Capítulo 30.- ¿Has pedido un deseo?

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Como siempre Lincoln y yo éramos los encargados de la mesa, aunque creo que era más bien una forma muy directa de decirnos que estuviéramos lo suficiente lejos de la cocina. Nadie confiaba en nuestras grandes dotes culinarias.

Y como la noche antes del día de navidad, nuestra casa se llenó en un momento entre tía Indra, mis primos y los padres de Lincoln. Y como cada año Lincoln y yo nos mirábamos asombrados tras terminar de decorar la mesa y asentir como si hubiésemos hecho la mejor hazaña del mundo. Como si verdaderamente aquello fuera lo más importante y que los platos que estuvieran por salir de la cocina serían sólo una simple distracción de lo verdaderamente destacable de la noche que estaba por venir.

-Voy a encenderla. ¿Te parece? –Le pregunté a mi amigo señalando la chimenea.

-No estaría mal. –Confirmó él mirándome. -¿Te ayudo?

-No es necesario. Yo me apaño. –Dije seleccionando un par de troncos que tenía mi madre en una cestita cerca de la chimenea.

-Genial. Voy a intentar colarme en la cocina. –Sonrió como si aquello fuera la mayor travesada del mundo.

-Buena suerte amigo mío. –Le dije sabiendo que en cuanto pusiera un pie en la cocina las voces de: fuera de aquí inundarían el lugar.

Otra cosa no, pero encender el fuego se me daba bastante bien. Quizás en ese sentido el único dios que siempre me acompañaba era mi querido Hefesto. Pobre dios de triste vida, acomplejado y expulsado de entre su gente, pero con una gran recompensa, esa de tener a la mujer más guapa del mundo, la maravillosa Afrodita. Aunque también es cierto que tras conocer a Clarke, mis dudas sobre si Afrodita era la mujer más guapa del mundo cojeaban un poco...por no decir bastante. ¿Acaso alguien superaría su belleza? Yo creo que no.

-Vaya. Qué bonita. –Dijo Clarke tras de mí. Sobresaltándome con su voz y su presencia. Haciendo que se me cayera de las manos el último tronco que iba a disponer en la chimenea. -¿Te ayudo? –Me preguntó cuando giré mi rostro y la vi cerca de la mesa, dándome cuenta que se refería al trabajo que habíamos hecho Lincoln y yo sobre la mesa.

-No hace falta. –Sonreí mientras me encargaba de prender el fuego.

Sentí como se dirigía hacia mí mientras yo me incorporaba para quedarme de nuevo de pie ante la espera de su siguiente acción o palabra.

-Te queda muy bien. –Sonrió acariciando el jersey sobre la zona de mi hombro.

-Es una vieja tradición de mi hermana. –Respondí sonriente mientras ambas mirábamos el dibujo de la prenda. El típico jersey navideño, de color rojo con copos de nieve y unos renos en la parte central. –Desde pequeñas vestimos parecido para esta noche. Parecemos un poco tontas. –Sonreí un poco avergonzada al encontrarme en tremenda contraposición. Porque mi increíble diosa vestía de forma sencilla unos vaqueros y una camisa azul que resaltaba el color de sus increíbles ojos, mientras yo vestía como una niña pequeña ante su atenta mirada sonriente.

-Estás preciosa. –Me dijo pasando su mano con cariño por el contorno de mi mandíbula. Logrando que ese gesto me convirtiera en un manojo de nervios. Su tacto delimitando mi rostro fue demasiado para mí en ese momento. Sentí como las piernas estaban a punto de fallarme.

-Tú... Tú también. –Articulé como pude mientras ella seguía sonriendo, sin apartarme la mirada. Clavando sus ojos en mí.

-¿Vamos a la cocina? –Me preguntó apartando su mano de mi rostro y extendiéndola entre nuestros cuerpos, en señal de que la cogiese. Algo que por supuesto no desaproveche para nada. Porque aunque últimamente Clarke buscaba más mi contacto, no era apropiado rechazarlo, y más cuando yo lo deseaba con tantas fuerzas.

Tal vez (AU) -Español [Clexa]Where stories live. Discover now