La Línea del Tiempo

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Ignacio y Gonzalo acompañaron a Maia a la residencia del Clan Ardere. Era tradición del ritual que vistieran de negro, a lo sumo usando un gris plomo en su vestimenta, por lo que se presentaron en traje casual en el salón de los espejos. 

El cubículo de cuarenta y nueve metros cuadrados, de paredes blancas y vitral por techo, se encontraba en lo más alto del edificio de estructura aerodinámica, que exhibía en su exterior paneles de concreto y vidrio, armónicamente mezclados.

Gonzalo dio un vistazo a la sala desierta. El piso era de mármol negro, tan lustroso que podía verse en él. Espejos redondos de diferentes diámetros, enmarcados en negro, cubrían la pared por donde Ardere debía aparecer. 

A la izquierda de los jóvenes había un enorme cuadro que presentaba un collage de los Primogénitos de Ardere, utilizando sus Menura en diversos episodios. Ignacio se acercó para darle un vistazo, luego de consultar con su reloj, verificando que tenía tiempo para hacerlo. Del lado derecho una amplia panorámica les regalaba una espléndida vista de la ciudad: su parque, los árboles que se abrían espacio entre las edificaciones.

Ignacio repasaba cada momento en el cuadro, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón de mezclilla negro, luego de acomodarse su chaqueta de cuello alto en capa, cuando algo a su izquierda llamó su atención. Curioso, se dirigió precavido hacia la pared del fondo, por donde habían entrado.

—¿Pasa algo? —preguntó Gonzalo al ver la reacción gestual de sorpresa.

—¿Acaso... ese es Ackley? —preguntó señalando un retrato al fondo.

—¿Qué ocurre? —quiso saber Maia.

Gonzalo se volteó, observando lo que había llamado la atención de su hermano. En el fondo había un retrato de Evengeline contrayendo nupcias con Ackley. La descripción física del joven que aparecía en el cuadro era muy fiel a la original, y eso fue lo que más le llamó la atención. En la frente del joven se podía observar el Phoenix de su Clan.

—Pobre —suspiró Gonzalo—. Terminó casándose con una cuaima.

—¡Tranquilo! Solo le duró una noche —le respondió Ignacio, sacando una mano de su bolsillo para deslizarla sobre el Sello del último Primogénito de Ignis Fatuus.

—¿Lo tienen aquí?

—Eso es lo que estamos viendo, primita —le confesó Gonzalo.

—Quizá lo pusieron porque veníamos.

—La verdad es que siempre ha estado allí —le respondió Alexander, el cual acababa de aparecer, con el resto del Prima.

Los chicos se voltearon, apenados por su comportamiento. En cuestión de segundos recuperaron su seriedad, ocupando sus respectivos lugares alrededor de Amina.

—¡Buenas tardes, Primogénita de Ignis Fatuus! ¡Custodes! —saludó Andrés haciendo una reverencia.

—¡Buenas tardes! —respondieron todos.

Gonzalo iba de pantalón mezclilla oscuro, camisa manga larga negra y cardigan gris plomo de tres botones. Su prima había decidido usar algo más práctico esta vez: un blusón de seda negra manga larga, de hombros descubiertos, pantalón de mezclilla azul oscuros, sobre su pecho el dije de su Clan, su cabello iba recogido en un chongo despeinado, por donde se colaban algunos mechones. 

Aidan apareció detrás de todos los miembros de su Clan, venía con un pantalón de mezclilla azul oscuro, chaqueta gris plomo con el borde de los bolsillos en negro, arremangadas muy cerca de los codos y franela cuello panadero negro. Gonzalo sonrió al verle, notó que se había cortado el cabello.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now