Los Sellos de la Hermandad

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Sus compañeros de Fraternitatem se habían quedado sin sus dones. Todos ellos estaban concentrados en ellas. Cuando el sello de Aurum apareció en su espalda, un aura dorada pálida le rodeó. 

Ackley dio un paso adelante, reconoció en ese fenómeno que la joven no aguantaría mucho más. Los Menura que había absorbido eran tan grandiosos que solo les mostró una ínfima parte de lo que podían hacer.

—¡Basta, Louis! —se atrevió a gritar, pasando por encima de las normas de cortesía entre los hermanos de la Fraternitatem—. ¡Es suficiente de juegos! Ya ha demostrado que tiene el Donum, dale la piedra y déjale ir.

—¡La defiendes porque es de tu Clan! —se mofó—. ¿Tan débil eres, Ackley? Ya nos traicionaste trayendo a estos dos a nuestra Aldea. —Señaló a Aidan y a Itzel—. Ahora pretendes que te escuchemos. Eres un traicionero. —Dirigió su lanza a Ackley, ante el asombro de los demás miembros de la Fraternitatem antigua que no podían creer tal reacción.

—¡Aurum! —gritó con más fuerza Amina, sintiendo el peligro de su antecesor.

La lanza de agua desapareció, dejando anonadado a Louis que por primera vez se sintió débil.

—¡Muy bien Amina! —exclamó por debajo Ignacio, apretando el puño al sentirse vengado.

El Sello de Aurum se tornó azul, y de la tierra brotaron raudales de agua como si fueran una fuente. Como brazos se dirigieron en varios sentidos, y una de ellas impactó a Louis, tirando a tierra.

—¡Astrum!

Antes de que Andrew reaccionara, se había quedado sin Donum. Amina gritando, golpeó el suelo, abriendo la corteza terrestre, se había apoderado de la superfuerza de Andrew.

—¡Detente! —le gritó Ackley, sin obtener respuesta de la chica—. ¡Díganle que se detenga! —gritó acercándose a Aidan, mientras le señalaba—. ¡Te ruego, Aidan! ¡Dile que pare!

—¡Lumen!

Siendo el último hombre que apoyaba ciegamente a Louis, quedó, como su mejor amigo, despojado de su integridad como Primogénito. El Sello refulgió en azul, y caminos de tierra comenzaron a elevarse luego de un leve temblor. 

Amina sonreía satisfecha, no podía ver lo que pasaba pero sentía el poder que fluía por su cuerpo y el terror que emanaba de aquellos que la habían obligado a hacerse con sus poderes. Escuchaba a Ackley, todavía era consciente, pero en el fondo presentía que algo no estaba bien. Sin embargo, por Aidan, por su felicidad, no se detendría.

—¡Sidus!

Jane retrocedió del miedo, arrepintiéndose de apoyar a Louis en colocarle una prueba. Las piedras, las joyas, las hojas caídas, todo lo que estaba alrededor de ellos levitó. Amina movió sus manos haciendo un círculo hacia adentro, lo que ocasionó que todo comenzara a girar lentamente como en un carrusel de niños. Era un espectáculo digno de apreciar.

Aidan reaccionó. Aquello no estaba bien. Un miedo de muerte se apoderó de él. Saliendo de las filas se lanzó al encuentro de la joven, gritando, pero Dominick e Ignacio le inmovilizaron, no porque no tuvieran deseos de detenerla como lo estaba sintiendo Aidan, sino que era peligroso acercarse. Ya no tenían sus Menura y más allá de lo que veían sabían que la fuerza que rodeaba a Maia podía matarlos.

—¡Ardere!

Los Menura se clamaron, aparentemente, y Amina se fue elevando. El Donum de Clarividencia se reveló físicamente, eran los viajes, las profecías, las revelaciones que Evengeline sufría y que muchas veces le llevaban a estar en sitios desconocidos. 

Entonces, fue cuando todos los vieron: Amina estaba dentro de una esfera cuya superficie cristalina despedía juegos de luces como la aurora boreal.

