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El domingo había sido un día bastante despreciable para el omega y como en la mayoría de los últimos días fatales en su vida, su madre era la causante. Necesitaba un permiso para poder viajar al día siguiente con sus compañeros. Debió imprimir un papel que los de su escuela le mandaron como autorización. Tenía que adjuntado a la firma de uno de sus tutores legales mínimo. Había querido arrancarse su propio cabello de la frustración que sentía en ese momento.

— Oh vamos mamá, no tenías problema en que viaje con mis compañeros hasta hace unos meses.

— Eso fue antes de que te presentaras.

— ¿Crees que por ser ahora un omega de verdad me voy a acostar con cualquiera a la primera oportunidad?

Sus palabras fueron acidas y dolidas, de verdad que en estos últimos meses había pasado a desconocer por completo a su madre. Su inminente condición de omega había sacado un lado de ella que jamás había conocido antes. Si bien siempre había sido algo estricta con las apariencias, modales y posición social, nunca había sido una molestia tan grande como lo era ahora.

— Jaemin, para ya.

— O tal vez no temas que me meta con cualquiera, sino con uno bien especifico ¿No es así?

— Me canse de ti y tu insolencia. Estas castigado, no vas a ir a ese ridículo campamento y tampoco vas a cenar. No quiero volver a escuchar una palabra sobre esto de tu boca o vas a terminar el año escolar estudiando en casa jovencito.

Las palabras de ella fueron definitivas y cargadas de fastidio. Jaemin supo que si insistía en ese momento, su amenaza pasaría de solo eso a ser realidad. Con los ojos llenos de lágrimas subió rápidamente a su cuarto dando fuertes pisadas.

Se arrojó sobre la cama, abrazando con fuerza una de las almohadas mientras que las lágrimas caían de sus ojos en silencio. Había días en los que imaginaba su vida si su padre aún estuviera a su lado. Su madre seguiría sonriendo como en sus recuerdos, de forma genuina, él estaría viviendo una vida más tranquila, sin sentir el peso del anillo de compromiso sobre su dedo cada día.

Su padre había tenido una especie de instinto desde que podía recordar. Jihyun siempre dijo que él sería un beta pero su padre se lo refutaba diciéndole que existía la posibilidad de ser un omega. Curiosamente jamás le escuchó decir que podría ser un alfa, no era como si teniendo cinco o seis años pudiera saberse realmente, los niños no mostraban ningún rasgo a esa edad tan joven. Pero su padre siempre pareció saberlo y nunca le trató como otros padres a sus hijos omegas. Solía verlo mucho, cuando a partir de los 10 años se podían hacer los primeros exámenes y algunos jóvenes mostraban la tendencia a ser omegas, sus padres les trataban como si fueran de cristal.

Agradecía a su padre por jamás haber sido de esa manera, por seguir jugando como siempre de manera torpe en donde terminaba con algún golpe o raspón. Por seguir tratándole como siempre, como un niño y adolecente que realmente no tiene por qué preocuparse por su casta. Para su padre, Jaemin era solo Jaemin, otro chico, su hijo. Nada más importaba.

Lo extrañaba tanto...

El sonido de pequeños golpes en su puerta le sacaron de los hermosos recuerdos que consolaban su mente. Se limpió las lágrimas dando el permiso para que la persona al otro lado de la puerta entrara, creyendo que era la señora Lee quien vendría a traerle algo de comida a escondidas. Se sorprendió cuando vio a su padrastro entrar al cuarto. Se sentó rápidamente derecho en la cama, asegurándose de limpiar sus lágrimas con los puños de su camisa.

Opuestos En Común. NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora