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Jaemin mordía sus labios nerviosamente mientras observaba las noticias durante el informativo de la noche. Constantes ataques habían estado ocurriendo en los últimos días calificados en la televisión como "encuentros entre pandillas". Los crímenes eran sumamente crueles, la forma en la que las personas eran asesinadas no era un simple accidente y la policía estaba armando un caso para atrapar a los causantes. Jaemin sabía que eran los hombres de Yang contra los de Park. Una guerra sin sentido entre dos hombres quienes tomaron malas decisiones con el desenlace de la muerte de jóvenes que ni siquiera se conocían. Todos seguían normas, órdenes y si se oponían el castigo era peor que la muerte misma. Jeno le había estado hablando, después de la insistencia del mismo omega por saber que era lo que sucedía, como aquello se desarrollaba.

La lealtad era algo que tenían bien arraigado en ellos y, evidentemente, en los otros. En la mayoría de las situaciones, cuando se veían frente a frente con su enemigo debían de tratar de llevárselos con vida como fuera posible. La información era el arma más poderosa. La tortura a la que eran sometidos volvería loco a cualquiera pero ellos se mantenían sumamente firmes sin traicionar a su jefe. Un traidor era la peor escoria en su mundo.

A Jeno se le revolvía el estómago al recordar algunas de las que había presenciado por órdenes directas de Yang. El olor metálico de la sangre y los gritos de dolor eran el alimento de sus pesadillas nocturnas y diurnas. Incluso había sido obligado a participar en las mismas. Había estado en peleas, vio a sujetos caer inconscientes luego de que él les diera una paliza pero nada se comparaba a aquello. Una pelea mano a mano era justa, ambos tenían la oportunidad de defenderse pero allí, sujetando las pinzas en su mano temblorosa, no sentía la adrenalina en las peleas. Ni siquiera pudo mirar al ensangrentado sujeto de dientes rotos, ojos hinchados y labios partidos mientras arrancaba sus uñas bajo la atenta mirada satisfecha de Yang. En su mente le pidió perdón al desconocido y esperaba que si existiera un Dios en lo alto, le perdonara sus pecados.

El omega sentía que su corazón se detenía cada vez que un nuevo muerto aparecía en televisión, orando internamente porque el nombre que pronunciaran no fuera el de su novio. En cada ocasión exhaló aliviado pero no hacía que se sintiera más tranquilo. Los habitantes de Seúl estaban conmocionados y horrorizados por las recientes noticias exigiendo un aumento en la seguridad que parecía haberse venido abajo en los últimos días. Jaemin suspiró con su labio tembloroso, aquello solo pararía cuando uno de los bandos hubiera caído por completo, incluyendo la cabecilla ¿Cuántos morirían hasta que eso sucediera?

— Deberías dejar de ver esas cosas Jaemin. Solo logran que la sociedad entre en pánico. Es horrible pero innecesario de ser cubierto con tanto detalle.

Jihyun venía bajando las escaleras, observando a su hijo sentado en el sofá con la mirada fija en la pantalla. Suspiró mientras guardaba su celular en el bolso. La madre del omega iba vestida con un elegante vestido borgoña hasta por debajo de las rodillas y de manga larga. Su cabello estaba suelto y el maquillaje impecable como siempre. Jaemin sabía que ella estaba yendo a la fiesta de cumpleaños de una de sus amigas. Cuando fue informado cerró sus ojos resignado, esperando a oír su voz diciéndole que debía de asistir con ella, pero aquello nunca llegó. No quiso hacer preguntas ni tentar a la suerte, solo asintió ante la única orden que le había sido dada, la cuál era no salir aquel sábado pues estaba aún castigado.

Jaemin estaba un poco sorprendido. Esperaba que su madre estuviera llevándole a reuniones o al club para comenzar a buscarle un nuevo prometido. Ella no estaba haciendo aquello, estaba un tanto distante y a veces la sorprendía mirándole en silencio. Era extraño y le asustaba. Como la calma antes de la tormenta. Solo deseaba que su tormenta no se volviera un huracán capaz de arrasar con todo a su paso.

Pasó cerca de una hora cuando escuchó el timbre de la casa sonar. Seguía acostado en el sofá, con sus pantalones de piyama y una sudadera comiendo una bolsa de papas fritas. Se hubiera levantado a atender si no fuera porque la señora Lee se adelantó a él. No le prestó atención concentrándose en la película que se transmitía en la televisión. Oyó vagamente como la puerta era abierta y el aroma a café llenar la sala. Se tensó en el sofá y levemente volteó su vista hacia la entrada donde Jeno estaba parado mirándole con una amplia sonrisa. El omega se sentó rápidamente y trató de acomodar su despeinado cabello con sus manos. Pero cuando recordó que las mismas estaban aceitosas por las papas hizo una mueca de asco.

Opuestos En Común. NominWhere stories live. Discover now