2. "Australia ¡Allá voy!"

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¡RIIIIIN!

La alarma. Un momento. ¡Era el día! ¡El gran día! Por fin me iría a Australia a cumplir mis anhelados sueños. Mi amiga y yo nos habíamos esforzado tanto para lograr esto, nos habíamos privado de tantas cosas con el fin de no fallar en nuestras calificaciones. Pero todo eso había quedado atrás, ahora solo éramos ella, yo y nuestro sueño.

La felicidad se apoderaba de todo mi cuerpo y se sentía como una dosis de adrenalina. No podía creer que después de tanto al fin lo habíamos logrado y, mejor aún, callaríamos tantas bocas que no me alcanzarían las manos para contarlas.

No soy una chica vengativa, soy una chica que la emociona saber que es capaz de todo lo que se proponga. Soy esa clase de chica que por fin se siente orgullosa de si misma.

—¡Hija, a levantarse! —dijo mi mama entrando a mi pieza. Cuando me vio sentada con una sonrisa de oreja a oreja agregó—. Oh, ya estas despierta.

—¡Claro, mamá! Esto es muy importante para mí.—exclamo saltando fuera de la cama y haciendo mi camino hacia el baño.

A lo lejos escuche a mi madre pelear con Kiara para que se levantara de la cama. Aunque Kiara era mayor que yo, mentalmente, su edad era la de una niña de seis años.

Rápidamente preparé el agua para sumergirme en la ducha. En ese momento me puse a pensar en todo lo que había pasado, todo lo que había vivido y lo que me deparaba mi destino. En este instante mi vida se corta y se separa en dos, en ese mismo minuto empezaba una nueva vida, empezaba a disfrutarla y a vivirla.

Al salir de la bañera, después de mi largo ritual, tome mi ropa interior, unos jeans claros, una camiseta y encima un polerón negro con el logo  de Batman y mis convers blancas.  Mi cabello lo solté y lo peine, en realidad no soy de maquillarme. Espero que jamás tengan la desdicha de verme así, porque mi cara no se arregla con eso. Prefiero seguir llena de imperfecciones a que sentirme una completa extraña.

Baje corriendo las escaleras y haciendo piruetas raras. Llegue a la cocina y mamá tenía un rico desayuno preparado. Panqueques.

—¿Cómo pudiste levantar a Kiara, mamá? —pregunté viendo como mi hermana entraba a la cocina.

—¿Quieres contestar, cariño? —le preguntó mamá a Kiara. Ella bufó y se sentó a comer. Rápidamente cambió su cara y me dedico una sonrisa. Yo sabía a donde llevaba eso.

—¿Me vas a decir si hay un chico?

—Kiara, basta. —le respondí mientras comía mis ricos panqueques.

—He oído que los australianos son muy guapos. Quizá me pueda ir un tiempo allá ¿Qué te parece?—siguió con una sonrisa satisfactoria. Claro que ella quería chicos.

—Nada de chicos para ti, Kiara. —dijo mi madre mientras preparaba nuestros chocolates calientes. Sonreí satisfactoriamente cuando mi hermana abrió la boca para protestar.

—¿Por qué yo no?

—Porque... digamos que los chicos que tú elijes son una completa perdida de tiempo. —le respondió sonriéndome cómplice, para luego sentarse en la mesa y preguntarme—: ¿Cómo te sientes, cariño? 

—Estoy muy feliz, mamá. No sabes la felicidad que siento, es más, no la puedo expresar con simple palabras. —dije con una inmensa sonrisa.

—Me imagino, hija ¿Conoces a las personas que te recibirán en su casa?

Mi cara se desfiguró. ¿Les he comentado como es mi madre con estas cosas? Bueno, ella siempre piensa en todo, es muy buena pensando en cada detalle. Yo no y eso la fastidia, porque, según ella, la hace pensar que no estoy preparada a vivir sin ella. 

Mi destino eres tú (Calum Hood&Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora