era su banco, que sería su banco de por siempre, se encontraba tocando su guitarra y regalándole al mundo su preciosa voz.

Me hice un pequeño hueco entre la gente. Gente que seguramente no sabían apreciar ese regalo que ella nos hacía con la emisión de su voz. Era cierto lo que decía mi amigo, su número de admiradores había aumentado. Y de forma algo considerable a decir verdad.

Cuando paró de cantar sonreía agradecida a aquellos que dejaban monedas sobre el estuche de su guitarra. Y nuevamente yo como una estúpida había olvidado coger algo de dinero. ¿Pero dónde demonios tenía la cabeza?

-Estupendo. –Me reproché en voz baja a mí misma mientras intentaba buscar una solución. ¿Pero que le iba a decir? Mira perdona, resulta que llevo días nada más que pensando en tu voz y no he podido ni pensar en coger algo de dinero. Perdona mi despiste. Pues no. Claro que no iba a decirle tal cosa. Ya había parecido estúpida, acosadora ya era otra cosa.

Pero tuve claro algo. No iba a dejar pasar la oportunidad de intentar mantener aunque fuese una breve conversación con ella, un saludo o un gesto amable. Se lo debía, más que nada por mi falta de amabilidad las veces anteriores.

Esperé a que la gente se disipara un poco para avanzar más hacia ella. No quería hacer el ridículo delante de nadie más si por cosas de la vida mi cuerpo volvía a convertirse en piedra.

-Hola. –Dije con la garganta prácticamente seca.

-Hola. –Me contestó ella amablemente, con una dulce sonrisa.

-Me llamo Lexa. –Dije extendiéndole la mano. Gesto que hizo que me mirase un poco extraño.

-Clarke. –Contestó estrechándome la mano.

Clarke. Repetí en mi cabeza. La dueña de esa preciosa voz y ojos se llamaba Clarke.

-Parece un poco tonto....pero nunca llevo dinero encima cuando te escucho. –Dije explicando mi comportamiento siempre ante ella.

Tal vez (AU) -Español [Clexa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora