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Sintió una fuerte desesperación cuando Jeno se alejó, su mente estaba nublada por algo que jamás había sentido en toda su vida. Quería llorar, gritar y romper aquella puerta pero terminó cayendo de rodillas al suelo apretando sus manos en puños mientras lloraba. Se sentía frustrado, también demasiado necesitado. Una mezcla extraña que deseaba no volver a experimentar en toda su vida pero que ahora sería una constante por el resto de sus días.

Los supresores hacían efecto de manera lenta, tan lenta que quería arrojarse por la ventana. Deseaba ir a su gaveta y sacar los que había comprado junto al tailandés pero tomar tantos podría hacerle daño. Casi se arrastró a la cama mientras se quitaba la ropa, quedando solo con su ligeramente humedecida ropa interior, rezaba porque sólo fuera el mismo sudor que cubría su cuerpo... Prefería ignorar su mente racional con el pleno conocimiento sobre lo que en realidad era.

No supo muy bien cómo como pasó, pero terminó abrazado a la sudadera de Jeno. Permaneció oliendo su aroma hasta que su cuerpo se relajó lo suficiente como para quedarse dormido.

Despertó al día siguiente, sintiéndose nuevamente caliente como la mierda. Gimoteó mientras se aferraba más a la sudadera roja deseando internamente que fuera su dueño quien estuviera con él. Podía sentir su entrepierna dura como una roca y como se encontraba totalmente humedecido. Deseaba desesperadamente aliviarse, calmar todo ese fuego como Ten le había dicho, pero estaba avergonzado de lo mismo pues sabía perfectamente en quien pensaría y no podría verle a la cara luego. Quizás él nunca se enteraría pero su subconsciente sí y sería terriblemente vergonzoso.

Se levantó con piernas temblorosas de su cama, obligándose a dejar atrás la prenda de ropa ajena. Sacó sus pastillas de su escondite y puso una en su boca mientras caminaba hacia el baño. Abrió el grifo y junto un poco de agua entre sus manos la cual bebió para tragar el supresor. Sin pensarlo mucho más, se acostó en la tina y abrió el agua fría tratando de que aquello le ayudara a calmar el calor, aunque solo le hacía sufrir un poco más.

En algún momento de su ducha, se había relajado lo suficiente como para quedarse dormido en su bañera. Despertó cuando sus manos estaban tan arrugadas que parecían las de un anciano que ya había pasado los 100 años. El supresor había hecho su trabajo y, aunque su celo no se fuera del todo, ya podía sentirse normal. Su piel continuaba ligeramente sensible por lo que únicamente se puso ropa interior, volvió a la cama viendo que le habían dejado una bandeja con comida mientras estaba en el baño.

Encendió la televisión mientras tomaba apenas un bocado de la carne con verduras que le habían dejado. No tenía hambre pero debía de comer un poco, en las instrucciones de sus supresores decía que no era recomendable tomarlos con el estómago vacío.

Volvió su vista a la cama, donde la sudadera roja parecía brillar. Sonrió y, sabiendo que nunca diría una palabra de ello, se puso la sudadera aunque le hiciera algo de calor para ello. Le quedaba un poco grande pero le gustaba. Se sentía reconfortado. Debería de agradecerle a Jeno en cuanto lo viera por haberlo ayudado.

Revisó su celular, notando los múltiples mensajes de sus amigos que no pensaba en responder. No tenía el coraje de hacerlo en ese momento, ni siquiera los de Jeno, a pesar de que debería de contestarle como mínima nuestra de gratitud. Mordió su labio sintiéndose avergonzado por lo sucedido. El alfa se había portado increíblemente bien con él, muchos otros en su lugar se habrían aprovechado de la situación o no hubieran podido resistir de la manera en la que el pelinegro lo hizo. Incluso había mantenido la cabeza tan fría como para llamar a un amigo para que pudiera sacarlos del parque de manera segura. Recordó el rostro del moreno, era el mismo que el de aquel día en el centro comercial. Se preguntó de dónde se conocerían y, que de hecho, parecían bastante cercanos. Sintió una pizca de celos en su pecho, cosa que no debería de estar allí porque no eran nada más que amigos.

Opuestos En Común. NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora