PRÓLOGO

25.8K 1.4K 930
                                    


La vida tiene siempre dos caras: una buena y una mala. La astucia está en aprender a vivir en ambas sin perder la esencia de uno mismo. Eso fue lo que Jennie aprendió aquella mañana de septiembre, en la que el Director de la prestigiosa Universidad de Columbia la había llamado a su despacho.

El clima estaba bastante agradable a pesar de las primeras ventiscas que anunciaban el inicio del otoño. Su perfecto look de "It Girl" la acompañaba siempre, incluso en esos días grises como ese y era objeto de admiración o envidia de muchas. Se acomodó su rubia y ondulada cabellera a un costado antes de golpear la puerta con los nudillos.

Aprovechó los minutos que usualmente tardaban en abrir para revisar la pantalla de su celular, en la cual se pudo ver un mensaje recibido.

Papá_09:05

Jennie, necesitamos hablar. Apenas salgas de clases ven a casa.

Jennie levantó bruscamente la mirada al oír que alguien se aclaró la garganta y que la puerta ya estaba abierta. Una mujer entrada en años, con su pelo rizado y plateado, con un traje azul marino, -el cual tenía por único detalle de color un broche dorado en la solapa- la miraba por encima de sus gafas de medialuna, sosteniendo una carpeta contra su pecho.

— Pase, señorita Kim. El director Park la espera — ¿Acaso había notado cierto destello de pena en su mirada? ¿Tendría algún problema? Agradeció y pasó educadamente.

Aunque su familia siempre había estado de lo más encumbrada en la élite de Manhattan, el carácter humano de su padre -a veces demasiado- le había enseñado siempre, que la amabilidad debía ser su rasgo más valioso, no el dinero y los lujos que gozaban.

Pero el señor Kim había cometido un error, a pesar de todo su esfuerzo en criar de la mejor manera a su pequeña. No la había preparado para lo que estaba por suceder en su vida, y tal vez se debiera a que ni siquiera él se lo esperaba.

El interior olía a madera antigua y a papelería nueva, debía ser porque estaba decorado con estantes que parecían llevar muchos años en ese lugar, abarrotados de carpetas archivadoras, las cuales imaginó, debían estar llenas de información de los alumnos. Di visó sobre el escritorio una pequeña estatua de Astrea, debía ser porque el director tenía un doctorado en leyes. Además, un portarretratos con una foto de su familia y un apabullante orden sobre el escritorio. Ningún papel se veía fuera de lugar.

— Tome asiento, señorita Kim — indicó el director, con una voz condescendiente. Ella obedeció, intentando descifrar la segunda mirada de pena que veía en la misma oficina esa mañana. Recordó haberse sentido intimidada cuando entró por primera vez a ese lugar, años antes, cuando había presentado su postulación.

— Gracias. ¿Cómo se encuentra su esposa? — preguntó, para romper esa visible incomodidad que se había instalado entre ellos. Conocía a ese hombre y a toda su familia desde hace años, por el Club de Yates del cual, tanto su familia como la de él eran miembros. Él relajó la mirada por un instante y miró fugazmente la foto frente a él.

— Bien, gracias a Dios — Buscó un papel en especial entre otros que tenía dentro de una carpeta. Se podía notar que buscaba ordenar sus ideas para decirle lo que tanto le estaba costando decir — ¿Y tu padre? — No es por mala educación que hubiera preguntado solo por su padre, pero aún estaba fresco el recuerdo de esa joven llorando desconsolada sobre el cajón de su madre, hace apenas un año. Ella abrió los ojos como si le estuviera hablando de la lotería, amaba a su padre como a nadie más.

— Muy bien, gracias. Debería ir a cenar un día de estos, estoy segura de que le alegrará su visita. Una partida de ajedrez siempre levanta el ánimo — El director sonrió por lo bajo. Era tal vez la única joven de su edad que podía encontrar divertida una partida de ajedrez y por eso le agradaba la amistad que tenía con su hija Roseanne desde la escuela.

The Secret [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora