Sacrificio

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Saskia se dedicó a contar las papitas fritas que le habían colocado en el almuerzo. Era un milagro que le dieran un poco de fritura, en especial después de que el director declarará al colegio zona libre de colesterol, alimentándolos solo con hortalizas. Se sentó al lado de Ibrahim, quien se preguntaba cuando les servirían pollo.

—¿Cómo puedes pensar en comer pollo cuando nos han violado en Matemáticas? —le reclamó Dominick.

—No me preocupo porque sé que el remedial va ―aclaró Ibrahim―. Siento que de alguna manera todos los profesores están compitiendo por ser más sádicos que Suárez.

—Ni que lo digas —se quejó Itzel—. Últimamente han decidido volver a la prehistoria. Suárez nos ha sacado uno de esos exámenes de la época de mi mamá en unas hojas tan rugosas que parecen lijas. ¡Imagínense que se necesita medio papel bond para imprimir todo el examen! 

Dominick rio intentando que las flores de brócoli siguieran en su boca.

—¡Fue una locura! ―recalcó Itzel.

—¿Alguien sabe si Aidan sobrevivió al examen de Castellano? —preguntó Saskia peleando con una berenjena rebozada.

Ibrahim iba a responderle cuando su amigo aterrizó en la mesa. Itzel y Dominick subieron la mirada de sus bandejas, mientras Saskia lo miraba de soslayo. Estaba sonrojado, visiblemente emocionado, más contento de lo habitual, y eso solo podía significar una cosa: había tenido noticias de Maia.

—¿Qué te han dicho? —lo interrogó Dominick.

Él tampoco había tenido contacto con su amiga, en especial después de que Leticia lo vetara de su casa. Lo único que le faltó a la mamá de Maia fue colocarle una restricción judicial en la que le ordenara estar lejos, a un radio de más de veinte kilómetros, de su vivienda.

Pero Aidan no tuvo tiempo de responder. Maia apareció con su habitual sonrisa. 

Dominick e Itzel se levantaron a saludarla, y por extraño que pareciera, Saskia fue detrás de ellos. Ibrahim se quedó en la mesa con Aidan.

—Me alegro mucho por ti ―reconoció Ibrahim.

—¿No irás a saludarla? ―lo cuestionó Aidan.

—La verdad es que temo hablar con ella. Hay muchas cosas que no se han dicho ―admitió Ibrahim.

—Lo sé, pero también sé que ella no está aquí para discutir con nosotros ―aclaró Aidan.

—No debes recordármelo. Sé que es una persona muy noble, de lo contrario, no se hubiera enfrentado con Griselle... Incluso, hasta Gonzalo lo es.

—¿Y qué es lo que te detiene? ―quiso saber Aidan.

—Su presencia solo nos traerá una alegría momentánea ―dijo Ibrahim―. ¿Eres consciente de que si está aquí es porque todo cambiará?

—Lo sé, pero la prefiero así, cerca, amiga, intocable que ausente, lejana y fría. Mi mente está preparada para aceptar lo que ella me proponga.

—No me preocupa tu mente, sino tu corazón. —Ibrahim se levantó para recibir a Maia, así que no lo dejó responder.

Aidan vio como su amigo tuvo que arrebatarla de los brazos de Dominick, pues este ni siquiera la dejaba respirar. Volvió su mirada para recorrer todo el patio y observó en una de las esquinas, cerca de la mesa del frondoso árbol de mango donde Maia se había sentado una vez con Dominick, a su hermana, con la mirada fija en la chica. 

Sintió miedo, pues había rechazo en los ojos de Dafne.

Suspiró. La familia Aigner no la aceptaría ni siquiera aclarando todo lo referente a la muerte de Rafael. Ese era otro de los motivos por los cuales deseaba que la Fraternitatem se volviera a conformar, quizás allí, Amina tendría un juicio justo y se solventarían las diferencias entre ellos. 

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora