La Traición de Aidan

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Fue realmente positivo, para Dominick, hacerle caso a Ibrahim. Las clases particulares habían terminado; por cuestiones de tiempo tuvo que replanificar su horario para el día siguiente, pues tres grupos de chicas no pudieron ser atendidas. Estaba agotado.

Eran las seis de la tarde cuando decidió ir a casa. Tomó su morral, apagó las luces del espacio que le había cedido el instituto y salió, tropezándose en la entrada con Itzel. Le sorprendió verla a esa hora en el colegio.

—¿Pasó algo?

—Estaba investigando, y sin querer se me hizo tarde.

—¿Algún tema en particular?

—¡Sí! ¡No! Bueno, no precisamente. La verdad es que no es nada relacionado con el colegio.

—Entonces, tiene que ver con nuestro "club secreto". —Movió sus manos haciendo las comillas.

—Algo así.

—¿Y es que aquí hay libros de la Fraternitatem?

—No lo creo. Solo estaba investigando sobre sueños y esas cosas.

—¿Esoterismo? —preguntó dudoso.

—¿Qué? —respondió haciéndose la ofendida—. ¿Cómo puede una mujer de ciencias, como yo, creer en supersticiones y esas cosas? Solo quiero saber si existe la posibilidad de viajar en el tiempo a través de los sueños.

—Esa es una idea un tanto —se detuvo para preguntar con teatralidad—, ¿rara?

—Eres muy decente, Dominick —se quejó al ver el gesto de mofa que el joven le hacía—. La verdad es que estoy interesada en el tema.

—No sé por qué necesitas investigar sobre eso, pero si quieres, puedo ayudarte.

—¿Aunque no me creas? —Dominick subió el hombro derecho en clara señal que le daba igual, solo quería ayudar—. ¡Aceptaré tu oferta!

—Bien.

—Dom, por favor, que nadie más se entere.

—¡Tranquila! No dejaré que las personas piensen que está más loca que una cabra. —Le dio un ligero codazo—. ¿Quieres que te lleve? —le preguntó al ver el auto negro de su Prima estacionado en la acera frente al instituto.

— La cola no me vendría nada mal.

El cielo se había oscurecido y no era nada prudente caminar sola por las calles de Costa Azul. No sabían nada de los Harusdra, lo que podría significar que estuvieran rondando sin que ellos lo supieran.

Elizabeth se había esmerado en atender a Natalia, inclusive la obsequió con galletas y un trozo del pastel que Aidan había comprado

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Elizabeth se había esmerado en atender a Natalia, inclusive la obsequió con galletas y un trozo del pastel que Aidan había comprado. La joven se mostraba encantada con las molestias que la familia Aigner se estaba tomando con ella, sin embargo no pudo evitar darse cuenta de que Aidan estaba ensimismado en sus pensamientos, perdido en otro mundo.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now