—¡Para! —gritó Ackley angustiado. Él era consciente del dolor de Aidan, pudo verlo en su rostro compungido, luchando para zafarse de los brazos no solo de dos amigos, sino también de un tercero, Gonzalo, que le había tomado con fuerza por la espalda para detenerlo—. ¡Detente! El poder de mi Clan te matará —le exigió a Amina.

Todos lo sabían: Evengeline, George, Jane, Andrew y Louis. Conocían muy bien la fuerza de Ignis Fatuus y las consecuencias de absorber un Sello tan puro que además, uniría al poder de los demás Clanes. En resumidas cuentas, ese siempre había sido la intención, lo que nunca llegaron a imaginar era que llegaría hasta el final.

Aidan se batía, golpeando a sus compañeros, por lo que Ibrahim tuvo que arrojarse sobre él, apoyando a Gonzalo. Parecía un endemoniado, gritando, llorando, haciendo fuerza para desprenderse y correr hacia ella. La prefería, prefería su vida antes de la de Natalia, fue un error haber viajado al pasado, se había equivocado, ahora no tenía armas, ni Donum con que defenderla, y una vez más estaba allí, como un inútil viéndola morir.

—No puedo absorber lo que me pertenece. —Fue la respuesta que Maia le dio a Ackley.

El Primogénito de Ignis Fatuus lo entendió a la perfección, y sus hermanos también, quienes corrieron a derrumbar a Aidan. Aidan cayó de bruces, con George y Andrew sobre él. Aun así no dejó de empujarse con sus piernas, no podía sentir el peso que yacía sobre su cuerpo, tenía que salvarla.

Pero era tarde. La frente de Amina refulgió con tal fuerza que los obligó a taparse los ojos.

—¡Ignis Fatuus! —exclamó con un dejo de voz.

La esfera se convirtió en fuego. Ackley se quedó sin su Donum. El fuego fue lanzado al cielo como fuegos artificiales. El grito de un ave herida se dejó oír. Con el fulgor de su Sello, que les hizo cubrirse, Aidan pudo escaparse y correr hacia ella, pero los demás le dieron alcance, tacleándolo, por lo que cayó, primero de rodillas y una vez más de bruces ante las lágrimas de Saskia e Itzel.

No se podía hacer nada más. Nadie podía hacer nada. Evengeline vio la piedra, y dos lágrimas rodaron por su mejilla. Siempre había sido inclemente con el amor, le consideraba una debilidad, pero allí, ante ella, estaba uno de los suyos, luchando por salvar a una persona que amaba con una fuerza e intensidad que ella jamás llegaría a comprender.

Ante las miradas compungidas, incluso la de un Louis que por un momento se sintió triunfante y al otro entendió que si la chica estallaba su vida iba a ser arrebatada con la de ella, Ackley corrió. 

Jane y Evengeline gritaron extendiendo sus manos, como si tuvieran algún don extraordinario para detenerlo. De un salto entró en la esfera, lo que hizo que, atónitos, los hombres se olvidaran de Aidan, centrando su atención en este, aun cuando no soltaron al Primogénito de Ardere.

—¡Lo matará! —exclamó George.

La ardiente esfera que envolvía a Maia, le permitió la entrada a Ackley, quién de un salto se sumergió en ella, recogiendo su rostro y su cuerpo de un posible rechazo o explosión. Estar dentro hizo que su cuerpo se elevara. El aire era tan espeso que se le imposibilitaba respirar. Levantó su rostro, con los ojos achicados, por el resplandor, e intentó avanzar los tres metros que le separaban de la joven, con la mano extendida para poder alcanzarla.

No solo el aire era hostil, también lo era el ambiente mismo, sintió como su capa se iba deshilachando. Se dio ánimos pensando que el material de la capa era más débil que su dermis, pero sabía que si no la alcanzaba rápido solo su esqueleto daría con ella. 

Sus dedos, dieron con los frágiles de dos de ella. Se irguió, estaba echada hacia atrás, como desmayada. Le tomó por la cintura buscando una forma de enderezarla. Colocó su mano en su rostro y la observó.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now