Capítulo 19.- Eso era cruel. Muy cruel.

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Y siempre me pasaba igual, siempre que la enfermedad atacaba mi garganta yo parecía no ser persona. Esa dolencia me atacaba por completo y yo me sentía completamente fuera de juego. Era como si esos bichitos insignificantes que atacaban un punto en concreto de mi anatomía me derrotasen por completo, me hicieran caer cual avanzadilla ante el enemigo. Cual animal salvaje que cae a los pies de la melodía tocada por Orfeo. Como si mi alma, mi cuerpo y todo mi ser se postrara ante él. Una rendición absoluta y totalmente completa.

Y siempre ocurría igual. Era como algo inevitable. Algo sobre lo que no podía hacer nada. En esos días Morfeo se paseaba libremente por mi habitación, se colaba allí y pasaba horas y horas conmigo, sin tan siquiera yo poder negarme. Parece que el tan familiar dios se divertía viéndome derrotada en la cama, viendo como mis ojos pesados y mis pocas fuerzas, me hacían estar sometida ante él. Divirtiéndose viendo como yo no podía hacer nada para librarme de él. Porque lo nuestro era una relación amor odio. Estaba claro. Porque cuando lo necesitaba e imploraba su presencia se escapaba sin compasión alguna, pero cuando quería que se alejase de mí, se aferraba con fuerza a mi cuerpo.

-Lexa. Lexa. –Decía su voz dulce cerca de mí. Yo sabía quién era la dueña de esa voz. La misma dueña de mis pensamientos y mis sueños cada noche. La rubia que había entrado en mi vida de forma tan directa. Sin frenos. Sin aminorar el ritmo. Sin tomar la carretera más larga. Directamente con atajos directos y sin pisar el freno en ni un solo segundo.

Pero lo que no sabía es si todo era producto del sueño, de la imaginación, del maldito Morfeo aliado con cualquier dios gracioso, o de la realidad.

-Lexa. ¿Estás bien? –Preguntó Clarke esta vez meciéndome con cuidado, acariciando ligeramente mi hombro.

Y su tacto fue lo que me indicó que nada de sueño ni de imaginación. Clarke estaba ahí a mi lado. Despertándome.

-Hola. –Fue lo que logré decir, con la voz rasposa y la garganta tremendamente irritada mientras de forma perezosa abría los ojos poco a poco.

-Tienes mal aspecto. –Dijo preocupada mientras repasaba mi rostro con la yema de sus dedos.

-Estoy...bien. –Pude decir soltando un leve carraspeo.

-Sí. Ya veo ya. –Dijo ella de forma irónica. –Ni se te ocurra levantarte hoy de la cama. –Dijo como una madre a su hijo.

-No. –Contesté yo casi en un susurro e intentando salir de las sábanas. Algo que fue un autentico fracaso absoluto.

-No. –Repitió ella alzándome las dos cejas y señalándome con el dedo índice. –No te mueves de aquí señorita. Voy a buscar la farmacia de guardia y avisaré a Lincoln. –Dijo con absoluta seguridad. Una seguridad casi abrumadora. Ojalá yo tuviese la mitad de esa seguridad para hablar ante ella.

-Pero... -Intenté articular palabra, pero ella me alzó más las cejas en símbolo de advertencia, y a mi tan sólo me quedó cerrar los labios y esperar sus indicaciones de nuevo.

-Túmbate bien. –Me dijo mientras me arropaba de nuevo. –Hasta tienes fiebre. –Me informó tras depositar sus labios cuidadosamente sobre mi frente. Y aún así, soportando esa situación, yo tenía que agradecer en cierta manera mi enfermedad, ya que gracias a ella de nuevo sentí el contacto de sus suaves labios sobre mi piel. –No intentes salir de la cama, solo te dejo ir al baño. ¿Me oyes? –Me soltó en tono de advertencia pero con una dulce sonrisa en sus labios, a lo que yo tan sólo pude asentir ligeramente.

No supe realmente cuanto tiempo pasó hasta que Clarke volvió de nuevo a casa. Hasta que apareció de nuevo ante mí.

-Tienes que comer algo. –Me informó haciendo hueco en mi mesita para colocar una bandeja con zumo, algo de fruta y cereales. –Y después las medicinas. –Decía mientras yo me incorporaba un poco en la cama, apoyando mi espalda en el cabecero. –He hablado con Lincoln de camino, ya sabe que estás enferma. Después iré a echarle una mano, no sin antes asegurarme que tomas los medicamentos. –Me aclaró mientras me pasaba el vaso con zumo.

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