Un Amigo del Pasado

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Gonzalo terminó de abotonarse el blazer negro de cuatro botones, en cuanto bajó del carro. El Salón San Marino estaba en todo su esplendor. No necesitaba poner un pie dentro del salón para reconocerlo. Su saco de solapas amplias de un negro satinado, camisa blanca de botones negros y gemelos zafiros negros con la forma del Phoenix, corbatín blanco y negro y un pañuelo blanco realzaban su estilo.  

No quiso llamar mucho la atención, solo mostrar lo elegante que podían ser los hombres de Ignis Fatuus. Detrás de él bajó Ignacio, vestido con un blazer negro, de solapas menos llamativas que su hermano, camisa blanca, chaleco, pañuelo y corbata en un amarillo muy sutil, los tres elementos llevaban grabados el Sello de Ignis Fatuus como exigía las norma de etiqueta; él fue el escogido para ayudar a bajar a Maia, entretanto sus tíos y sus padres caminaban a la antesala.

Amina bajó llevando un vestido negro de escote palabra de honor con tirantes en gasa color piel sobre el cual resaltaba el Sello de Ignis Fatuus, labrada en fina pedrería que cubría los pechos de la joven. Debajo del escote sobresalía un fajón que ceñía su cintura, de donde se desprendía la amplia falda de gasa negra montada sobre gasa color piel. 

Habían peinado su cabello con una raya por medio, ondulando sus hebras. Una fina gargantilla con una piedra azul en la cual se apreciaba un minúsculo Phoenix completaba su traje.  En su dedo índice sobresalía un anillo que hacía juego al dije.

—De verdad que estás sencillamente hermosa —confesó Ignacio.

—¡Iñaki tiene toda la ra... —Gonzalo no se atrevió a terminar la frase.

Su hermano le vio, sin dejar de ayudar a Maia con su falda; observó un rostro completamente sorprendido, como si ante él se hubiera revelado un espectro. Levantó su vista, sin preocupar a su prima, lo menos que deseaba era un nuevo ataque de los Harusdras, aunque sería algo descabellado por encontrarse toda la Fraternitatem Solem reunida en el mismo lugar. 

Pero ninguno de sus temores pudo prepararle para la sorpresa que se llevaría conjuntamente con Gonzalo. Frente a ellos se encontraba Ackley, vestido de jubón y gregüesco negro, con los puños bordados con hilo dorado, reflejando el Phoenix de su Clan, al igual que su capote, su alto cuello blanco y en sus manos daba vuelto a su sombrero de fieltro.

—¿Qué rayos es esto?

—¿Qué ocurre? —preguntó Maia tomándose con fuerza del brazo de Ignacio para darse media vuelta hacia una dirección desconocida, intentando percibir algún sonido que le revelará lo que estaba pasando.

—¿Ackley? —cuestinó Gonzalo.

El joven levantó la mano, acercándose con una timidez que no era propia. No sabía dónde estaba.

—¿Qué haces aquí? —le interrogó Gonzalo.

—¿Ackley? —Maia estaba intrigada.

—Sí —respondió Ignacio, sin estar muy seguro de lo que veía—. Creémos que es él.

—¡Buenas noches! —Hizo una reverencia—. Disculpa si te he...

—¡Ackley! —exclamó Maia emocionada al reconocer su voz—. Por favor, llévame hacia donde está.

—¡Mi bella dama! —exclamó al verla de cerca—. Te has convertido en un hermoso sol. —Besó su mano.

—¡Oh Ackley! —Le abrazó, dejándolo atónito, entretanto sus primos sonreían—. ¿Qué haces aquí?

—No te puedo explicar muy bien, pues ni siquiera yo puedo entenderlo. Sin embargo, se me prometió viajar al futuro. No estoy muy seguro de qué hago aquí, pero no sabes cuánto me alegra volver a verte.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora