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Jennie intentó evitar sentirse intimidada por la insistente mirada de la sexy chica que tenía al lado. La miró fugazmente unas dos veces y ahí estaba, con su elegante porte, tal y como la recordaba. Se abrazó a sí misma para controlar el temblor que invadió todo su cuerpo al imaginar la escena de Cincuenta Sombras, donde el ardiente Christian Grey besa a Anastasia en el ascensor. Menos mal solo eran tres pisos los que debían bajar, por lo que no les llevó más de unos pocos minutos llegar al piso que correspondía al Área Legal y de Recursos Humanos.

Cuando las puertas se abrieron, se toparon con otras dos internas que ya iban de subida a sus nuevos lugares de trabajo, con el carnet de «Interno» colgando en el pecho. Ambas miraron a Lisa con total descaro, sonriendo de la manera que una chica decente jamás lo haría. Jennie supuso que Lisa caería ante sus encantos y sintió un poco de inseguridad, porque ella aseguraría que no fueron celos lo que la afligió. Sin embargo, al notar que la pelirroja ni siquiera las saludó, levantó levemente el mentón y sonrió de manera perversa.

Rosé cubría temporalmente el puesto de asistente de personal tras la maternidad de la joven que hacía ese trabajo. Se levantó rápidamente de su escritorio al ver llegar a su mejor amiga (muy bien acompañada), escudriñando con la mirada a la apuesta joven que caminaba detrás de la chica dorada. Jennie le hacía gestos con los ojos y con la boca, señalando a la chica que venía detrás suyo, pero la despistada Rosé no lo entendía y, tal vez se debiera a que esos hipnotizantes ojos, estaban dirigidos a ella en ese momento. La castaña saludó amablemente a ambas, y tomó en sus manos el carnet que supuso iban a buscar.

— ¡Rosé! Mi querida Rosé... — siseó la rubia, con los ojos muy abiertos. La aludida intentaba desesperadamente descifrar el mensaje oculto en el gesto de su mejor amiga, pero al no conseguirlo, sólo intentó disimular inútilmente su curiosidad — Te presento a Lalisa Manoban, mi nueva... interna — Jennie casi se atoró al presentarla. Su corazón seguía latiendo tan aceleradamente que dolía, pero esbozó su mejor sonrisa, la cual invitó a su misteriosa acompañante a imitarla.

— Oh, mucho gusto Lalisa — saludó Rosé, pasándole la mano. Ésta la tomó con extrema educación, sólo por tratarse de la mejor amiga de su objeto de deseo — ¿Interna? — preguntó la castaña, luego de procesar lo que había escuchado.

— Lalisa, ella es Roseanne, mi mejor amiga — Y volvió a suceder. Nuevamente, al unir sus miradas, Jennie sintió ese vuelco en su interior, pero uno muy placentero. Lisa saludó, sonriente, a la castaña que seguía observándola con detenimiento.

— Te dije que Lisa sonaría mejor en tus labios — susurró la pelirroja, haciendo que la chica dorada se convirtiera en la chica tomate en menos de un segundo. Rosé intentó contener una risa al ver que su amiga se veía totalmente avergonzada — El gusto es mío.

— Bien, toma tu carnet que ya nos vamos, tienes mucho que aprender — Suspiró la rubia, indicándole la salida a su interna. La mirada de Rosé pedía una explicación y Jennie no veía la hora de poder contarle que era Lisa a quien pensó que jamás volvería a ver — Te llamo luego, Rosé. Debo pedirte un favor — De nuevo ese gesto que la castaña no entendió, así que solo asintió y se despidió de la nueva, agitando la mano en el aire.

Lisa se despidió también y caminó junto a Jennie de regreso. Los chicos y algunas chicas que se les cruzaban parecían no haber visto una chica tan hermosa en años, porque ni siquiera intentaban disimular su interés en la pelirroja. Cuando subieron al ascensor, dos chicas intentaron subir con ellas, pero Lisa les cerró la puerta en sus narices. Jennie la miró con el rostro perplejo, aun así, la rubia ni siquiera intentó disculparse por su ocurrencia, aunque sí notó que había cierto disgusto en su mirada.

The Secret [Jenlisa]Where stories live. Discover now