El Beso del Oráculo

159 32 14
                                    

Los ensayos para la presentación del festival comenzaban ese miércoles, por lo que los docentes que habían terminado el contenido previamente para facilitar los ensayos de los estudiantes.

Maia había tomado el horario de siete a ocho y media de la mañana, aunque había estado practicando el fin de semana en su casa, entre los quehaceres de la Fraternitatem y las tareas del colegio.

Su pierna aún no cicatrizaba, por lo que solo hizo un recorrido por el escenario, en compañía de Ignacio, evaluando cómo sería su desempeño sobre el mismo. Su primo le llevaba de la mano, así la joven iba memorizando los pasos que daría para no caerse, ni salirse de la tarima.

—¿Cómo crees que nos irá esta tarde en la Coetum?

—Intento no pensar en ello.

—Últimamente te has vuelto más fría de lo que yo suelo ser.

—Estoy enfocada en mi misión —se detuvo—. Esto pasará, Ignacio. No pertenezco a este lugar.

—Bien, te aplaudo, pero no estoy de acuerdo con que corras hacia la muerte.

—¡Jum! —emitió al reírse con ironía—. Nací para morir, y me da igual si me encuentra o yo la busco.

—¡Amina! —se quejó, aquella expresión guardaba más resentimiento que sentido común.

—La vida ordinaria no se hizo para mí. Lo sabes, ¿verdad? —Ignacio no le contestó—. Te prometo que destronaré a Arrieta y restauraré el equilibrio de la Fraternitatem Solem.

—¿Y qué pasará después de que lo logres?

—Tendré una vida menos activa.

—Mis tíos no permitiran que te alejes.

—No te preocupes, Iñaki, mi Clan tendrá su heredero. Cualquier mujer estaría dispuesta a llevar mi descendencia en su vientre. ¿Quieres ser el padre? —Ignacio palideció abriendo los labios—. Me da lo mismo si Gonzalo o tú donan su esperma. He terminado. Ya podemos regresar a la clase.

Ignacio no respondió. No reconocía a su prima, y empezaba a preguntarse si Aidan no era la causa detrás de aquella actitud.

 No reconocía a su prima, y empezaba a preguntarse si Aidan no era la causa detrás de aquella actitud

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Después del recreo, Aidan se dirigió al salón de música en donde Natalia le esperaba. No la vio durante el receso, pero tampoco apresuró su encuentro, él tenía otras cosas que pensar y que observar, además Ibrahim estaba de vuelta.

Ya podía ver, por lo que el reposo concluyó. No faltaba ningún miembro de la Hermandad, aunque seguían distantes entre ellos.

En la tarde se llevaría a cabo el juicio a los Ignis Fatuus. Andrés intentó explicarle que solo era protocolo, necesitaban hacer un esbozo de lo acontecido para conocer la gravedad del ataque que sufrieron los Aurum. Sin embargo, él sabía muy bien que aquello terminaría con una declaración de guerra a muerte, y temía por la vida de Amina. Era incómodo para él reconocer que ahora, cuando más necesitaba estar a su lado, se había alejado tanto de ella.

Natalia rozaba suavemente las teclas de su piano cuando Aidan entró. Hizo el menor ruido posible, pues no deseaba interrumpirla. Ella sonrió, sabía muy bien que él estaba allí, no se detuvo, sino que se sintió más inspirada continuando con la interpretación. Unos segundos después se volteó con su encantadora sonrisa, echando a un lado su largo cabello negro, mientras le invitaba a sentarse a su lado.

—Buscaré la guitarra.

—Creo que deberíamos cantar un poco —le dijo, golpeando con delicadeza al lado de su puesto.

Aidan se sentó junto a ella.

—Te recuerdo que el inglés no se me da.

—Creo que te dije que te enseñaría a pronunciar, pero primero debes escuchar la letra.

No solo tocaba magistralmente el piano, sino que también cantaba como los ángeles. Aidan no tuvo que preguntar el significado de las palabras que pronunciaba, la armonía de la melodía le dijo todo loque tenía que saber.

Cerró sus ojos entretanto algunas frases de Ackley, que Ignacio le había leído para Amina, hicieron eco en su mente. «¡Oh amor, amor, amor que me arrancas del mundo! ¡Belleza celestial que llevas en tus brazos y no me sueltas!» Frases sublimes, perfectas para expresar lo que era Amina para él.

Sus emociones cambiaron con la tonada, y sus ojos se cargaron de tristeza, así como Ackley reconocía que había otra persona que amaba a su amada mucho más que él, él tenía que reconocer que ella no había nacido para ser suya. En su mano estaba el sello que les separaba de por vida. En ningún momento recriminaba que ella perteneciera a Ignis Fatuus, por el contrario, amaba su sello y su Clan mucho más de lo que amaba a Ardere.

Se sintió el ser más egoísta de la tierra. ¿Acaso amar no era sacrificarse mutuamente? Ella no estaba dispuesta a ceder más, su amor por él la limitaba y ahora era libre. Entonces, ¿por qué no escuchaba los consejos de Andrés y Elizabeth, dándole la oportunidad a otra persona, una que no tuviera la marca de la muerte sobre su cuerpo?

Se volteó a observar a Natalia. La joven era hermosa, tenía la delicadeza de una dama renacentista, la belleza de una diosa griega, no tenía en su cuerpo ningún sello que la emparentara con la Fraternitatem, amaba la música y la lectura, era irreverente, podía incluso aprender a surfear si él se lo proponía, estar con ella era tener la felicidad asegurada.

Natalia le miró, con ojos risueños, la chica pudo leer entre líneas los pensamientos del Primogénito. Se acercó a él, lo suficiente como para tentarlo. Él se acercó más a ella. Sus labios se tocaron, las manos de Aidan corrieron a su cintura, entretanto las de Natalia se unían a su cuello.

La joven estaba emocionada, había logrado ser aceptada por el Primogénito de Ardere, su destino se cumpliría al fin. Sus labios eran cálidos pero firmes, tenía una fuerza y seguridad al besar que la hizo temblar. Había valido la pena sacrificar su tiempo en la pobre cabaña de Lumen, pues sin David y su famosa piedra, no podría haber hecho realidad la profecía.

Para Aidan aquel beso que empezó como algo dulce se fue convirtiendo en sentimientos vacíos e insípidos, le daba lo mismo besar su propia mano que aquella carne que no le transmitía nada más que obligación. Su corazón comenzó a desangrarse, le estaba exigiendo que se comprometiera con otra persona cuando le pertenecía a Maia. Sus manos corrieron de la cintura a los brazos de la joven, y con sutileza la separó. Natalia continuaba con los ojos cerrados, y los labios tendiendo hacia él, lo que le hizo sentirse como un desgraciado.

—¡Lo siento! —le dijo, haciendo que ella le mirara.

—No tienes que disculparte.

—Tengo que hacerlo porque continuar con esto sería engañarte.

—¿Qué quieres decir?

—Eres una persona asombrosa, muy bella, ¡demasiado hermosa! Pero no puedo. —Respiró profundo—. ¡No puedo quererte así! Estás en todo tu derecho de golpearme.

—¡Debería hacerlo! Pero no lo haré —le respondió firmemente—. No formaré un drama del cual me arrepentiré más tarde. Yo también deseaba ese beso y ahora es mío. Nadie me lo puede quitar. No te forzaré a quererme, pero tengo la seguridad de que nuestra historia, si bien no empieza aquí, tampoco termina en este momento.

Aidan le miró con cautela. ¿Quién era realmente Natalia?

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now