Detrás del Velo

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Era la primera vez que Ibrahim disfrutaba de los privilegios de no tener clases. Además del domingo sin preocupaciones por exámenes y tareas, de descansar del agotador paseo de fin de semana, estaba teniendo el privilegio de compartir sus días con Ignacio y Gonzalo.

Puntualmente, a las ocho pasaron por él. Extrañándose por la ausencia de Maia, los chicos le explicaron que por seguridad, su tío le había pedido que no la llevaran. Arrieta iba por la cabeza del Clan, y viendo la última derrota que este tuvo en la Coetum presentían que no perdería su tiempo en culpar a los guardianes de la chica, sino a ella, eso significaba que sí Amina era la protagonista más pasiva en la toma de decisiones que se estaban llevando a cabo menos apoyo tendría con el resto de los Primas, debían frenarla, en especial porque las acciones de los guardianes iban encaminadas al crecimiento del resto de los Primogénitos.

El viaje de Ibrahim dentro del auto fue un poco más relajado. Cada minuto que compartía con ellos era de un mutuo entendimiento. Comenzaba a comprender el humor negro de Ignacio y los aparentes cambios de comportamiento de Gonzalo. 

Ese tiempo con ellos le afirmaba que no había cosa que deseara más en la tierra que ser un Ignis Fatuus, sin embargo un lamento inconsciente se despertaba en su corazón, pues esa era la compañía a la que Aidan había renunciado. Les había visto en la playa tocar y cantar juntos, como si fueran familia, existía una extraña compenetración entre ellos, muy a pesar de los propios intereses amorosos de Ignacio para con su prima adoptiva, hasta el punto de llegar a creer que su amigo era una pieza más en el intricado rompecabezas de Ignis Fatuus. 

Tanto a Ignacio como a Gonzalo no le importaban las insinuaciones amorosas de Aidan, ni la procedencia de su sangre, le trataban como un igual, con cierto respeto, nunca mayor al que le daban a Maia pero el suficiente como para que todos se dieran cuenta de que no le tenían como a un cualquiera, comportamiento que no tenían con Dominick, siendo este un conocido de años.

Llegaron al club del señor Jung, vestidos con su traje de batalla. Ibrahim había comprendido que la idea inicial del entrenamiento era enseñarle a respirar sin necesidad de aspirar aire, lo que no era precisamente un proceso de respiración, pero a carencia de un nombre científico que le definiera, decidieron seguirle llamando "respiración". Tampoco le podían considerar apnea, porque Ibrahim no aguantaba el oxígeno en sus pulmones.

Ignacio había decidido cambiar el somnífero de la primera vez por un barbitúrico de efecto menor. Aun así, perdieron tres horas durmiéndolo y esperando a que el efecto pasara. Habían decidido dejarlo hasta allí, pues no querían que Ibrahim tuviera secuelas por la inhalación del vapor, cuando este entendió lo que tenía que hacer.

No pudo explicar cómo estaba reaccionando su cuerpo. Minutos antes se sentía una decepción. Gonzalo caminaba hacia él con el pañuelo empapado, le regaló una media sonrisa como un claro gesto de que lo sentía. Cerró sus ojos, lo menos que deseaba era la lástima de uno de los guardianes de Ignis Fatuus, y mucho menos la de Gonzalo.

Apenas el húmedo pañuelo tocó su nariz, su corazón comenzó a golpear con fuerza su pecho. Tenía miedo de fracasar. A su mente solo acudió la palabra "oxígeno". ¿Qué era realmente el oxígeno, el aire, el viento? Conocía su símbolo químico, su ciclo, su composición, que por su estado gaseoso no se podía percibir con la vista, aun cuando su presencia era indiscutible. Se cuestionó sobre el cómo algo que es invisible pueda ocuparlo todo, sea tan vital para la vida misma. 

Recordó la fresca brisa marina, la forma tan magistral como su cuerpo suele ser envuelto por ella, sus oscuros cabellos ser despeinados. Comprendió que no solo estaba fuera de él, sino también dentro, todo su ser vibraba con una emoción que le renovaba su ser. ¡Era otro! Podía sentir las corrientes de aire viajar a través de su cuerpo, entre sus venas, a través de sus órganos, hacerse uno con sus músculos. Su temperatura corporal descendió internamente, aun así no se sentía debilitado, sino más fuerte, más firme, más dueño de sí.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now