Antesala

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Saliendo hacia la cocina con el Diario de Ackley en la mano, Gonzalo tomó asiento al lado de su hermano, quien mantenía una conversación informal con Maia tratando asuntos sobre la escogencia de su traje.

—¿Qué haces con eso? —preguntó al verlo.

—No sé, creo que extraño leer sus páginas... Me gustaría que pudiese llenar las que están en blanco.

—¿Y qué? ¿Piensas viajar al pasado y devolvérselo?

—¡Idiota!

—No creo que sea una buena idea decirle que no terminó de escribir porque lo mataron.

—Es un comentario muy frío, Amina.

—¡Lo es hasta para mí! —confesó Ignacio levantando las manos, mientras arrimaba la silla con los pies para ir por un poco de torta negra para los tres.

—¿Regresarás el Diario a nuestro Prima?

—No, Zalo. Ese diario lo escribió Ackley para mí, así que no pienso devolverlo.

—¿No es algo loco todo esto? —les cuestionó Ignacio sirviendo unos refrescos—. Tanto investigar a la fulana chica de Ignis Fatuus que había rechazado a Ackley y estaba entre nosotros —se burló.

—¡Payaso! —le reclamó Maia.

—Para serles sinceros, después de que regresé de aquel lugar creo que lo mejor que le pudo pasar a Ackley fue fijarse en Evengeline.

—Yo creo que la que tuvo suerte fue ella —le respondió Ignacio—. La tipa es una amargada. Ni yo tengo tanto resentimiento en mi vida.

—¿En serio?

—Pues esa es la impresión que nos dejó a todos —confesó Gonzalo—. Al principio me dio un poco de corte la forma en que Aidan le hablaba, pero es que la tipa era intensa.

—¿Y qué era lo que quería?

Gonzalo vio a Ignacio, quien había terminado de traer las tortas y los refrescos. No tenía ni la menor idea de qué era lo que debía responder.

—Quería saber porqué Aidan estaba dispuesto a sacrificarse por ti —respondió Ignacio, tomando el estuche del Diario.

—¡Nacho! —se quejó la chica.

—Puedes quejarte todo lo que te dé la gana, Amina, eso no va a borrar el hecho de que ambos Primogénitos tuvieron una discusión por tu causa y es un tanto irónico —se burló—, porque mira que la Evengeline la cagó. En fin, por lo menos yo pude comprender que ni aún queriendo, esa mujer jamás hubiese movido su Clan para salvar al nuestro... y de no ser porque de esa tragedia depende nuestra existencia, ya me hubiera ido de sapo a contarle todo a Ackley.

Mientras le escuchaba hablar, Amina no pudo evitar recordar a Ackley. Le había visto y se había besado con él. ¿Cómo pudo engañar de aquella manera a Aidan? Por un instante deseó quedarse allí, y ser amada por el verdadero Primogénito de Ignis Fatuus

Ese sería un amor sin complicaciones, sin reproches, sin impedimentos, ni finales trágicos. Y entretanto ella se sumía en la compañía de Ackley, Aidan discutía con Evengeline sobre sus sentimientos, sentimientos que tarde o temprano, desaparecerían de ambos, porque así debía de ser.

—¿Qué rayos? —exclamó Ignacio, observando a Gonzalo.

El diario había sido entregado en un estuche de madera de cedro, forrada de cuero. Una de las esquinas estaba ligeramente levantada. 

Ignacio, en su anhelo de arreglarlo para darle reposo nuevamente al diario, terminó por levantarlo un poco más. Impaciente como era,decidió despegar el fondo para volver a mandarlo a tapizar, encontrándose con unos folios de pergamino, tan antiguos como las hojas del diario. Gonzalo saltó a su lado, ante las preguntas de Amina, extrayendo del fondo los folios. Le dio un rápido vistazo.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora