Ignacio Santamaría

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El primer bloque de clases fue muy tranquilo para Aidan. Así que empleó el poco tiempo libre en enumerar sus prioridades: 

1) Estar a solas con Maia. 

2) Hablar con Itzel sobre sus sueños; habían sido dos noches seguidas y ya estaba por volverse loco.

3) Estar a solas con Maia.

4) Acordar con los chicos el lugar en donde se reuniría para leer, lo único fijo de ese proyecto es que serían los días miércoles, ¡y mañana sería miércoles! 

5) ¡Qué linda estaba Maia! Debía buscar una manera de alejarla de Ignacio.

 5) Recordarle a Natalia que tenía que ir a su casa a hacer el trabajo de Física.

6) Si se pasaba la mañana y no tenía ni un momento a solas con Maia ¡se retiraría a un monasterio!

—Definitivamente, mi única necesidad y prioridad es hablar con Amina —se dijo, recogiendo lo más rápido posible sus útiles.

Natalia quiso acercarse a él en cuanto sonó el timbre, pero Aidan fue el primero en levantarse, caminando rápidamente hacia la puerta.

Ignacio le miró pasar frente a él, con la frente en alto. Iba muy seguro de sí, pero tan velozmente que se atrevió a pensar que quizá había tenido noticias de la presencia de algún Harusdra. Sin embargo, una vez que Aidan desapareció de su vista, se concentró en ayudar a su prima a recoger sus útiles.

—¿Qué me puedes decir de tu primer día de clases?

—Intento averiguar por qué deseas estar aquí.

—¡Iñaki! —se quejó—. ¡No es tan aburrido como crees!

—Bien, me imagino que la fantasía de todo esto es que puedes conocer gente y relacionarte. Pero, ¿y si no quiero?

—A veces me pregunto si realmente eres hermano de Gonzalo.

Su comentario le robó una dulce sonrisa. Los dos eran totalmente distintos, y aunque más eran las veces que empleaban en demostrar quién era mejor que él otro, ambos se tenían un cariño inestimable.

Ignacio admiraba la espontaneidad de Gonzalo, la valentía con la que defendía su identidad y a los que quería. La verdad es que nunca había guardado algún tipo de resentimiento hacia su hermano mayor. Muchas fueron las ocasiones en que habría deseado correr a su lado para desahogarse, pero Ismael era menos compasivo que Israel, su padre habría visto en este hecho una muestra de debilidad.

Para Ignacio nunca fue un secreto que su padre sentía un sutil desprecio por su hermano, acusándole de ser muy emotivo. Sabía que Ismael sería aún más inflexible con él, por lo que tuvo que aceptar que no volvería a ver a su hermano mayor durante su entrenamiento. Fue la primera decisión fuerte que tomó en su vida, si quería la paz en su hogar tenía que permanecer distante. 

Mas, Ignacio reconocía que su hermano era mucho más fuerte que él. Su historia de vida era un digno ejemplo de una persona que lucha por ganarse el amor y el respeto de quienes le rodean, aspectos que él obtuvo solo por su Donum.

—Vamos, que llegaremos tarde a la cantina.

—¿Sabes que tendrás que hacer cola?

—¡Estoy visiblemente emocionado! —exclamó burlándose, mientras movía su brazo derecho hasta el hombro izquierdo de la chica.

Le ayudó a levantarse. Esperaron a que todos salieran del salón de clases, para no tropezar con alguno de ellos. En cuanto estuvieron en el pasillo, Ignacio no pudo evitar sentir las miradas curiosas de algunas estudiantes que pasaban a su lado en grupo, los cuales murmuraban de él, asunto que le hacía ganar más seriedad de la que habitualmente tenía.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now