Parte del Trato

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—¿Qué quería la paliducha esa? —le preguntó Ignacio a Maia, deteniéndose en su mesa unos minutos antes de que terminara el recreo.

—¿De quién me hablas? No sé si se te olvido, pero me cuesta percibir el color de piel de las personas, lo que «ustedes» llaman color.

—¡Muy sarcástica!

—Solo vino a pedirme un favor. Quiere que Aidan sea su pareja el día de la representación.

—¿Pareja? ¡Ja! ¿Acaso cree que vamos a hacer una película o qué?

—No lo sé. A veces es difícil saber qué es lo que las personas tienen en mente —comentó, desconectando su equipo, mientras Ignacio se sentaba frente a ella.

—Me imagino que no solo lo dices por ella, sino también por tu amigo.

—Me sorprendió que no fueras a buscarme.

—¿Habría servido de algo?

—¡Nou!

—Ese es el motivo por el que no lo hice. —Ambos hicieron silencio—. Sé que le caigo mal, mas tampoco haré algo para cambiar la situación. Simplemente, no me interesa.

—¿Por qué no puedes esforzarte un poco?

—Porque su problema conmigo no es precisamente mi persona, sino la tuya. Y en eso no voy a negociar.

—Pero lo hiciste con Aidan.

—Tenía dos motivos para actuar así. —Enumeró con sus dedos—. A ti te da igual lo que yo piense, eso lo sé muy bien; y segundo, Aidan no es tan obstinado como Dominick. Debería ponerle stop a sus inclinaciones amorosas y desecharte de la larga lista que tiene de sus potenciales parejas.

—¿Harás lo mismo que pides que Nick haga?

—Soy un guerrero. No tengo espacio ni tiempo para acumular sentimientos.

—Es bueno saberlo, porque todos creen que estás enamorado de mí.

Ignacio rió de buena manera. Era la primera vez que se soltaba con naturalidad frente a Maia. Quería a su prima y mucho, había pensado en ella como una futura novia, pero hasta cierto punto su opinión era la misma que la de Gonzalo: las relaciones alimentadas por los padres no siempre llevan a finales felices.

Ellos no se conocían muy bien, y para él todo había sido una ilusión. Le gustaba, físicamente no era desagradable, mas a la larga Amina venía en combo completo y no por partes, y él estaba renuente a no dar ni un paso hasta no estar cien por ciento seguro de que podía competir contra Aidan, si eso era lo que anhelaba su corazón.

 Le gustaba, físicamente no era desagradable, mas a la larga Amina venía en combo completo y no por partes, y él estaba renuente a no dar ni un paso hasta no estar cien por ciento seguro de que podía competir contra Aidan, si eso era lo que anhela...

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Aidan se dedicó a hojear el libro de Química que, finalmente, había escogido. Quería sacar un veinte en el examen. Se sentía competitivo. De alguna manera, los últimos elogios de los docentes para con Ignacio, resaltando su agudeza intelectual, le había motivado a ser mejor que este último.

Deseaba llegar al patio antes de que el recreo terminara, así podría compartir algunos minutos con Maia. Tomó el camino más corto, ese que le llevaba por el salón de Música, su lugar de encuentro con Amina. En cuanto inició su tránsito por el pasillo, a sus oídos llegaron unas melodiosas notas de piano. No podía dar con la tonada, la verdad era que muy poco sabía de música clásica, pero eso no evitó que siguiera su camino, embriagado por la sonata.

Se detuvo ante la puerta, asomándose para contemplar a través de la ventanilla de vidrio a la persona que la interpretaba tan magistralmente. Se asombró al descubrir a Natalia sentada en el piano, sumergida en la melodía por completo. Aidan se vio tentado a poner la mano en el picaporte. Esbozó una sonrisa. En su mente surgió el recuerdo del momento en que Maia le interrumpió durante su ejecución, por lo que desistió de su propósito. Dio media vuelta, tomó el libro con la mano izquierda y salió con paso presuroso al patio.

Ignacio venía caminando al lado de Maia cuando les encontró. Extrañamente, el primo de esta le sonrió, dejándola con él.

—Por un momento pensé que me mataría con algún poder secreto, oculto en sus ojos.

—¿Oculto en sus ojos?

—Sí, ya sabes, como torcerlos de mala gana. ¡Cómo si te quisiera matar!

—¿Por qué todos tienen la impresión de que Ignacio es una bestia?

—Creo que una parte de culpa la tiene Gonzalo, y la otra, Dominick, por los comentarios que ha hecho sobre él. Y, a nuestro favor, puedo alegar que cuando le conocimos él fue un poco agresivo con nosotros, y esa impresión no es tan fácil de olvidar.

—Sí, me imagino. Él solo quería defenderme. Ese es su deber. —Le tranquilizó, poniendo su mano en el brazo—. Natalia vino a hablar conmigo.

—¿Y eso? Le acabo de ver en el salón de música.

—¿Sí? —preguntó, intentando disimular sus celos.

—Creo que ya descubrí a quién le pertenece el piano.

—Entonces, es una chica de dinero.

—La verdad que no lo sé, tampoco es un asunto que voy a averiguar. Lo que si te puedo decir es que toca muy bien el piano. —Amina no dijo nada respecto a su comentario, así como mostró poco interés en el tema—. ¿Y qué quería?

—Quería ser tu pareja el martes.

—¿Pareja?

—Sí, para lo de la evaluación de Castellano. Creo que en serio quiere andar de tu brazo por los pasillos del instituto.

—Y, mientras tanto, tú te pasearías con Ignacio —respondió con picardía.

—Algo así. A fin de cuenta, creo que estas personas son más perspicaces de lo que aparentan ser.

—Suena tentador —confesó, entretanto Maia se ruborizaba—, y hubiera aceptado la oferta, pero compartirte diariamente con Ignacio y Dominick ¡ha sido suficiente!

—¿Qué quieres decir?

—Que el cuento de amigos que tienen «tu Nick» y del primito guardián de «tu Nachito» no me lo creo al cien por ciento... Pero, mientras nadie de un paso, estaremos bien.

—¿Eso significa que las peleas volverán a comenzar?

—Eso significa que si tenemos que ir en pareja, por una vez en la vida quiero que estés conmigo, andar por estos pasillos tomados de la mano, llevarte de mi brazo o sea lo que sea que hacían en esa época. ¡No quiero privarme del orgullo que siento por ti cada vez que estás a mi lado! Así que Natalia, Ignacio y Dominick tendrán que esperar. Que se conformen con el tiempo que nos roban, aburriéndonos con estupideces. —Se volteó para verla. Algunos mechones de su cabello castaño caían en torno a su sien, siguiendo su silueta con el dedo índice, dibujó su contorno en ambas direcciones—. Debo confesarte que estoy profundamente enamorado de tu Clan e infinitamente enamorando de ti.

ArdereArdere, Ardere —murmuró, entretanto él sostenía su cara con ambas manos—. Te quiero tanto, Ardere.

—¡Es tan injusto! —confesó colocando su frente sobre la de ella—. Solo deseo darte un beso y caminar contigo de manos tomadas al salón. Ignacio no nos matará. —Resolvió viéndola.

Maia solo se puso de puntillas, tomándole de la franela para poder elevarse un poco, y le besó. Aidan se aventuró a apretar con un poco más de fuerza sus labios y su sello refulgió.

Ignis de Ignis... Es hora de volver a la realidad.

Aidan sonrió. Amaba cuando le llamaba así

—Lo que digas, mi pequeño sol.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now