Invitados no Deseados

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La puerta del cuarto sonó al ser abierta. Maia invitó a Ignacio a pasar, sintiendo el aroma de Gonzalo introducirse a través de la puerta. Supo de inmediato que su primo mayor también había entrado. Se sintió tentada en echarlo de su cuarto, pero le dejó. No podía permanecer mucho tiempo molesta con él, por lo que no haría nada que le complicara aún más su situación.

—El libro está en el escritorio —señaló Maia, echándose en su cama.

Gonzalo se sentó en el puff e Ignacio sacó la silla del escritorio, sentándose con las piernas abiertas, colocó sus manos sobre el espaldar para apoyar el libro.

Diciembre 16, 1617 —inició Ignacio—. Oigan, no se supone que deberían darme una breve reseña de lo que ocurrió en la fecha anterior.

—Nada digno de recordar, salvo que Ackley era un perro.

—¡No era un perro! —le corrigió un tanto molesta—. Al parecer estaba enamorado de otra persona. Suponemos que no se trata de Evengeline, porque él fue muy específico en afirmar que la conoció una semana antes de comenzar a escribir. —Ignacio sonrió al escuchar a su prima usar el verbo en plural, eso indicaba que no estaba tan molesta con su hermano. También, Gonzalo se dio cuenta de ello—. De hecho, escribe para ella.

—Entonces, ¿por qué no se quedó con ella?

—¡Esa es la pregunta del millón! Pero lee antes de que el libro sea comido por las polillas —le sugirió Gonzalo.

—Bien —comentó con una risa dibujada en sus labios—. La noche está más oscura que de costumbre. Sé que nevará. Mis huesos, mi carne, mi alma lo presiente, pero es el fulgor de tus labios, esos labios a los que pensé que le daría la vida y terminaron llenando la mía de una dicha inimaginable, los que mantienen ardiendo mi corazón. Vida mía, sangre mía, ¡cuán unidos estamos ahora! —La intensidad de lo escrito hizo que Ignacio cuestionara a su hermano—. ¿Un perro?

—¿No es un hombre maravilloso? —suspiró Maia—. La tuvo que conocer en uno de los enfrentamientos con los Harusdra. Probablemente fue herida y él corrió en su auxilio.

—Sí, es muy intenso —contestó Gonzalo—. Escribe muy bien y es el tipo más sensible del mundo. Pero ¡queremos guerraaaaaaaa!

—Definitivamente, descendemos de Ian —concluyó Ignacio, dándole la razón a Gonzalo—. El calor de tus brazos se ha apoderado de mi ser. Compartimos la misma esencia —se detuvo—. ¿En serio? Quizá hubo más que un simple beso...

—¡Uff! Creo que por eso nunca me fijaré en ustedes —le interrumpió Maia, haciendo un mohín con sus labios.

Sus palabras fueron suficientes para que Ignacio carraspeara y se tomara en serio la lectura.

Compartimos la misma esencia, y sin embargo, en esta penumbra, la tristeza se cuela como mal a través de mi piel porque sé que tendré que dejarte ir. Y aún así, ¡eres tan mía! ¿Cómo pueden vivir separados dos corazones que en sí son uno solo?

»Quiero amarte, necesito amarte, más mi necesidad se une al miedo de olvidarte, porque no quiero, no lo deseo, no puede pasar. Y no me importa que no estés aquí, conmigo, ni siquiera el hecho de que nunca más te volveré a ver.

»Nunca entendí lo que era el amor. ¡Si supieras, corazón mío, cómo me reía de aquellos que lloraban por amores no correspondidos! Sé que me amas con la pureza de todo tu ser, y sin embargo, no podemos estar juntos. ¿No es esto una cruel ironía?

»¿Piensas en mí, como yo en ti?

Maia había cerrado sus ojos. ¿Quién era esa persona que podía llenar de tal forma los días de Ackley? Él no hablaba de Evengeline, y al parecer, hasta ese momento ella no era tan importante en su vida como todos habían creído que era. Algo había pasado, no todo lo que aconteció en su Clan era de su completo dominio.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now