La Salvación en un Beso

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Era una criatura apacible, de hermosas y románticas cejas castañas. Las órbitas de sus ojos eran grandes, su nariz respingada, y sus labios suavemente delineados. Era delicada, con esa sencillez propia de una joven de dieciséis años. Nada en ella había sido modificado, salvo los Sellos que brillaban con la intensidad de un diamante. 

Introdujo su mano en sus cabellos, acariciando levemente sus mejillas.

—Debes despertar —le dijo, observando al grupo que se encontraba afuera.

Los chicos le habían dado más libertad a Aidan, pero aún no se atrevían a soltarlo, por lo menos no los de su Hermandad.

—Ellos te quieren allá afuera. —Su mirada se fijó en Aidan. Era imposible no notar su sufrimiento, aun así no lo entendía—. Solo abre tus ojos, no dejes a nuestro Ignis Fatuus sin su Primogénita, por favor.

Pero Maia no reaccionaba. Había perdido el conocimiento, su cuerpo se había quedado sin fuerza, pues había excedido lo que podía dar.

—Por favor, my lady. —Reclinó su frente sobre la de ella—. No dejes de luchar.

—Aodh.

El murmullo fue indescifrable para Ackley, quien al ver sus labios moviéndose entendió lo que tenía que hacer. Debía compartir sus dones con ella, mientras que el poder de las dos Fraternitatem residiera en ella, su cuerpo iba a terminar falleciendo. Recordó el Absolute Officium, por lo que besó a Maia en la mejilla. Su cuerpo estaba tibio, pero no hubo reacción alguna. Su jubón y su gregüesco comenzaban a romperse.

—Perdóname, pero no puedo hacer nada más.

Llevó sus labios hasta los de ella y la besó. Sus tiernos y delicados labios se unieron a los de él, haciéndola mover sus manos hasta su cuerpo. El ambiente dentro de la esfera le resultó menos hostil. La tomó por la cintura, sintiéndose uno con ella. 

En la medida en que sus labios se compenetraban, Ackley iba sintiendo que le pertenecía todavía más, y que ella era de él, no se estaba dando cuenta que los Sellos de Maia dejaban su plata brillante y volvían a ser dorados, porque en el cuerpo del Primogénito comenzaban a marcarse cada uno de los Sellos: estaban compartiendo el poder.

—¡Desgraciado! —masculló Dominick poniéndose de pie.

—Maldito Ackley, ahora tendrás todo nuestro poder —masculló Louis.

Aidan se arrodilló, limpiando su rostro bañado de lágrimas, sudor y tierra. Nunca pensó que presenciaría un beso entre dos Primogénitos. 

Los recuerdos comenzaron a darle vuelta en la cabeza, y se llevó las manos al corazón, apretándolas con toda sus fuerzas: "Yo, te he entregado mi corazón, sin luna, sin que me lo pidieras, y aunque sé que no volveré a probar la miel de tus labios, mi amor por ti será siempre la base para entregarme una y otra vez".  

Su alma se estaba haciendo añicos, por su causa ella había ido al pasado, por sus anhelos de salvar a Natalia, Ackley la estaba besando. "Te amo tanto, amada mía, que ni la muerte será suficiente para demostrarte, sangre mía, cuán dispuesto estoy por consumirme en ti".

—¡Noooooo! —gritó Aidan, ante el asombro de los demás.

Por semanas Amina, Gonzalo e Ignacio habían buscado a la persona a quien Ackley le había dirigido su diario, a la persona de su Clan que le había robado su corazón en un beso, y esa persona siempre había estado entre ellos. 

El amor de Ackley por Amina nunca podría prosperar, no por el hecho de que ella lo rechazara, sino porque la brecha del tiempo era imposible de saltar.

El Corazón de la Luna |EN EDICIÓN|Where stories live. Discover now