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Jaemin había estado durmiendo de manera cómoda en su cama, envuelto en mantas formando un pequeño capullo cálido que le protegía del mundo exterior y cuidaba de sus sueños en donde era completamente libre. Aunque todo lo hermoso que su mente había creado en sus horas de descanso se esfumó tan rápido como el agua entre sus dedos cuando unas manos le sacudieron de manera amable pero rápida.

El omega abrió sus ojos un tanto confundido y aún algo cansado, tratando de acostumbrarse a la luz que invadía su cuarto debido a las cortinas abiertas del gran ventanal en una de sus paredes que daba directo a un pequeño balcón. Enfocó con algo de dificultad a la figura femenina. La señora Lee estaba frente a él, tratando de despertarle con una sonrisa aunque en sus ojos había algo de preocupación.

— Joven Na, debe levantarse ya. Apúrese.

Volteó a ver el reloj digital que estaba sobre su mesa de luz a la izquierda de la cama. Allí marcaban tan solo las 7:16 AM. Había dormido poco más de dos horas y eso explicaba el cansancio que aún tenía. Miró a la mujer con ojos agotados y una mirada suplicante.

— Es sábado, el desayuno se sirve a las nueve en punto ¿Cuál es el apuro?

La mujer le miró un tanto preocupada mientras que apretaba sus labios en una fina línea, le observó por un par de segundos más antes de suspirar pesadamente.

— Su madre ya está despierta y ansiosa por hablar con usted. Quiere saber cómo es que le fue ayer con el joven Jung. Podría subir en cualquier momento para hablar con usted y, no es que quiera meterme en su vida joven, pero usted tiene el aroma de un alfa impregnado en su piel y no es precisamente el del joven Jung. Debe darse una ducha antes de que ella pueda notarlo.

El omega abrió sus ojos sorprendido antes de maldecir en voz alta, terminando por disculparse con la señora Lee por la grosería dicha. Se levantó rápidamente, maldiciendo cuando el frío piso entro en contacto directo con la planta de sus pies. Corrió directo hacia el baño privado de su recamara.

Si hubiera sido su madre quien entrara a su cuarto en vez de Lee, estaría en serios problemas en ese momento. No existiría forma de mentir lo suficientemente bien como para que le creyera. Seguro hubiera terminado sentado en el sillón del sofá del living, con una mano marcada en su mejilla y escuchando los gritos de su madre sobre qué había hecho para tener un hijo como él.

Durante la su ducha, ignoró todos los pensamientos de Jeno que vinieron a su cabeza. Se concentró en armar una buena historia sobre que pudo haber pasado en la reunión con los compañeros del alfa con quien su madre pensaba que había pasado realmente la noche anterior. Debía lograr sonar creíble o estaría en severos problemas.

Pasó el jabón perfumado por su piel unas cinco veces, proceso que repitió de igual manera con el shampoo en su cabello tratando de quitar cualquier rastro de aroma ajeno sobre su piel. Al salir del baño, la señora Lee ya se había ido e incluso había cambiado las sábanas de su cama para asegurarse que de verdad allí no quedaría ningún rastro. Incluso la ropa prestada que dejó sobre una de las sillas de su escritorio había desaparecido. Tenía que agradecerle de verdad a esa mujer.

Se cambió con calma, poniéndose lo primero que encontró en su armario y bajando aún con el rostro que reflejaba cansancio en su cara. Su madre, tan fina como siempre, ya estaba sobre sus altos tacones aguja hablando por teléfono con alguien de su trabajo como cada día. Eran pasadas las ocho de la mañana, aún el desayuno no había sido servido y su padrastro ni siquiera parecía haber despertado. Trató de pasar directo hacia la cocina en busca de refugio hasta el desayuno pero pronto escucho el sonido de los zapatos de su progenitora venir detrás de él.

— Oh cariño ¿Qué tal te fue con Yoon Oh ayer? Quise esperarte despierta pero al parecer estabas muy bien a su lado. Llegaste muy tarde a casa.

Opuestos En Común. NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora