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La noche había caído en la ciudad tan rápido que el tiempo pareciera estar jugándole una mala broma hacia Jeno, quien ansiaba que el sol no volviera a salir para no asistir a clases. Luego de aquel beso que había afectado tanto su cabeza, viajo a casa teniendo una discusión consigo mismo por casi dos horas. En su casa no había nadie, Taeyong como de costumbre no estaba por lo que se cambió y corrió en busca de quien sabia estaría siempre para él.

Ahora estaban allí, sentados sobre el capo del auto de la madre de Haechan, con un par de cervezas mientras observaban en silencio la vacía calle. Muy pocos se atrevían a caminar por esas zonas de noche y, quienes andaban, solían ser delincuentes pero que no tocarían a Jeno. En el barrio y zonas cercanas, él y su hermano tenían su fama bien ganada además de contar con el respaldo de los hombres de Yang. Nadie se metería con ellos, no eran lo suficientemente tontos como para ello y si es que alguno fuera tan idiota como para intentarlo, el alfa mantenía oculta en su sudadera un arma que no dudaría en sacar si alguien se acercaba.

Terminó de beber la segunda lata de cerveza que tenía en su mano antes de aplastarla y arrojarla con furia hacia la solitaria calle, escuchando el tintineo del metal al golpear una y otra vez con el cemento antes de detenerse en la oscuridad. Cerró sus ojos y se acostó contra el parabrisas mirando con el ceño fruncido al cielo.

— ¿Qué arrojaste allí? — Preguntó Haechan jugando con aún la primera lata que había estado bebiendo hace ya veinte minutos. —

— La lata vacía. — Contestó rodando sus ojos por la obviedad del asunto. —

— No, no me refería a la lata. Me refería a qué fue lo que quisiste arrojar con ella ¿Tu frustración? ¿Tus sentimientos? ¿La culpa? ¿O tal vez tu creciente atracción hacia el omega rico?

El alfa bufó sintiéndose casi ridículamente expuesto ante su mejor amigo. Le miró, notando el ligero brillo en los ojos del omega debido a las pocas luces que les rodeaban. El cabello rojizo y los ojos maquillados con delineador negro, tratando de verse más rudo aunque no fuera más que un niño dulce.

— Todo, eso creó... no sé qué hacer Haechan, no sé qué haré con él. No sé si pueda hacerlo.

Sentía la voz ahogada, estaba al borde de un colapso mental y necesitaba del consejo de alguien aunque no estaba seguro de si su mejor amigo fuera la opción adecuada para ello.

— Simplemente haz lo que te piden. Ya te has metido en esta mierda, no puedes salir. No es tan malo después de todo.

Jeno abrió sus ojos viendo al menor con una enorme sorpresa expresada en todo su rostro. El pelinegro sabía que su amigo podía llegar a ser un jodido idiota a veces pero nunca pensó que podría llegar a ese punto.

— Haechan mierda, debo marcarlo, eso es lo que debo hacer ¿Y tú simplemente me dices que lo haga como si no fuera nada? Eres un omega por Dios ¿Cómo te sentirías tú?

Vio como el pelirrojo suspiró y observaba su lata. Siempre era alguien brillante, lleno de vida pero Jeno sabía que estaba roto por dentro. Tal vez por eso eran amigos, porque ambos eran los restos de lo habían sido. Una linda fachada que escondía enormes tormentos en su interior.

— No lo tomes por ese lado... cuando hablo de que no es tan malo me refiero al hecho de no estar siendo obligado, quizás coaccionado por ti pero lo querrá en el fondo. Él te quiere, es obvio y tú, aunque te niegues a aceptarlo, también sientes algo por él ¿Cómo no hacerlo? Si es la definición del maldito omega perfecto, educado, lindo, amable y respetable. Sin contar que es rico. Es más de lo que la mayoría de los omegas son, es más de lo que yo soy.

Los ojos del omega se oscurecieron por unos segundos y luego volvieron a lucir brillosos, esta vez no era el brillo normal que allí siempre estaba, sino el causado por las lágrimas que no iban a salir. Haechan no iba a llorar, no lloró todas las veces en que fue golpeado por su padre, no lloraría tan solo por sentirse menos que otro omega.

Opuestos En Común. NominWhere stories live. Discover now