21.-Dia de la boda

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Los días iban pasando, desde la pelea que tuvieron aquella tarde cuando Samuel la había visto besándose con Paul, ninguno de los dos volvió a buscar al otro, aunque ambos se morían por verse y hablarse, ninguno de los dos cedía, no quería quedar débiles el uno frente al otro.

Andrea había escogido su vestido, era hermoso, blanco y largo, con pedrería en el contorno del escote, descubierto de la espalda y con diamantes a los costados de la cintura, no era liso, pero tampoco completamente acolchonado, era más bien, exacto, sin exagerar, y decente, era tal y como ella lo había pedido.

Las zapatillas eran hermosas, la suela era negra desde el tacón hasta la punta de los pies, lo demás era blanco transparente, le recordaban a las zapatillas de cenicienta. Las cuales también eran hermosas, pero no se comparaban con las de ella, o por lo menos eso quería creer.

Andrea: Bueno. ¿Qué te parece el vestido?

Diana: Sensacional.-dijo sonriendo.-Aunque muy sencillo, pudiste haber escogido algo más caro.

Andrea: Eso pretendía pero no encontré ninguno que me gustara, igual le di mucha propia a la modista, total, yo no pagare.-dijo y ambas sonrieron.

Diana: ¿Y no se ha comunicado contigo?

Andrea: No, ni una sola vez, igual no lo necesito para nada. Dijo que podía comprar lo que yo quisiera y el lo pagaría.

Diana: Eso esta bien, pero...¿No te nace verlo?

Andrea: No.

Diana: ¿Y si esta con Karen?

Andrea: Allá él.

Diana: Mañana te casas.-dijo y Andrea sonrió.

Andrea: Si mañana me caso, que felicidad, wuuuju!-dijo con fastidio y Diana comenzó a reír...

Samuel estaba en el despacho, arreglando todo tanto con el juez como con el padre de la iglesia, después de lo que había pasado con Karen, se había sentido apenado, tanto con ella como con Andrea, el le había reclamado y le había armado una escena de celos cuando la encontró con Paul y él...se sentía un miserable.

Adolfo: ¿Esta bien?

Samuel: Nervioso.-dijo recargándose sobre el respaldo de la silla.

Adolfo: Es normal, mañana te casas. Uno no se casa todos los días, y menos por la iglesia y por el civil.

Samuel: Ya vez, por fin me caso y estoy seguro que pronto conocerás a tus nietos.

Adolfo: Hijo, quiero que sepas, que aunque sea con Andrea, me da gusto que quieras formar una familia y que quieras unirte a alguien ante las dos leyes.

Samuel: Nunca te ha caído bien Andrea verdad?

Adolfo: No es eso, digamos que...no era la mujer que esperaba para ti pero bueno, en que ella no me caiga bien, no significa que me oponga a tu felicidad y si tu decidiste que es a ella a quien quieres ya te dije, yo te apoyo.

Samuel: Sabes papá, aunque mamá se haya muerto, nunca la necesite, eso no significa que no la echará de menos, pero teniéndote a ti como padre, no la necesite a ella, gracias.-dijo sonriendo y lo abrazo.

Adolfo: ¿Ya tienes todo listo?

Samuel: Ya, Andrea me dijo que se encargaría de todos los preparativos y yo ya me puse de acuerdo con el sacerdote y el juez que nos casara, conseguí padrinos, testigos...en fin, todo.

Adolfo: Muy bien. Entonces es mejor que descanses porque mañana te espera un gran día.

Samuel: De eso estoy seguro, tú también descansa padre.-dijo sonriendo con tristeza y suspiro cuando vio como su padre salía del cuarto.-Ay Andrea...como me hubiera gustado que esto fuera diferente, y que tú al igual que yo quisieras casarte por amor...

Andrea estaba frente al piano que era de su madre, tocando con delicadeza las teclas, sentándose en el pequeño banquito donde ella solía sentarse, deseaba tanto tocar...casi imploraba hacerlo pero sabía que a su padre no le gustaba que tocara, si había algo que hacía a su padre perder la cabeza era justamente eso, escuchar tocar el piano de su madre, así que solo se sentó y paso sus dedos por las teclas sin llegar a aplastarlas.

Dentro de unas horas era su boda. Un día de vestidos de encaje, de besos, de magia, un día de promesas, alegría y sobre todo de amor, amor que ella por supuesto no iba a disfrutar.

Tampoco era como si hubiera soñado con su boda, pero si le hubiera gustado casarse con alguien que la amara, y era obvio que ya no lo haría, sabía que se sentía casarse por amor, ya que ella aunque trataba de disimularlo estaba enamorada de Samuel, pero no sabría que se sentía casarse y saber que esa persona la amaba con toda su alma.

Se levantó del lugar en donde estaba y subió a su cuarto, encontrándose con su vestido de novia, el cual estaba puesto sobre una maniquí que la modista le había prestado. Andrea paso la mano por el vestido y después suspiro cerrando los ojos, escuchando como alguien subía apresuradamente las escaleras.

Diana: ¡¿Aun no estas lista?! Que es lo que te pasa! ¡Te casas en dos horas!

Andrea: Relájate, tenemos tiempo.

Diana: ¿Tiempo? Ni siquiera te has bañado.

Andrea: ¡Cállate! Pareces mi mamá.-dijo y Diana puso sus manos en su cintura haciendo que Andrea comenzara a reír.-Arregla mi maquillaje y recibe a la peinadora, me daré una ducha, me pondré el vestido y en menos de una hora estaré lista ok?

Diana: ¡Por favor!

Andrea: Ya.-dijo y la abrazo para después meterse al baño...

Samuel estaba en su habitación, se había duchado, cambiado y había revisado que todo estuviera listo, al parecer Andrea había hecho un gran trabajo ya que le había marcado para decirle que dejara entrar a todos a su hacienda ya que ahí seria la boda y estaban dejando todo muy bien. La decoración, el banquete, el área de baile, módulos, mesas, todo estaba perfectamente hermoso.

Adolfo: ¿Listo?-pregunto y Samuel asintió bajando con él las escaleras.

Samuel: Listo papá.

Adolfo: Andrea supo manejar perfectamente todo.

Samuel: Yo no lo dude en ningún momento.-dijo sonriendo y ambos se fueron rumbo a la iglesia llegando y esperando hasta que Andrea llegara, pero por más que pasaban los minutos no llegaba.-Papá no te parece que está tardando demasiado?

Adolfo: No hijo, ella aparecerá muy pronto ya lo veras

Samuel: Eso espero...



Andrea estaba contemplándose en el espejo, y se sentía orgullosa del cómo se veía, siempre había sido vanidosa, pero aunque no lo fuera estaba segura que estaría de acuerdo en que era la mujer más bella que podría existir en ese pueblo. Se volteo mirado a Diana con una amable sonrisa y se dio la vuelta sobre sus tacones.

Andrea: Ves, te lo dije, todo quedo listo.

Diana: Se que parezco viejita anticuada y sentimentalista pero...te ves hermosa amiga.-dijo queriendo llorar y Andrea la abrazo.

Andrea: Gracias amiga.-dijo y se limpió las lágrimas.-Bueno, ya, vamos a la iglesia que se hará tarde.

Diana: Por supuesto-dijo sonriendo y bajaron las escaleras dirigiéndose al auto.

Fernando: Por fin!-dijo mientras ellas salían y Andrea vio como un auto se dirigía hacia ellas, estacionándose a unos metros del auto de su padre y de ahí salió Karen, acercándose a ellas mientras fijaba su vista en Andrea.

Andrea: ¿Se puede saber qué haces aquí?-pregunto molesta y Karen sonrió.

Karen: Necesito hablar contigo Andrea...

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