Capítulo 29.- Gracias hermanita.

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Así de pronto el día de fin de año había llegado. Un día en el que aunque había compartido muchos momentos con Clarke, en el que incluso le ayude a preparar esos magníficos canelones, no pude evitar acordarme de aquello que me provocaba ese rechazo para ir al pueblo. Para volver a enfrentarme a esta realidad. Porque sentía cierto rechazo. Rechazo al volver a esa casa dónde estábamos pasando estos días de vacaciones. Unos increíbles días de vacaciones debo admitir. Porque el hecho de poder compartirlos también con Clarke fue algo totalmente increíble. Algo único y maravilloso, tal y como lo era ella. Y así sin quererlo esos días de navidad habían producido una ilusión dentro de mí como no hacía años.

Y aunque yo había ganado en mi vida a una persona tan extraordinaria, magnifica y fascinante como era mi adorada diosa particular... El recuerdo de haber perdido a alguien con esas mismas características e incluso más, me torturaba de forma paciente y sufrida.

Hacia unos cuantos años que había perdido la presencia de mi abuela materna, al abuelo ni llegué a conocerlo por desgracia, cosa que me hubiese encantado ya que las historias que se contaban sobre él eran muy interesantes, se podría decir que por la información que había estado reteniendo durante años, el abuelo era algo así como Ontari pero en hombre. Un personaje muy peculiar. En cambio a la que conocí fue a su increíble mujer. Esa mujer fue la que prácticamente cuidaba de mi hermana y de mí cada tarde en la que mi madre tenía que trabajar para sacarnos adelante tras la huída cobarde del que decían que era mi padre. Una mujer que había compartido conmigo tantas historias y anécdotas que casi las sentía como propias. Como si realmente me hubiesen ocurrido a mí misma en primera persona. Una mujer que lograba que su sola presencia me provocase una gran felicidad y un enorme estado de paz. Y una mujer que con su pérdida repentina trastocó parte de mí ser. El perder a alguien tan cercano me hizo cerrarme un poco a los demás, soy consciente de ello, no lo niego, aunque tampoco me gusta hablar mucho del tema ya que puedo seguir sintiendo ese dolor incluso bajo mi piel, y sentir como mis ojos se cubren de ligeras lágrimas cuando pienso en ella o la recuerdo.

Irremediablemente ese día tan especial para algunos, para mí uno más como otro cualquiera, me hacía recordarla con más intensidad. Me hubiese encantado poder compartir un momento más con ella. Me hubiese encantado poder escuchar de nuevo su voz contándome mil y una aventuras de cuando era joven. Me hubiese encantado poder seguir viendo esos ojos pequeñitos pero de un color verde tremendamente intenso. Haberle podido contar lo bien que me iba con el negocio y contarle lo maravillosa que era Clarke, algo que ella misma hubiese podido comprobar. Pero tan sólo me quedaban sus recuerdos, maravillosos por cierto. Unos recuerdos que yo guardaba bajo llave en el laberinto que solía ser mi mente.

Aproveché un descuido en casa para visitar ese mirador en el pueblo, donde yo encontraba paz y tranquilidad mientras todos charlaban animadamente moviéndose entre la cocina y el salón, preparando lo que sería la última velada de la noche. Esa velada que solía traer tanta nostalgia.

Necesitaba tranquilidad. Unos minutos para mí misma. Unos minutos que me sirvieran para organizar todo el año en mi atolondrada cabeza. Unos minutos para analizar como mi vida había cambiado. Una vida en la que mi prioridad era la cafetería, llegar a casa, intentar distraerme con algo hasta la hora de dormir y fin. Y así un día y otro día. Hasta que Clarke llegó a mi día, logrando que cada uno fuera diferente, ya sea por ver tan sólo su figura en la calle, escuchar su voz, sentir un poco de su atención, o ya como colofón final encontrarla tras la puerta de mi casa cada día. Y eso era algo que realmente me hacía sentir feliz y especial. Especial porque al fin los dioses se apiadaron de mí, y aún con mi gran torpeza ante ella, Clarke seguía a mi lado. Y no podía negar que me moría de ganas por dar más pasitos junto a ella, pero yo era feliz así, con su presencia, su dulce voz y su atenta mirada me bastaba. Y eso era realmente lo que me hacía feliz, tremendamente feliz.

Tal vez (AU) -Español [Clexa]Where stories live. Discover now