Deseo

159 33 9
                                    

La noche había caído sobre Costa Azul. Las calles comenzaban a estar menos transitadas, poco iluminadas por las bombillas de tungesno distribuidas a cada seis metros.

Aidan salió de la casa de Ibrahim en bicicleta. En cuanto llegó a casa, se sentó a cenar con su familia. El ambiente fue ameno hasta que su madre le felicitó por la colaboración que haría con Natalia al compartir un número dentro del Festival de Navidad.

—¡Cuenta ese día conmigo, hijo! ¡Iré a apoyarlos!

La iniciativa le hizo sonreír, lo menos que deseaba era tener a su mamá allí, mientras él, abochornado, simulaba sentir afecto por Natalia, pensando en otra, al interpretar la letra All of Me.

Después de fregar su plato, subió a su cuarto, recostándose en la cama. Ibrahim le había aclarado el panorama. Se lamentó ser tan tozudo en ciertas cuestiones, así como el hecho de no poder resignarse a permanecer ajeno a la vida de Amina.

Se calzó, convirtiendo su cuerpo en neutrinos. Salió de su casa en la bicicleta, recorriendo las oscuras calles de su urbanización. Media hora más tarde, se encontraba frente la casa de los Santamaría. Sin pensar mucho, atravesó la pared, escondió su bici en el lugar de costumbre, dirigiéndose a la habitación de Maia.

El cuarto estaba iluminado por la lámpara de mesa. Maia dormía de lado, hacia la lámpara, con las manos en la almohada. Se acercó con cuidado, colocándose en cuclillas frente a ella, materializó su mano, acercándola con cuidado a la almohada para quitar un mechón de su rostro, mas la tuvo que retirar instintivamente pues sintió sus mejillas húmedas. Cayó sobre sus glúteos, al darse cuenta de que la joven había estado llorando justo cuando observó su cuerpo sollozar por sí solo.

—¡Perdóname, amor mío! ¡Perdóname! —murmuró acercándose.

Aún convertido en neutrinos, se acercó a ella, uniendo sus labios a su frente, un beso que ninguno de los dos pudo sentir físicamente, pero que les dio tranquilidad. Maia pudo dormir serena, y Aidan, sentado en el puff de su cuarto, se entregó al sueño: tenerla cerca era lo mejor que le había pasado en todo el día.

 Sara Monzón entró en la habitación de Saskia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sara Monzón entró en la habitación de Saskia. La joven estaba recostada en las almohadas, revisando sus redes sociales a través del teléfono cuando se percató de la presencia del miembro de su Prima. No le había visto desde el día en que la recogió en la casa Perdomo, por lo que le prestó toda la atención que pudo.

—¿Cómo sigues pequeña?

—Bien. De cierta forma he recobrado mi tranquilidad.

—¡Mea legra! Astrum lamenta lo sucedido. Nuestra principal misión es protegerte y hemos fallado.

—Era imposible saber que nos atacarían.

—Lo sé, pero cuando decidimos traerte a vivir con nosotros, lo hicimos mentalizados en que nadie te cuidaría mejor y terminamos por exponerte. Eso ha traído algunas consecuencias.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora